martes, 3 de diciembre de 2013

Residual de El Hombre Lento (Siamm, 2013)

Este texto apareció originalmente en el blog Zaragozafelizfeliz

Yo rezaba a la Virgen del Pantano. Yo comía cuchillas cada noche para que de mis labios saliera la oración adecuada.

Yo escribí sobre el libro primero:
y sobre el libro segundo:

y ahora, con todos los sacerdotes muertos, busco algún fraile que atraque conmigo la farmacia. Por lo del hábito, claro.

Hubo en tiempo en el que los ángeles jugaban con los dados de Dios. Donde los violines se elevaban sobre nuestras cabezas para seccionar el alma de los muertos. Mirábamos el Horizonte como si tuviera tatuado en sus entrañas el destino. Guitarras narcóticas para el recuerdo tembloroso. Entre tus manos se deslizan las canciones. El Hombre Lento. Abrimos el gas y sobre la Estepa rusa se elevan un primigenio, las imágenes poéticas de Castejón en Estepa rusa son tan poderosas como mezclar plutonio con la pasta base. Moteles de carretera, armas cargadas, woody guthrie, las arterias saliendo de la sangre. Cada canción que escupe, adicto a la munición de alta graduación, se escapa como el aceite usado entre los resquicios de la sociedad. Así es el Hombre Lento, punk rock de escuela vieja, de cinta de cassette, si sigues con la mirada la trayectoria verás cómo el suicida se eleva desde el suelo hacia arriba: Francotirador. En el camino siguen quedan vagabundos del Dharma, entropía líqueda en botellas rotas, el mito perdido del hipercubo: usar una cinta de Moebius para hacerse un chute, hacértelo con una bruja, hacértelo con todas las brujas del mundo, volver a la cinta de Moebius, apurar el chute. Todo es Hiperconsumo. Te he hablado de la Luz eléctrica encendida en mitad de la noche ahogando todos los sueños, te he hablado de las voces de No vuelvas a mi lado, del apocalipsis de tus ojos y de los suyos. Nadie te esperará y pronto la riada será tu única amiga y, de verdad, colega, no te gustará dormir cada día junto a ella. En la boca del estómago, máxima en el reservado del Páramo, primero golpear. ¿Por qué no me quieres? Porque tu aliento no me alimenta.


El Hombre Lento no salva, el Hombre Lento no limpia las aceras de cadáveres nipones. El Hombre Lento tiene las guitarras más afiladas del mundo, El Hombre Lento es mejor que plastificar la revuelta y disolverla en el láudano de tu abuela. Las cuerdas chirrías, las proclamas tienen sentido, la guitarra, la guitarra de José Javier que arde cada noche de madrugada y al día siguiente aún ves el humo saliendo de sus cenizas, la sección rítmica de Guillermo Mata y Carlos Gracia, como un tanque sin armamento, que da miedo sin disparar. Y Castejón, penúltimo apóstata de la poesía culta, con los dedos agrietados de tanto firmar con sangre.


El Hombre Lento tienen el mejor directo de Aragón. Todas sus piedras preciosas son falsas y el aliento les huele a gasolina. Amo al Hombre Lento.  

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