domingo, 13 de septiembre de 2015

Corcobado en Las Armas (10 de septiembre de 2015)

Comienzo de curso en Las Armas con un concierto exquisito, Javier Corcobado volvía a una de sus ciudades fetiche para presentar su nuevo LP, Los estertores de la democracia, incluido en su ambicioso proyecto Canción de amor de un día.

Dentro de la sala las caras conocidas se multiplicaban. Uno cerraba los ojos e imaginaba que La Caja de los Hilos volvía a estar abierta y que en una esquina podías encontrarte a Sergio Algora compartiendo ginebra con Ángel Guinda mientras Alberto Calvo enhebraba un retrato. Corcobado fue puntual y afilado. El pintor Luis Díez, el escritor Ángel Gracia o el mítico periodista musical Javier Losilla acudieron puntuales a su encuentro con el ángel oscuro. También el fotógrafo José Vizcaíno que ha documentado los conciertos de Corcobado en Zaragoza estos últimos lustros tomo las instantáneas que acompañan este texto.

Aunque la excusa era presentar Los estertores de la democracia, enseguida llegó un clásico prohibido: La navaja automática de tu voz, un tema de Tormenta de Tormentos que acompañó con La libertad (es la más grande de todas las cárceles). Desde el ruidismo al tropicalismo de Por qué estoy tan triste. A Nadie fue uno de los grandes últimos discos de Corcobado y extraído de él sonó La canción del tiempo, A nadie o Si te matas. De Fotografiando el corazón, Secuestraré al amor con la magnífica intervención de Julián Sanz, que después de estar junto a Corcobado en Mar otra vez, ha vuelto como un Mike Garson hispano, a formar parte de su banda de acompañamiento. De Agrio beso nos salpicó Sangre de perro, una canción que como nos recordaba su compañero de andanzas en Aragón, Gonzalo de la Figuera, tuvo su génesis en un Año Nuevo en Borja. Las mañanas. En pleno éxtasis mesiánico Javier Corcobado se transmutó en el Camilo Sesto más desatado para interpretar por sorpresa Getsemaní, del musical Jesucristo Superstar y que Corcobado grabó junto con Manta Ray en aquel demoníaco Diminuto cielo a final de los noventa. Antílope (cuyo proyecto Princesa contra mundo fue uno de los más fieles acercamientos a la lírica Triquinoise visto en esta tierra) y Luis Cebrián aullaban devotos: “Aleluya, aleluya” al final del tema.

Unas cuantas versiones magníficas para terminar: Ella ya me olvidó popularizada por Leonardo Flavio, de Manuel Alejandro Te estoy queriendo tanto, incursión en el universo de Roberto Carlos para Tú eres mi amigo del alma y un cierre elegante, con el humo de los gitanes de Gainsbourg y su revisión de Le Poinçonneur des Lilas, un tema de 1959. Por supuesto todavía hubo tiempo para esa especie de copla psicodélica que es Caballitos de anís en la que se extrañó la presencia de Justo Bagüeste en los metales. El oscense, habitual compañero de Corcobado, fue uno de los miembros originales de los Chatarreros de Sangre y Cielo que maquinaron aquel hermosísimo Arco iris de Lágrimas del que Corcobado extrajo los temas para el bis: la narcótica Dientes de mezcal y la suicida Catorce.

Un Corcobado en plena forma, con una sección rítmica majestuosa, en la que destacaba Jesús Alonso, de Les Rauchen Verboten, a la batería. Un lujo de banda y de entorno, satisfechos los apetitos, seguimos enamorados. Aunque duela.


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