Escribí hace muchos años: Aquel árbol era un cristal de sentimientos, ámbar de sensaciones atrapadas en un unas dimensiones no euclídeas, un collage arácnido donde se extendían naturaleza en simbiosis perfecta de registros, imágenes y referencias. (Hubo un tiempo donde la luz estaba cómoda en lo oscuro)
Espero el sábado para ver la exposición de Lina Vila que se inaugura este jueves 23 de mayo.
La noche nunca tiene sueño, la vida no
puede morir, el recuerdo no puede ser olvidado: si encuentras un
rastro no podrás decir que te has escondido, por eso siempre la
paleta vuelve a deslumbrar en el momento de mostrarse.
Los fantasmas siguen buscando las
flores. A veces el rastro es de tiza y colores sobre la piel que ya
ha sido marcada, sobre el negro la luz tiene más fuerza, como si el
gris fuera blanco en el momento de abrir los ojos. Es un sueño el
que devora o eres tú el que entras en el sueño hambriento. Es en
ese instante cuando abres los ojos y nace la muerte.
En el blanco asmático encuentra
descanso el esquema. Entomólogos y guitarristas se pelean por la
picadura más pura, la que devuelve al blanco, a la espera del
verano. Hay un cierto desdén hacia todo lo que no conseguimos. Por
eso, repito, nos sentamos y esperamos que lleguen hasta nosotros los
dolores más profundos. Porque un aguijón es un recuerdo que no
puede ser olvidado, insertado entre los pliegues de la piel
permanece. No hay mapa que lleve hasta la equis del alivio.
Los pétalos carnales se frotan en
divina armonía. Dios y el hombre, Gea y Eva, las espaldas que abren
bocas, las bocas que se abren a los dedos, los dedos que son pétalos
y van dejándose caer. El fundido, la mixtura, la síntesis tiene
algo textil, de nudo gordiano que se deja arrebatar por la
sensualidad. Estremecido por la yuxtaposición contemplo abrumado
como la doble x domina las líneas.
Capullos calvos que son sinapsis
enmascaradas, chispa eléctrica que en el vello encuentra su
catalizador, la idea que se convierte en polen y viaja hasta otro
lugar, germina y se convierte en otra idea que guarda en su interior
el recuerdo su origen. En el vuelo no hay viento, porque el viento es
la definición de la tabla rasa como la lluvia es definición del
barro. La suavidad de la pluma despierta sensaciones. No es necesario
mucho más. Ya estamos atrapados. Nos abriremos paso hacia la
superficie con la fuerza de la raíz equivocada, así que cuando
encontremos agua descubriremos que elegimos el camino equivocado. El
sol freático es inequívoco aviso del subsuelo. Y allí, como dije
al principio, es donde más feliz se encuentra la luz.
La perfección de su trazo supera a la naturaleza a la que rinde homenaje, y tus palabras describen su significa anhelando la immortalidad. Sublimes.
ResponderEliminarQuerido Octavio, no puedo expresarte la emoción que me producen tus palabras. Eternamente agradecida......
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