sábado, 19 de diciembre de 2020

Teoremas de la Máquina de Turing (Autoeditado, 2020)

 


El EP se abre con un instrumental entre el pulso de Melero y la suavidad de Eno, una mirada al nacimiento del bosón, al sonido del rocío al caer de una vida. Menos de un minuto para que el primera tema , Arañas, arroje una suntuosa iteración de suavidad mantenida como un metrónomo disfrazado de caja de ritmos, se dobla la voz y la guitarra sostiene la voz en un eco que avisa de la llegada del a sección rítmica. Pop que se dobla sobre sí mismo hasta que la voz se eleva como un abismo. La sintaxis como amante pobre del álgebra, el cuerpo como un olvidado axioma de Peano, boca, básico, cuenta con tus dedos en mi cuerpo. Unos arreglos que funcionan en una variedad que nunca da sensación de errática. Recuerda a la parte más naif de Esclarecidos o a un replicante de Amaral despertado para la ocasión. Una guitarra limpia abre “Su lugar” como en una declaración de principios, susurros, chasquidos percusivos y ese lirismo de Antonio Vega mientras llega la base rítmica y el amor estalla como una permutación apreciable solamente para el que la sufre. Aquí perdemos un poco de fuelle con la mirada hacia las estrellas con un solo ligeramente esquelético que no acaba de encajar en el sobresaliente comienzo del tema. El penúltimo corte del EP se llama “Huracán” y el tratamiento de voz haría feliz al Doctor Manhattan, lo enamoraría sin duda, contiene contradicción, juego de espejos y recuerdos y ausencias en una sola habitación, donde la voz arrastra arena desde debajo de la tierra mientras que la base instrumental cumple con sobriedad su labor de sostén. Es la mejor letra del disco pero buscamos un poco más de riesgo, tenemos todavía mucho espacio para indagar entre la perdida Rosario Bléfari o incluso las aventuras de Hilda Lizarazu al frente de Man Ray. La dicción y el fraseo nos acercan a Ely Guerra y la primera Julieta Venegas. El cierre del disco se llama “Huracán” y el nylon y el piano es un susurro atrapado en una caracola, recuerda a los reivindicables Louisiana o la parte menos íntima de Bronski. Las guitarras se abren paso y la sencilla metáfora de la cometa -incluyendo la rima en consonante con trompeta-, funcionan con lucidez, como la guitarra ácida y oscura que raja la partitura en momentos puntuales.



La máquina de Turing entrega un EP de producción cristalina, saliendo airosos del juego de tiempos y combinaciones, con una voz dotada que no abusa de arabescos pero también es una banda a la que podríamos pedir un poco más de riesgo, hay partes de los temas que son un incendio y empezamos a arder y otros en los que la comodidad hace que perdamos el interés. Con trabajo, La Máquina de Turing, con su buen gusto, pueden ser la próxima gran noticia de nuestra música.

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