domingo, 20 de enero de 2013

Concierto de la Bien Querida en la Casa del Loco (18 de enero de 2013)


El pasado viernes y con producción de Antípodas Producciones se presentaba en el escenario de la Casa del Loco el nuevo LP de la Bien Querida, Ceremonia. Después de dos discos orgánicos, Ceremonia parecía llevarnos hacia los caminos ácidos de los New Order. Con una buena entrada unos minutos más tarde de las diez y media de la noche la luz azul del escenario de la Casa del Loco nos introdujo en una atmósfera de replicantes y amores planetarios (y planeteros). Los temas del nuevo disco funcionaron bien sobre las tablas, canciones como Arenas movedizas, que mezcla el susurro sesentero de una Jeanette totalmente sacada con los sintetizadores marcianos de The Bravery o Hechicera con todos los surtidos narcóticos surgidos de los peores sueños de Fernando Alfaro. Temas como A veces ni eso, con su potencia volátil, con sus mantras rítmicos, se elevan dentro de un repertorio notable sostenido a través de un trío básico con Ana Fernández Villaverde en voz, eléctrica y percusión electrónica, David Rodríguez en guitarras y sintes y Frank Rudow en percusiones y ritmos más sampler, que mezclaban esquematismo y languidez con arreglos mutantes (entre la secuenciación de la Semana Santa, el ruidismo y las canciones de Krafwert). El sonido acuático, en la onda de unos Cocteau Twins pegajosos, del LP se transmuta en la agresividad hierática de la escuela fría de Joy Division, con las percusiones electrónicas de Frank Rudow (ex-Manta Ray) marcando una rítmica, más Ian Curtis que Bernard Summer...aunque los mejores momentos de la Bien Querida se abren al océano de la no-wave y, sin ser los Suicide, generan una densidad elevada de electricidad y cajas de ritmo sobre el escenario, las canciones de los discos anteriores, como Hoy funcionaron perfectamente con sus nuevos ropajes.




El cierre, con un único bis, Ana Fernández con la eléctrica limpia haciendo Sentido común nos dejó con ganas de mucho más. Un directo notable, exigente para el oyente (y el público, que en Zaragoza no paró de hablar...resultando a veces hasta ridículo ver cómo una y otra vez parecían atender a cualquier sitio menos el escenario), lleno de actitud y buenas canciones. No cambiarán mi mundo, pero modificarán sus límites.


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