martes, 10 de enero de 2012

Reseña de Limnopolar de Limnopolar (Delicias Discográficas 2011)



El comienzo al ritmo de percusión industrial es abrasador, una voz se eleva como una letanía a una divinidad mecanizada, lacónica y superpuesta, el arreglo al borde de lo hiriente para que la canción se abra hacia una luminosidad errática, el hombre que aulla en el rellano de su escalera, Rubicón.Limnopolar arrincona al oyente en un carrusel de ritmos y perspectivas, va y viene de lo violento al terciopelo, en un incómodo ejercicio de síntesis abstracta de estilos. Suben los colores, electricidad punzante que se desmorona sobre los cascos, recuerda a las producciones de Daniel Melero para Soda Stereo, los días marcados para la conquista de la Luna Roja, un tema circular. Desmenuzando la canción pop en un esfuerzo que no evita la aridez, Cromosomos, con el apoyo fonético de las segundas voces en perfecto complemento con la solista, mezclándose con el tono masticado de las capas de instrumentos. Yakutsk-38 suena a rock de pila de tungsteno, a batería sincronizada con los latidos del corazón a lo largo de una vida, letra minimalista perfectamente empastada en la melodía, un sucedáneo de cinta de Moebius en el arreglo, de polaridad invertida. El cierre, un crujiente lecho de sonidos enhebrado a través de la pasión fractal, juega con la complicidad directa para elevarse a través de sus casi doce minutos hacia una maraña de distorsión turbia que anuncia el legado último de Limnopolar, el susurro gris de Contratiempo.





















Sería demasiado fácil hablar de Standstill o Radiohead, pero resultaría un ejercicio de simplismo improcedente por la marcada personalidad de la banda aragonesa, poseedora de un universo propio e intransferible, que los acerca a propuestas actuales de la escena como In Materia o los nunca suficientemente añorados Naranja de Metilo. Un disco hermético, para oyentes valientes y capaces de soportar una digestión larga, un disco sobresaliente que es la primera piedra de una banda que cuida los pequeños detalles hasta formar un friso visual (atención al cómplice diseño de carpeta) y sonoro de primerísima calidad.

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