lunes, 11 de enero de 2021

Reseña de Infinito tripular de In Materia (Autoeditado, 2020)

 


Cerramos el año con uno de los discos que se me pasó por alto debido a la distopía pandémica, un disco de una de las bandas que he tratado de seguir desde el comienzo de su trayectoria por suponer un caso especial en cuanto a sonido y letras en la escena aragonesa. Hoy, 11 de enero, me lanzo al abordaje este disco de geometrías no euclídeas, de la hipotenusa de una triángulo equilátero de cateto igual a uno. Por eso 'Nunca más de dos' es una buena manera de comenzar. Se abre con actitud sintética, como una banda residente en los barrios bajos de una Zaragoza cyberpunk donde beben los replicantes y mueren los morlocks. Su base, sus guitarras, los sintetizadores, los coros afónicos, todo mastica las neuronas y nos hace enchufar en el puerto del esternón una dosis de láudano. 'Luna 3' tiene una rítmica futurista que se deja llevar por guitarras punzantes, me gusta lo bien estratificada que uno puede encontrar las distintas partes de los temas siempre que escucha a In Materia. Juegan con referentes clásicos de ciencia ficción íntima, entre Bowie y el Spinetta que sueña con el capitán Beto. La originalidad en los textos de In Materia siempre ha sido uno de sus puntos fuertes. No buscan una forzada intelectualidad, pero funcionan muy bien por fraseo que se le imprime hasta a la más sencillas de las estrofas; escuchamos 'Huir no sé' y todo parece funcionar, tanto por la conjunción vocal como con esa manera de llevarnos un punto más allá de la típica jerga arreglista de la penúltima ola española, esa que ya ha se ha incorporado al neocanon de nuestra música (Vetusta Morla, Niños Mutantes o Maga). A veces si nos olvida que muchos de los miembros de In materia estaban antes de que Pucho le diera por tocar la pandereta. Pero estamos hablando de Infinito tripular y su riqueza estética, el comienzo de 'Bicivoladores' mezcla el experimentalismo del satánico Doctor Cádillac con la epiléptica energía de aquel proyecto 'El Polaco' que nos rompió la cabeza a muchos al final de los noventa -y, repito, In Materia, con otras máscaras, ya estaba allí-. Que puedas bailar con unos cascos enchufados a un ordenador que se está quedando viejo es que algo funciona bien en la sección rítmica de un tema. De nuevo con 'Miedo a ganar' nos encontramos con una fuerza percusiva que atrae la oscuridad y la fuerza confesional resulta nutritiva, si antes bailábamos ahora estamos sobre unas tablas viendo como “las ondeantes ciudades humanas navega el apocalipsis” o cómo Ulises se ha soltado de los nudos y electricidad mediante nada desesperado al abismo de belleza y colmillos de las sirenas. 'Mistral' juega de nuevo con una base que sorprende, con las guitarras que son mordiscos y esos juegos de voces que parecen construir un mantra emocional. Quizá con 'Matando lobos' me encuentro con un momento que me suena a repetido, no sé si es referente o autoimitación, réplica o lugar común. De todos modos hablamos de un tema que sigue siendo notable pero el final sobrecarga mi paladar. Para terminar, con gusto y buen hacer, “Coda”, funciona como lo que es, el cierre circular, esa sombra, esas motas que aparecen al encender y apagar la luz de la lámpara. No más. Tú y yo contra el mundo. Ocho temas. Una destilado puro, un alambique pop que permite volver una y otra vez a escuchar a In Materia.

In materia nunca decepcionan, son capaces de generar atmósferas sobresalientes, sus textos son originales, en su forma de grabar tienen un gusto fuera de lo normal por estos lares. ¿Que no hay hits absolutos? ¿Quién los quiere hoy en día? Yo solo quiero que el trabajo esté bien hecho y, aunque solo sea por un instante me emocione.


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