jueves, 24 de febrero de 2011

Reseña Vías cruzadas de Pato y Hernán (Delicias Discográficas, 2011)


Conocía a Pato una noche en Huesca, estaba en la entrada del casino de Huesca con Álvaro Dadá. Sonrientes y cansados, eran como dos duendes crecidos que eran capaces de hacer felices a los niños un segundo antes de convertirse en un remedo de los Cramps. Y a Hernán lo admiro desde hace años, lo he visto tocar con Ariel Prat, fue tan amable como para grabar Viernes 3AM de Seru Girán para una mixtape de Confesiones de Margot y su guitarra criolla junto a Gabriel Sopeña nos devuelve el alma del matrero Aznar. Pato y Hernán publican su primer disco, Vías Cruzadas que se presenta mañana viernes en el Centro de la CAI del paseo Independencia.



Como una estampa que se te escapa de la retina mientras avanza el tren, con la magia de un vaso de agua fría llevada a tu mujer en la madrugada sedienta del domingo, una vez el que esto escribe pasó meses enteros escuchando a Raly Barrionuevo y sus Noticias del Alma mientras añoraba el vino caliente que fermenta bajo la estrella azul. Hoy, con Vías Cruzadas de Pato y Hernán y su delicada revisión de parte del folklore argentino, vuelvo a aquellos días. Vías Cruzadas es un disco leve, de voz y guitarra, de percusiones selectas y mucha poesía, poesía de la que se queda dentro, de la que no te pide, solo te da. Un recitado de voces mezcladas abre el LP, Salidas, para continuar con María Lando donde la dramaturgia de la chacarera se mezcla con la oscuridad del arrabal. La paciencia pobrecita, como el tejido hermoso que se construye cada tarde, pulsión de guitarra criolla, vuelve al cancionero de María Elena Walsh y Campo afuera trae la frescura de la chacarera con la fuerza del que mastica la tierra y La Pomeña es un tema del Cuchi" Leguizamón de metáforas poderosas. Cristal es un tango de Mario Mores, tango que me hiciste mal, sostenido sobre el bandoneón infinito de Marcelo Mercadante, frágil, más Mercedes Sosa que Piazzolla, de pasos cortitos, de pasillo eterno en la casa de la vida. Más poesía, palabras de Daniel Rabanaque para el ritmo de guitarra de Santiago del Estero, Déjame que me vaya, de la estirpe de los Carabajal, agridulce como el espejo quebrado de una ruptura. Razón de vivir es una letanía que celebra la luz de lo cotidiano, donde la voz de Pato tiene la lija del que sigue y sigue, Razón de vivir trae la garganta de arena del flamenco, un tema de Víctor Heredia que hizo grande la Negra Sosa acompañada de otra dama de la tierra, Lila Downs. Tonada del viejo amor es una de esas canciones que hacen grande el cancionero tradicional argentino y que este país, por ombliguista y cerrado, ha obviado durante años, está bien que dos argentinos afincados en Zaragoza, nos regalen su talento a traves de palabras y cuerdas. El siguiente tema nos trae a Discepolín, Enrique Santos Discépolo, armados solo de toque y voz, el dúo arrasa con las miserias del tango hasta cantarte directamente al corazón. Esta noche prometo que me emborracho al ritmo de tus golpes en mi cuerpo de madera. Salamanqueando pa´mi trae al diablo del violín marcando el ritmo del taconeado en una percusión hechizera de Javier Payarola, un exorcismo de fiesta, la chacarera del que cruza los dedos al llegar a un cruce de caminos. Vuelve el vampiro del bandoneón, que cada noche entra en la habitación y bebe de nuestros sueños, en Honrar la vida, Pato suena como una diva soul, fresca e impagable. El cierre de este magnífico disco es La Extranjera con Pato cantando a capella un tema de Liliana Felipe.


Vías cruzadas, el tren que nos trae la sonrisa y la luz, la estación del vino tinto que enciende nuestros corazones, seleccionando los sueños más lindos y las sonatas melancólicas del otro lado del mar.

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