Un trío, dos guitarras y una batería,
las voces y los juguetes vintage. Peabodys te dejan helada el alma.
Hay tanto humo que nadie acierta a encontrar el bajo. No hace falta,
la guía, la luz de emergencia la llega Rafa Domínguez...Peabodys
desangran como vampiros del pantano el corazón de los creyentes.
Buscando un motel abierto, suben el volumen del radiocassette, a
veces me pregunto qué hubiera pasado si Little Richards hubiera sido
un apasionado de los pedales de distorsión o si su lengua fuera un
wah-wah, casi seguro que quedaría una canción como One/44 y
solo llevo dos pasos y ya tengo las botas llenas de barro, Hollywood
st. , unas palmas, el sonido de una inspiración, los labios
pintados y el papel que arde. Historias de la ciudad, la plata que se
acumula, el camino del Rey Amarillo y unas palmadas más. Una de las
canciones más narcóticas que uno puede esperar, como cuando Anita
Lane todavía sabía divertirse a última hora, cuando todas las
fiestas de cumpleaños habían terminado. Physicodelia parece
el tipo de canciones que escucha Alan Moore cuando trata de olvidar
cómo fueron sus años de juventud, antes de la llegada de la
serpiente y el mordisco del aligator. The Otherside busca la
bruma de la última hora de la noche, un poco de Juleel Cruise pasada
de bourbon. Escuchas el melotron y sabes que el Mayor Tom va a
volver, pasó demasiado tiempo volando de pesadilla en pesadilla,
pasado de codeína, buscando la Luna como antes buscamos a Dios bajo
la lengua, a cada lado de la sala sostienen las guitarras mientras
que el bosque se abre a nuestro paso y la voces se empastan como una
sola. Maravillosa Stereo Lover para cerrar.
Un EP que es como un camino añejo,
donde las muescas se acumulan, una grabación que tiene algo de
reptil, sinuosa y llena de capas antiguas pero que relucen al trasluz
de la media tarde. Un gran disco de uno de los proyectos más
prometedores de los últimos años en la ciudad.
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