De la
reescritura de una obra que lleva al artista aragonés a ser un referente como
compositor e intérprete de dos décadas fértiles en la historia de nuestra
música. Nunca han estado las generaciones tan unidas y entrecruzadas, nunca
tantas colaboraciones y muestras de respeto, canciones y más canciones. Y en el
centro de todo, Enrique Bunbury. Su voz y sus canciones, su mirada sostenida a
la tradición, su puño firme frente al progreso vacuo. Y todo comenzó antes de
la llegada del huracán, en el sur, donde todo comienza. El paso cero: Aunque
puede parecer un detalle sin importancia, una indiscreción fruto de un análisis
superficial, está claro que el concepto de Pequeño, el proyecto más ambicioso
hasta la fecha, un disco que sabía que iba provocar sensaciones encontradas en
la compañía y en su público, comienza el día que Enrique Bunbury se vuelve
dejar crecer el pelo. De tecnoboy bastardo de Ziggy Stardust a primer estadio
preRaphaeliano.
Eso y la salida
de Alan Boguslavsky de su banda. Alan estaba inmerso en su proyecto Bogusflow.
Alan llevaba con Enrique desde la grabación de Avalancha con Héroes del
Silencio y su complicidad había sido absoluta en los últimos años, además de
ser parte fundamental en la constitución del sonido de su primera banda
solista. Para sustituirlo Bunbury se fija en uno músico lleno de recursos y una
trayectoria reconocida dentro de la escena más subterránea de Aragón: Rafa
Domínguez. Rafa había estado en grupos seminales de los ochenta junto a su
amigo Sergio Algora, como Tras el Francés, pero su guitarra afilada en las
grabaciones de INK le habían granjeado un merecido lugar como adelantado del
sonido washington en España.Nadie sabía qué se traía Bunbury entre manos, su
primer disco solista no había funcionado tan bien como él hubiera deseado y
alguno de los conciertos de la gira le
habían dejado un sabor de boca agridulce, el viraje se imponia, pero nadie
pensó que fuera a ser así: junto con Rafa
y el resto de los miembros de la banda con la que grabó y giró Radical
Sonora, Bunbury entra a grabar las demos de los temas de Pequeño en los
estudios 55 de Zaragoza.
Es el momento
de presentarlo a la compañía, también de las dudas, no saben si el público de
Bunbury, que había tomado el viraje electrónico con una moderado recelo, iba a
aprobar este salto mortal con canciones de lírica sencilla y que pedían
arreglos orgánicos muy alejados de la electricidad habitual de su banda madre
Héroes del Silencio. Pero Bunbury siempre ha sido un rebelde y no se iba a
detener. Era eso o la nada. Y la compañía sabía que Bunbury tenía el toque, la
magia que solo tienen los grandes. Para la grabación del disco se elige el
Cortijo de Ronda, en Málaga. Es la primeravera de 1999. La banda base incluye a
Rafa Domínguez, Copi en pianos y teclados, Del Morán en el bajo y Ramón Gacías
como batería y asistente de producción. En aquel estudio, Tomás Mateos el
mánager de Bunbury, se lo recomienda, habían grabado los Rodríguez, Joaquín
Sabina o Bjorj. Un especial de la desaparecida cadena musical Sol Música nos
permitió, con la guía del propio Bunbury, conocer algo de los entresijos de la
grabación. Dos momentos rompedores, una sección de metales y una de cuerdas que
grabaron arreglos en un buen número de temas y que dieron ese poso majestuoso e
intenso, muy en la onda de Scott Walker o Camilo Sesto a los temas de Pequeño.
En los créditos, colaboraciones como: Shuarma y Morti, vocalistas de Elefantes
y El Fantástico Hombre Bala respectivamente, amigos de la de la escena
aragonesa como el saxofonista de Justo Bagüeste (miembro de la banda de
Corcobado y líder de IPD con los que Bunbury había girado con Radical Sonora),
Jesús López (guitarrista y compositor de bandas como Club Eléctrico o Lágrimas
de Mermelada pero que en aquellos momentos estaba con su proyecto Malamente,
producido por el sello de Antonio Estación, EDS Sound Division, del que
hablaremos más adelante) o la voz de Eva Amaral.Una de las más bellas es esta
bulería al modo crooner donde aparece por primera vez la voz de Nuria Clavería,
Solo si me perdonas
Antes de la
salida del disco como tal, en septiembre de 1999 aparece el primer single,
El extranjero, en un formato que va a repetir con todos los temas
promocionales del disco: una cara extraída del LP y unas caras b en forma de
versiones o temas inéditos, auténticas golosinas para fans. El extranjero es un
tema que no ha envejecido demasiado bien con el tiempo, pero hizo salivar a
muchos de sus fans con una vuelta a los orígenes: se había terminado la
electrónica y el blues, la copla y, sobre todo, la música mediterránea al modo
francés de Francis Cabrel o el italiano Paolo Conte, rancheras y tango. El
primer convierto de la gira, la primera vez que Bunbury sube con su material
nuevo a los escenarios, es el 17 de septiembre de 1999, en la Sala La
Industrial Copeña de Granada, dentro de la Gira
Generación Ñ que coordinaba la SGAE y junto a Bunbury tocan los
argentinos Suarez y la mexicana Julieta Venegas. El concierto es retransmitido
por Radio 3 y muchos nos pegamos al transistor en aquella época para saber cuál
era el nuevo camino en el que Bunbury había decidido transitar: canciones de
letras sencillas, emotivas, sin recargas líricas, con un distanciamiento
emocional que rompían todo lo que había hecho hasta entonces. Entre las caras B
de aquel maxi, la versión en estudio de El Jinete, un tema de José Alfredo
Jiménez, que había sido registrada en las sesiones de Radical Sonora y con la
que Bunbury terminó su fallido concierto de presentación como solista en el
Príncipe Felipe unos años antes. Germinaba una de las malas semillas
El 27 de
septiembre y en formato digipack, con un estupendo diseño de Zona de Obras,
aparece el disco. En el Heraldo de Aragón se descubre un pequeño secreto,
Bunbury está ensayando a puerta cerrada en la Sala Oasis para preparar un nuevo
repertorio que incluye algunos temas de su primer disco solista, temas de
Pequeño y como apetitosa sorpresa Apuesta por el rockandroll. El tema de los
Mas Birras tuvo el honor de ser el primer y único ajeno que los Héroes del
Silencio grabaron nunca. Pero nunca lo tocaron en vivo, excepto en alguna
prueba de sonido. Además había rumores de que Bunbury se había comprado sendos
trajes, uno blanco y otro rojo en Gazo, una de las tiendas con más solera de la
capital aragonesa, así que con ese material, esa estética y la incorporación a
la banda base de metales y violines, con Ana Belén Estaje en el violín, Javier
Iñigo trompeta y Javier García en
trombón más Luis Miguel Romero, todo tenía muy buena pinta:
La apuesta sube
para sus fans con el anuncio de la fecha de presentación del disco en Zaragoza.
Sería el 10 de octubre de 1999 y lo acompañaba en el cartel otro grande de la
época, Andrés Calamaro. La entrada mostraba a dos remedos de Dylan frente a
frente, gafas oscuras frente a gafas oscuras. Calamaro presentaba Honestidad
Brutal, con el gran Guille Martín a al guitarra y abriría el concierto para su
amigo Enrique. Aquella noche cristaliza una nueva aristocracia en el rock
español, porque el rock español había alcanzado su madurez, los solistas habían
perdido el miedo, las canciones eran himnos y todo sonaba auténtico: por allí
andaba Loquillo y Gabriel Sopeña entre bastidores, en el Jaime Urrutia.
Urrutia, el mítico líder de Gabinete Caligari sube a cantar con Calamaro y
luego con Enrique interpretan un clásico de Gabinete Caligari, de la época de
Que dios reparta suerte, más dura será la caída, también una primeriza Eva
Amaral, a la que Bunbury había producido una de sus primeras maquetas y que
había grabado las voces de una de las canciones que se convertirían en básicas
de su repertorio: El viento a favor.
El Príncipe
Felipe lleno hasta los topes, para el anecdotario, Andrés Calamaro demasiado
extasiado por las circunstancias del momento fue incapaz de subir al escenario
para un dueto que por otro lado sí que se produciría en televisión unos días
más tarde, el 3 de noviembre (aunque la grabación del mismo se había producido
unos días antes del concierto en Zaragoza), en el programa dirigido por Miguel
Bosé de la televisión pública española, Séptimo de caballería, se emite un
monográfico dedicado a Pequeño. Nuevos temas con la banda al completa y
repetición de las colaboraciones del concierto en Zaragoza con el añadido de
disfrutar, por fin, de Calamaro y Bunbury interpretando el tango de Luis César
Amadori y Enrique Santos Discépolo, que en España, por cierto, ya habían
grabado en su momento la banda de Enrique Bartrina, Malevaje. Aquel tango era
Confesión y aquel dueto sonaba así:
En aquella
época eran habituales los discos piratas con colaboraciones o directos de
Bunbury, muchos de sus fans atesorábamos aquellas golosinas, aunque su calidad
sonora dejara en algunas ocasiones, mucho que desear. En las Navidades de aquel
año 1999 Bunbury programa una serie de conciertos en la Sala Oásis, en un
formato más íntimo. Iba a ser un regalo para su club de fans, pero las entredas
se agotaron muy rápido. Corría el rumor de que el sonido de aquella banda, que
pronto se bautizaría como El pequeño cabaret ambulante-en referencia,
precisamente, a su estancia en la sala situada en la calle Boggiero de la
capital aragonesa-era impresionante: un combo perfectamente engrasado y
acompañado de violines, percusión y metales. De una fecha pasa a varias e
incluso hace un parón para actuar a comienzos del año 2000 en el famoso
festival Actual de Logroño para acudir a principios de febrero con sus fans a
la sala Oasis. Aún guardo en una de las cajas fuerte del Hotel Margot alguna de
aquellas entradas, la del 4 de febrero de 2000
Un tema como
este Big Bang del primer disco de Bunbury, abandonado de cualquier ropaje
electrónico, se convertía en un tema más propio del sonido filadelfia de los
setenta. Aquellos conciertos también tuvieron invitados: Shuarma y Morti que
sustituyen a Amaral en los coros de El viento a favor, el reencuentro de dos
Héroes del Silenco sobre los escenarios, el batería Pedro Andreu, empuñado la
guitarra, repiten una colaboración que se había producido unas semanas antes en
México, revisando un tema de la banda de Pedro de entonces, Puravida y el
clásico de Héroes del Silencio, Maldito Duende. La armónica que había grabado
Pedro Andreu en Pequeño había servido para cerrar algunas heridas, y finalmente
el jovencísimo Fernando Frisa, líder de Malamente, la banda por la que apostaba
Antonio Estación, amigo íntimo de Bunbury, desde su sello EDS sound division,
con él interpreta Apuesta por el rock
androll y un tema de Malamente, Para qué, su primer y único LP
En aquella
Navidad además de la aparición de un nuevo cd-maxi con el tema Infinito, una de
las grandes canciones de Bunbury, quizá la mejor de aquel disco, contiene
también un tema de Lennon, Whatching the wheels (habitual en zapadas de los
héroes en las fiestas postconcierto con amigos), un tema incluido en la banda
sonora de la película Shacky Carmine, Nada, dos inéditos y la aportación de
Bunbury al disco Aragón territorio Electrónico. Para la crónica rosa recordar
que aquella Navidad junto a su pareja de entonces, la periodista Nona Rubio,
habían colocado un gran cartel en una de las avenidas principales de la ciudad,
felicitando las Navidades al modo de John Lennon y Yoko Ono. El videoclip de
Infinito tiene dos versiones, la primera en la que aparecen Shuarma y Morti más
el desaparecido músico y periodista Germán Larone y otra, la llamada opción
Garibaldi que hemos escuchado ahora, con la colaboración de un mariachi y la
presencia de Julieta Venegas con su acordeón.
El viento a favor aparece como single en Mayo con otra
mezcolanza de caras B entre las que destacan una versión a piano y voz del
Whobyfire de Leonard Cohen, versiones alternativas de temas conocidos y una
improvisación sonora junto a Justo Bagüeste bajo el seudónimo IPD en la gira
que compartieron con Manta Ray, en los restos de Radical Sonora. Por si no ha
quedado claro es la época más hiperactiva y creativa de Bunbury, recuerda mucho
al David Bowie de principios de los setenta, que no solo tenía tiempo para
grabar sus propios temas, también para producir a otras bandas, como hiciera el
camaleón con Lou Reed o Iggy Pop. En este caso, Bunbury había comenzado la
producción del segundo disco de Malamente, pero desavenencias en la banda paralizan
el proyecto y Enrique se mete a grabar como productor el disco Azul de
Elefantes. A Elefantes los había conocido a través de Morti en un concierto en
la desaparecida sala Morrissey de Zaragoza, presentado su irregular primer LP y
junto a su banda en labores de producción e instrumentación graban Azul, el
primer gran éxito de la banda catalana. El sonido remite ineludiblemente al
Mediterráneo donde encuentran su referencia Bunbury y Shuarma e incluye joyas
como este:
Entre otras colaboraciones,
Bunbury acompaña al Calamaro más tóxico en las grabación de El Salmón, grabando
temas en el estudio portátil del argentino: temas como la Rumba del Perro o All
you need is love (que servirán como introducción para Alicia en directo, junto
con otras como La estatua del Jardín Botánico de Radio Futura o incluso
sobreviviré de Mónica Naranjo), también participa en discos tributo a Serge
Gainsbourg, Triana o Rubén Darío que coordina Zona de Obras. Pone la voz en el
disco Tatuaje, homenaje a la copla, con el alma en los labios, graba canciones
de Radio Futura o Tequila, que se combinan con el EP, El jinete, en el que se
recopilan todos las versiones en estudio grabadas por Bunbury hasta la fecha,
como este tributo a Triana
El tema, el
Jinete, una banda engrasada, graba en el DF, en el Distrito Federal, el primer
disco en directo oficial de su carrera como solista, Pequeño Cabaret
Ambulante que aparece el 17 de octubre de 2000. Destacan las versiones de
los temas de Radical Sonora empapados de alma soul, como Big Bang, Salomé o
Alicia, las versiones clásicas de Confesión o Apuesta por el rockandrol y
versiones de Pequeño, como De Mayor, que sirve de anticipo al disco en otro EP
previo.Un disco, Pequeño,
que supuso un viraje estilístico, un salto al vacío que lo puso contra las
cuerdas tanto con su discográfica como con su público habitual, que le hizo
abandonar Europa para entregarse a los brazos de América, tanto del norte como
del Sur, a sus raíces, que le hizo olvidar las letras ampulosas y componer
desde la sencillez de los sentimientos, acompañado, por cierto, en algunos
textos por el escritor aragonés Michel Royo...la gira dura hasta finales de
2000 por toda latinoamérica y volviendo a España, tocando en el Grec con Adria
Puntí de invitado, parada en julio en Estados Unidos para tocar en Nueva York
con Juan Perro... con la llegada del final de 2000 termina el ciclo de Pequeño.
Bunbury decide retirarse y, armado de un teclado, una guitarra y un bajo
prestado, marcha a la costa dorada para en la soledad del invierno, componer y
maquetar el que sería su mejor disco como solista, Flamingos y la conversión de
su banda en el Huracán ambulante. Pero esa, esa es otra historia. Pequeño es un
disco sin duda para la historia, del que se han cumplido veinte años, hace poco
se anunció la reedición del disco con todo lujo de extras (algunos de los que
llevan circulando años entre sus fans) pero ya antes había generado un libro,
Pequeño (el disco que salvó a Bunbury) una obra muy bien documentada que narra
la génesis del LP y que, escrito por Josu Lapresa editó en 2014 Lengua de
Trapo...también en libros como el de Pep Blay o Diván, editado por Zona de
Obras en el 2000, escrito por Javier Losilla tras una larga conversación con el
rockero zaragozano. También muy recientemente ha aparecido Bunbury, el mundo
sobre el trapecio, que recoge la época inicial de la carrera en solitario del
rockero aragonés, y que muestra algunas de las facetas que hemos tratado de contar
en este Hotel Margot de hoy. De aquella gira el que les habla llegó a ver hasta
cinco conciertos, cada uno era una fiesta, cada repertorio distinto, en una era
de seminal internet los rumores seguían siendo el alimento y las dudas de
Bunbury, sus miedos, el mejor combustible para sus canciones.
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