sábado, 6 de febrero de 2016

Época de Daniel Garuz (Autoeditado, 2016)


Los que llevamos años siendo seguidores de Daniel Garuz conocemos su talento compositivo, su arrojo en los arreglos y una carrera que mezcla a partes iguales coherencia y parsimonia. Teníamos ganas de su nuevo material y no ha decepcionado. Un disco sobresaliente. Llevamos un dos meses de año y adelanto que estará entre nuestros favoritos al final del 2016.

Se abre el disco con Manzanas y zanahorias, un tema con revestimiento acústico inicial que crece en la psicodelia neo-disco con unos coros juguetones y con una letra mínima de costumbrismo pop. Un efervescente africanismo amateur, Castillo hinchable, como una feria esquizoide, de chicle ácido e infancia perdida. Daniel Garuz abre los ojos y deja que entre la luz, es la mejor manera de ponerse ciego. Uno que deja pasar los días, que sigue siendo un amanuense de canciones pop y que lleva una carrera en solitario con el riesgo del que hace lo que quiere y cuando quiere. Las guitarras están presentes en Época de maneras variadas, desde la acústica abierta hasta el folk psicótico de Las uvas y el payaso, un tema nuevaolero en la onda de Polanski y el Ardor o La Mode de mala leche, que es una de las cumbres del disco. Bucles es un tema pop con una melancolía atrapada entre los entresijos del texto donde los teclados nos recuerdan que una vez Garuz fue garage y también fue un poco mod. Muermoide es un reflejo claro de la idiosincrasia propia de Daniel Garuz, un personaje que hacer arcilla con las notas y crea historias como pinceladas sin terminar y siempre aparece esa voz robótica con un fraseo por el que los Iluminados hubieran matado. Se acabó y California 18 arden como una pira antigua. California 18 nos recuerda que los años pasan pero los miedos y las esperanzas quedan, que no hay nada que pueda apagar los fuegos antiguos. Una letra con inteligente y unos latigazos directos a la zona medular intoxicada. El curioso dueto junto a Clara Carnicer en Calentamiento global juega como un clásico, la obsolescencia programada que ha devorado la esencia del pop. Nos acercamos al final, Mujer con vistas al mar, funciona a varios niveles: la voz de Eric “El brindador” le da el toque a lo Benjamin Biolay, con estribillo en francés incluido, además esa manera de imitar el arreglo crooner mezclado con los psicodélico, es el momento de descubrir uno de los temas que sustentan el disco. El final, un poco Salvajes, un poco Víctor Coyote, con la oda a Enrique Moreno, otro personaje (y con esto me adelanto al final) que ha marcado época. Poca gente tiene dos temas dedicados en esta vida: Moreno Campeón y Enrique. Se lo merece. Nunca hubo un rudo tan entrañable en esta historia.


Con banda base: Enrique Moreno en la batería y Liborio al bajo, Dani Garuz lo único que necesita son aliados que entienda que su universo se expande hasta el infinito en un globo de color claro. Un tipo que lleva años haciendo belleza y como titula el disco, es parte de un época. Su época, la época de Garuz.  

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