martes, 7 de junio de 2011

Nico Cassinelli nos presenta El Combinado (entrevista)


El combinado es un proyecto coordina El Combinado (nueva música de autor en España): El viernes 12 y el sábado 11 en la Sala Morrisey se presentará “El Combinado”, un encuentro de músicos de distintas procedencias que comparten escenario por primera vez. Nico Cassinelli, Claudio H, Andrés Sudón, Jass, Chabi Benedé y Hernán Fillippini son artistas, compositores, cantantes, que escapando un poco a la especie del cantautor, cada uno a su manera reinterpreta la herencia de la canción de autor junto con la de los sonidos folclóricos, modernos y hasta electrónicos para ofrecer una visión refrescante de la tradicional imagen del poeta y su guitarra


Preséntanos el proyecto El Combinado

El Combinado es una reunión entre amigos que nos hemos hecho en la carretera. La música, el deseo de dar a conocer lo que hacés, te lleva a buscar lugares por todos lados. Yo disfruto mucho de esos viajes por España para dar conciertos, participar de encuentros, conciertos compartidos, etc. Aunque lo empezás con un espíritu solitario, terminás cruzando cruzándote con gente que está en el mismo plan, coincidís en los escenarios, y al final, cuando además vibrás con cosas parecidas musicalmente y poéticamente, surge lo de provocar esos encuentros. El Combinado es como una pachanga entre amigos, ya mí me parece una forma muy fresca y entretenida para la gente de conocer canciones nuevas, voces nuevas, todas de muy buen nivel.

¿Porsuigieco del sXXI o la gira de Serrat, Víctor y Ana y Miguel Ríos con más actitud y en sitio más chico?

Bueno, algo de PorSuiGieco hay, porque tenemos la idea de tocar cosas juntos, y acompañarnos mutuamente. De hecho, Chabi Benede toca en mi banda, y me imagino que yo lo acompañaré a él también en alguna canción. Chabi también toca con Hernán, y supongo que también compartiremos alguna cosa con él. No será como lo de “El gusto…” porque no todo el espectáculo será en conjunto, pero será como una mezcla entre los Travelling Wilburys y una especie de Eurovisión de los cantautores, pero sin bailarines y con toda la ropa puesta.

¿El cantautor sigue siendo el enlace de la poesía con la gente?

La canción lo es. Hay gente que sostiene que la canción es anterior a la música y a la poesía por separado, y de hecho parece que hay algunas evidencias de eso. Parece lógico.

En toda la música de canciones hay poesía. En el formato pequeño o del autor en solitario hay menos recursos para mantener la atención. Allí la poesía encerrada en las letras es en general lo que nos mantiene escuchando una buena canción hasta el final. Por más que la figura del cantautor suele estar asociada a la exhibición de los sentimientos y la escritura en primera persona, en la canción desnuda no suele funcionar la poética intima. Con esto me refiero al uso de la metáfora indescifrable o vaga, la que refiere a una anécdota que debe ser explicada con una nota al pie o con una referencia de la biografía del autor.

Esta “poética íntima” es la que es tan íntima que sólo la entiende el autor y sus seguidores que han sido iluminados. A estos se les ha explicado que el submarino amarillo es un estupefaciente que se consumía sumergido en whisky, o que Charly García llamaba “la Morsa” al presidente Onganía en la “canción de Alicia en el país”. Esto es más para las músicas que se consumen de otro modo, y que ofrecen en el desciframiento una segunda instancia de consumo. Claro que este procedimiento ha dado maravillas, y en muchos casos nos ha moldeado el gusto.

Pero yo creo que el cantautor es como el artista de circo, que llega al pueblo, solo con su canción, letra y música, son contexto, sin manual de instrucciones, y tiene que hacer que su canción sea escuchada del comienzo al final. Cada concierto es como una primera cita, las músicas son como nuestra apariencia y nuestros modales, y las letras son como nuestra charla.

¿humor, amor o malditismo? (en las canciones y en el arte, claro)

Has dado con un triángulo conceptual alucinante. La respuesta es ninguno y todos. El humor es la punta que más problemas me trae. Me fascina la comedia; me resulta estimulante, compleja, difícil. Un desafío. Me parece transversal a todas las expresiones. En el pensamiento clásico el humor es una de las tres manifestaciones del inconsciente, y es la única que podemos disparar voluntariamente; de allí proviene su poder. Pero me parece que el humor es un registro que tiñe toda la obra y coloca al espectador en un lugar al cual es difícil llegar luego con otro lenguaje si no se maneja con maestría. Le tengo más miedo que fe a decir verdad.

El amor, por otra parte, es lo que nos indulta. El Golem dice “¿Por qué di en agregar a la infinita serie un símbolo más?” Creo que uno siempre se pregunta “¿Para qué escribir otra canción?”. El amor nos hace especiales, nos hace perdonarnos y le da sentido a nuestros versos. Y nos genera avidez de belleza, nos hace mejores creadores y mejores espectadores. Por eso nos gusta hablar y escuchar hablar del amor.

El malditismo como un culto es una deformación. Como concepto, es un sino. Todo verdadero creador, incluso dominando su oficio, está en alguna medida condenado a no ser comprendido inmediatamente de modo cabal, porque esa es la lógica de la creación. Allí el compositor se separa del artista de circo, porque si bien debe llegar al pueblo con su canción escrita en un lenguaje que conecte con el público, debe cifrar en algún punto lo nuevo, lo personal, para que sea descubierto por el que quiera excavar.

Como a Borges, las letras y las músicas que a mí me gustan son las de una complejidad oculta, que nada tiene que ver con la simpleza.

¿Qué referencias comunes manejáis todos los que os vais a juntar en la Morrissey el próximo fin de semana? ¿Amistad o pasiones?

Ambas, esa es lo que me gusta de esta historia. Hay un lenguaje común. No puedo hablar de referentes, por no hablar en nombre de los demás. Pero creo que hay mucho de los cancionistas brasileños y argentinos, de la corriente actual uruguaya, de la tradición poética española, del rock, de las músicas folclóricas de España y América.

Tú que has vivido a los dos lados del oceáno, ¿Piensas que los cantautores argentinos siguen siendo más valientes con lo eléctrico que los españoles, que siguen agarrados a la guitarra de palo?

Creo que lo que confunde es la categoría “cantautor”. Estos “cantautores” del viernes no son los que vienen a continuar la carrera de Serrat o Labordeta. Creo que no me equivoco al decir que todos rendimos culto a estos antecedentes –yo mismo me animo con alguna canción de Serrat-, pero esta tradición no nos contiene de ningún modo. Somos más bien de la generación del doble pletina, del MP3, del bombardeo de información, que ahora viene a encontrarse con el formato solista como un nuevo desafío.

En Argentina llamamos a Charly, a Luis, a Fito, a Jorge Drexler, a Alejandro del Prado, y a todo el que firme una canción, “solistas”. Son tipos que se la arreglarán de algún modo para tocar solos o con más músicos, pero que ponen una firma de autor a su música y la interpretan ellos mismos. Esta denominación es transversal a si se trata de un folclorista, un tanquero, un roquero o un baladista.

Creo que la categoría “cantautor” en España está demasiado cargada de una historia que habla de ciertas temáticas, ciertos sonidos y hasta ciertas ideas como para seguir conteniendo estas expresiones actuales.

Para varios de nosotros, lo transgresor es la guitarra española, no la eléctrica.

El cantautor postmoderno, ¿utiliza pedaleras de loops o reutiliza el lenguaje de las redes sociales en sus letras?

El tipo que se enfrente a su tiempo con una actitud creativa buscará su identidad en lo que tenga a mano. El posmodernismo como concepto es más viejo que las redes sociales y que las pedaleras de loops, y sin embargo aún no ha llegado en muchos sentidos al campo de la música. Lo posmoderno es la renuncia al mundo del “más grande, mejor, más rápido”, al Clockwork Orange, y el inicio de una búsqueda individual. Eso no está en la forma en que se consume el arte hoy. Lo único valioso parece ser la identificación disfrazada de novedad, y eso no es posmoderno, es más bien modernista, mecanicista, estructuralista, hasta fascista. Y sobre todo exige la renuncia a cualquier búsqueda estética. La pose mata al artista. DEP.


foto de Pedro Popcker

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