Son dos viejos conocidos de la escena musical aragonesa: por un lado la voz y la capacidad compositiva de Alejando Mariona (Alx Estige en su encarnación de principios de siglo) y la habilidad como alquimista de la electrónica de Ricardo Ponce (Räro dj en EIDN, la última época de Nubosidad Variable o Louisiana). Cinco temas para un EP que se abre con Galáctica con sus fibrosas vellosidades sintéticas acompañando una voz sobresaliente, una mirada a las cenizas que dejan como huella los monstruos del espacio, tristes en los noventa. Hombre Lobo es un abismo de enanas blancas, una entropía con sonido de fondo, ecos de lo que pudimos ser y que no volveremos a contemplar como fracaso. El paso a Ruido nos ofrece un pasacalles mucho más lúdico, de ángeles que alucinan como devotos de la trepidación de Martin L.Gore y las producciones de los satélites del Carlos Berlanga más tóxico. ¿Es Tino buscando a Billy Boy? ¿Es John Foxx contemplando Europa después de la lluvia?. El tercer tema, Camino hacia la luz es una de esas letras maduras que esperábamos de un compositor de como Alex Mariona, con uno de esos fraseos desbordados, un gen mutante que no se aprende, se recibe directamente de los habitantes de Oviformia o los besos de una bandada de gaviotas. Atmosférico como su nombre indica, como un expedición en busca de la Lemuria perdida, las sirenas soplan al oído de los roland y los fugaces devaneos de M83 con Jean Michelle Jarre. Bucear es volar en silencio, soñar sin miedo a mojarse. Los arreglos acompañan perfectamente la voz y no hay un brillo de más ni un alma sampleada que se pierda...incluso con el aviso final de bombo a negras que promete un directo jugoso y bailable. Sencillamente perfecto. Ricardo Ponce demuestra un manejo en la sala de máquinas que significa una evolución cualitativa en estos últimos años, acercando su paleta a los grandes, cuidando cada detalle. El final para Sol, en contradicción la parte más oscura del disco, entre Azul y Negro y los Iniciados, sabiendo que uno no se convierte en vampiro hasta que llega el día. El resto del tiempo bailas o te inyectas TB-303 hasta que tu corazón encuentra la secuencia correcta para el quinto profeta.
Un disco sobresaliente, pulido con un diamante, fino como una placa de korg recién salida de una caja olvidada en un almacén de Manchester por el nieto de Bernard Summer, en el decimoséptimo cielo hay una parada para estos licántropos. Descubran sus arterias, traen los dientes afilados.
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