sábado, 19 de diciembre de 2020

Algunas palabras sobre Julio en invierno de Fernando Vallejo Ágreda (Los libros del Mississippi,2020)

 


Un verso que abre el alma al mundo: “Yo/quería recoger en mis ojos toda una vida”. Un silencio después. El amor que escapa, la juventud frente a la madurez, el sentimiento constante en que no hay compartición ni movimiento, vida cruel, como tango en ciudad de Cierzo: qué cruel el tiempo que va más rápido en un cuerpo nuevo que en uno ajado. El amor a distinta velocidad. En su libro, Fernando Vallejo sabe que el vacío se puede atrapar en un poema, que la entropía es una imagen especular que aumenta el sueño y seduce la pesadilla. Así, los síntomas de la enfermedad son un ruido que rompe a la muerte. Escucho y leo, punto y amargo: “un mensajero con gárgaras en las pupilas” y cualquier comparación entre el hombre y el absoluto nos devuelve una derrota inapelable, un salto cualitativo: la Nada que se ha ganado los galones de la mayúscula, el Espacio, la Luz, el Tiempo, la Voz. Las sombras siempre deslumbran: “Todos están en tus labios/nadie te pronuncia. El altar del tiempo”. Los fantasmas son amantes de la oscuridad y allí demuestran que la soledad es un acto de constricción que define el absoluto. “Nunca me he alejado de la muerte./Creo que nadie/Siempre es tarde para empezar a vivir.”. El verso corto, como una epístola entrecortada, un salmo incompleto, donde la voz se impone a la metáfora, la sangre a la imagen manida, la vida como un deseo inacabado: elegir el desastre como quien elige la palabra exacta, seleccionar el amante que se niega como quien señale el lugar vacío donde permanecerá lo que la vida decida dejarle vivir. Por eso “Julio en invierno” es un libro en el que la existencia es un juez en el deporte sacro de la vida que, atada eternamente, se esfuerza por alejarse de la muerte. Como el poeta que se aleja del cuerpo amado, aún confuso, aún esperando una remontada épica: “Muerta por muerte” o la imagen que es la vidriera divina del libro: “Los monos montan a caballo cuando están de vacaciones”. Sexualidad violenta, el cuerpo como un desgarro en el tiempo, como un estocada convenida y deseada: “Abdicar es vencer para siempre”. Como el antídoto que es más veneno que antídoto: “En la muerte se establecerá vuestro turno”, el poeta es parte de una tribu que se engaña, pues, como dice Fernando Vallejo: “Nuestro tiempo no tiene fin”. 'Julio en invierno' es una nueva entrega del electrón libre Vallejo Ágreda, salvaje dandy, elegante y espiritual como un whisky reposado, postrado frente al abalorio terrenal se deja acompañar por las ilustraciones de Federico Contín, que se lanza hacia una mixtura de oscuridad antieuclídea, que pivota entre lo santidad de Antonio Saura, la locura del tinte plúmbeo de Francisco de Goya y el sacrilegio arterial de Lina Vila. Un libro que sacude, que deja marca en el camino nevado que lleva hasta las montañas donde la locura y el amor arden ateridos de deseo, ausentes, desconocidos el uno frente al otro.

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