Búsqueda, un pasillo larguísimo y
cientos de habitaciones a los lados: en una duerme el hombre de la
pandereta, en la otra un arlequín abrazado a su moog, más adelante
el señor medicina lleva colgado dos toms del cuello... al final los
árboles se agachan y te dicen: bienvenido.
El nuevo disco de Big City se abre con
Hello Winter, donde todas las piezas encajan en una postal perfecta
que sirve como declaración de intenciones: guitarras empastadas, los
teclados que se rebelan en un sonido polisémico para pasar, sin
solución de continuidad a A whole new level of suck, de cristales
cortantes en la boca a la la calidad acústica de (They had) beards,
donde los pianos y los violines elevan la oración a Stephen Stills
una vez más. La sutil reverberación de My fondly Fahrenheit tiene
algo de inditrónica escandinava, de aguanieve entre los dedos, un
acierto, la verdad. Cerrando la cara A, el instrumental The Future.
Le damos al vuelta al vinilo y entramos en la parte más británica
del disco, Your war games, con ese tono de vodevil de los años
noventa. El menú es variado y es fácil adentrarse en los rescoldos
acuáticos de Better badges, el aderezo de ácido eléctrico de The
useless sea o la miniatura espacial de Sandy Denny Called. Abordamos
la parte final del disco con Dear tourist, en la línea del manual
perfecto del compositor de canciones, como una habitación ordenada,
la habitación de un treintañero harto de sentirse un adolescente.
Cuando uno llega a Green lips parted piensa que debe tomarse un
descanso, beber una copa de vino y dejar que las canciones buenas se
defiendan solas, que no hay nada malo en pensar que Gram Parsons era
lo más, que el folk es el jugo de la vida y que embotellado puede
servirse tibio. Llegamos al final, bajo la puerta entran y salen, van
muy deprisa, solo necesito las teclas del piano para dibujar el mapa.
Buscando la palabra salida encontramos Ants y cuando pensamos que ese
pasillo es el último alguien trae un viejo magnetófono de cinta
abierta y nos dice: haz lo que puedas. Espero que estéis preparados,
porque el viaje va a ser largo: Falls on big city.
Un disco, que como el anterior,
Celebrate it all, hay que ir preparado, con hambre de melodías y sin
miedo a la polintoxicación. Si en Celebrate it all había un pulso
urbano reconocible, en The way the trees are los caminos son más
abiertos, de la ciudad dormitorio al resguardo rural, es un disco de
recovecos, de puntos de fuga y búsqueda del tesoro.
La banda de Javi Vicente lleva años
facturando discos de producción cristalina, llenos de esquinas
punzantes y remansos bucólicos, siempre con la mirada puesta en un
pasado mítico, pero sin dejarse llevar por el mezquino combustible
del revival. Un universo propio, donde lo que realmente vale es la
canción.
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