miércoles, 24 de abril de 2013

The big great circle de El Brindador (Grabaciones en el Mar 2013)


Hace unos años que reseñé en estemismo blog los dos primeros Ep´s de El Brindador. En ambos coincidía en la extraordinaria voz de Eric y en el minimalismo recurrente pero efectivo de la instrumentación. En este LP se ha rodeado de alguno de los mejores instrumentistas que hay en Aragón: Liborio en el bajo y contrabajo (un prodigio, su paleta a las cuatro cuerdas), Pablo Jiménez en las baterías (y el millón de percusiones, de las clásicas a las mutantes, que jalonan la grabación) y por supuesto las guitarras de Cristian Barros, que es capaz de pasar del rock americano futurista al emparentado con la canción francesa en un suspiro. Y la voz y las canciones. Sin eso, sin Eric Cihigoyenetche no habría disco, no habría nada. The Old play abre el disco, en un envite de perdedores sin derrota, con la evocación de gargantas como la de Stuart A. Staples, de un terciopelo negro perfectamente sincronizado con la luz de la mediatarde de otoño. Las ventanas rotas dejan que pase la música de los Kinks del It isn´t easy y con la llegada del final del verano con esos teclados iniciales y la acústica estival, uno se imagina a Jacques Brel cantando a todas las bellezas que sobrevivieron a sus sueños de gloria. The Rain con su guitarra perezosa nos trae al Brindador más primigenio, el que jugaba con las cuerdas como si fueran partes de una orquesta invisible, llenando el aire de magia y silencios. Distraction con sus percusiones agónicas y el fantasma de Scott Walker indagando la verdad detrás de sus gafas oscuras, vuelve a aparecer en el horizonte la lírica de guitarra negra de Spinetta y en Room at the botton los jinetes de la tormenta hacen su aparición, montados en apocalípticos hammond y baterías cubiertas de polvo de Monegros. Demasiados muertos en el camino, en Aragón no hay moteles, pero no nos preocupa, esperaremos el siguiente autobús. Guitarras Johny Marrs, ¿os he hablado de los hammond y el shot de whisky con el que se anuncia el amanecer? Aromas de country-western, de arenas trepidantes, el vodevil, apalabrando un bajo sobresaliente, un juego de percusiones y bailes cruzados que muestran unos arreglos imaginativos que remiten al paroxismo de Marc Bolan. Nos acercamos al final y encontramos Shadows in the dust, un tema por el que Neil Young hubiera vendido a todos sus caballos locos de los últimos años. Penitencia y redención para el cierre con Sometimes, el espíritu de Gram Parsons tras la puerta. Es hora de seguir viajando, Odetta.

El disco de El Brindador tiene el sabor de lo clásico, es como un almanaque de la historia no contada de la música popular, con la mítica de las orquestaciones diminutas de Rick Rubin, la ampulosidad de la psicodelia británica y el encanto natural en la oscura inflexión de la voz de los grandes crooners oscuros. Qué disco, dios mío.

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