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viernes, 7 de mayo de 2021

Lázarus, el ángel que quiso ser payaso (concierto Teatro de las Esquinas, 7 de mayo de 2021)

 


FOTO de Jaime Oriz

Antes de la aparición de Lázarus en el escenario del Teatro de las Esquinas, Virginia Canedo y Anazul debutaron en directo tras publicar varias singles de manera digital. Acompañados a la guitarra por Eduardo Galán aka Draco, conjugaron bases electrónicas con una voz superdotada y el añadido sapiencial de las seis cuerdas, colorista aportación que nos recordó a proyectos como Thievery Corporation o la parte más tropicalista de Stereolab.


La espera se había hecho larga, como todas las esperas. Lo demás es confusión y sorpresa. Por eso cuando Luis Cebrián apareció en el escenario, vestido de negro, parapetado con una guitarra acústica de color alma, el tiempo se detuvo. Por el aire surcaban flechas que se detenían a su alrededor. Era Jacques Brel volviendo de Las Marquesas, era Sam Shepard recién bajado de un vagón de la línea Zaragoza-Canfranc. Era Lázarus, la encarnación enésima y definitiva de Luis Cebrián. Aunando pasado, presente y futuro, solo con el sonido del nylon y la rítmica emocional de arrancarse la nariz roja de Lenny Bruce, atacó un viejo tema de Nubosidad Variable, Pasayo de su LP “Futuro Perfecto” que comienza con “He dejado de ser una larva y me he convertido en el gusano que ves”, y que fue como el tránsito hacia a esa zona donde la muerte se mezcla con los sueños, recordándonos que, con los años, tuvimos que devolver las pieles que no nos cabían. Terminó con un fragmento de otro de tema de Nubosidad Variable, En memoria del esquimal, parecía Germán Coppini visitando con Nacho Cano el lugar donde las trompetas tumbarán las puertas de los palacios de cristal. “Danzad, danzad, hadas, tengo sidral y diazepam para todas”. Fue la última vez, te lo prometo, antes de entonar uno de los primeros temas del proyecto Lázarus, Déjame subir, una polaroid concreta del tiempo que todos pasamos en el motor de un autobús, confundiendo la química con el amor y el cariño con las pieles que nos dejaban huir del invierno. El frío se funde cuando sale a escena Anazul que regala unas líneas de melódica para decorar Congelados, otro de los temas que mejor resumen la puesta en escena de Lázarus, el hombre que permaneció en un bloque de hielo mientras sus demonios arañaban desde fuera, esperando el momento para ofrecer su ternura musical al mundo. La guitarra en primer plano, con el fraseo de uno de esos destornilladores de la noche que reinaron cuando los noventa morían (elijan entre Fernando Alfaro, Javier Corcobado o el primer Nacho Vegas). La elegancia de un hombre solo, micro y acústica por línea es comparable a la valentía de un vocalista al frente de una banda tan potente como la que le acompañó en los temas finales: Suso Lasso en la guitarra solista, Raúl Baquedano en el bajo, Daniel Becerril en las percusiones y la vuelta de Daniel Cebollada, viejo compinche en aventuras como Nubosidad Variable o Louisiana. Cuando comenzaron los primeros acordes de Crisálida el Teatro de las Esquinas entró catarsis, solo unos compases antes de que la voz segara las penas y prendiera los mejores recuerdos, las chispas de los cables, los matices percusivos de Daniel Becerril, la sección rítmica orgánica y desafiante...todo era una burbuja de rock en marmita atemporal. Crisálida es un tema confesional, un tema que sabe a una ciudad que se acabó, a un tiempo que decidimos quemar para salir reforzados. El siguiente tema contó con la presencia de Elem como segunda voz y teclados. Cuando uno ya no pensaba que podría mejorarse el sonido, Elem añadió unos matices muy a lo Mike Garson al sonido de la banda, demostrando una pericia que mezcla lo intuitivo con lo reglado, capaz de llevarse llevar y acoplarse a la manera de un Billy Preston pasado de noches y tabernas mientras la voz sostiene con cierta inocencia a Lázarus. Issa comienza con la fuerza de la guitarra y la voz y cuando la banda lleva el sonido hacia un estadio superior, donde se aprecia la magnífica letra del tema, llena de dobles sentidos y que demuestra la maestría semántica de Luis Cebrián. Aquí es cuando llegaron las lágrimas, con la pandereta, con el “Pero solo quedó en eso/solo quedó en todo/todo quedó en nada/nada porque hay agua”, con la garganta de Luis Cebrián a la altura de los acólitos de Richard Hawley. Es una canción, “Issa”, que funciona a todos los niveles, desde el humo de una cocina de madrugada hasta el escenario de un café-cantante. Los días anteriores al estreno de Lázarus en directo llegaba la grabación en estudio de Gracias por todo, quizá el tema que más lo emparenta con el autor de “La gran broma final” con más coherencia pero menos capacidad mediática. Con esa capacidad de autoparodia “incluso por el día que casi conozco a Bono” que emparenta con los devotos de la religión de los Panero, con un piano y una percusión monótona velvetiana que se transforma en acidez de las dos dulces mujeres: Kane y Jane. Lázarus es un proyecto que tiene tantos niveles a nivel de escucha y lírica que resulta imposible diseccionar y es mejor disfrutar el hechizo completo, las voces, las palmas y la distorsión...el cierre, como no, una versión con banda de un tema mítico, Órbita de Nubosidad Variable, un tema que ELEM ha llevado a su terreno en una reciente grabación y que en este caso funcionó con un dueto que iba más allá de la distancia tonal y entraba en al generacional. Órbita es heredera, como muchas otras cosas, de la inocencia lunar, de los tiempos sin más redes que las de los circos ni más amigos que los que podías abrazar todos los días y por eso es perfecta muestra de la capacidad melódica de un combo que pudo haber reinado y que prefirió la amistad al fracaso con retardo. Decía el viejo Bob, “Debe haber una forma de salir de aquí/le dijo el payaso al ladrón”. En este caso, no sé quién era el ladrón y quién el payaso. Pero está claro que la tormenta fue perfecta.

sábado, 13 de marzo de 2021

Celebración del trance profano de Les conches velasques (Repetidor, 2021)

 

Les Conches Velasques presentan su segundo LP, “Celebración del trance profano”, una impactante sucesión de mañanas con sabor a pólvora y temblequera programada. Virus que anima el limbo donde el cante se reparte entre la voz de sangre de Pete Simonelli y el sitar de Gualberto. “Cosas de usar” es la repetición curso tras curso, mano tras mano de una edición de Cátedra que sobrevive al reciclaje en una planta de papel que intoxica de cal blanca el alma de los ángeles. Un califato de sonido acompasado para oídos preparados y que de palmas los huesos quedan descubiertos, como una cabalgata con un loco doctor que busca una tormenta donde conectar su gólem. La electricidad de “Fluorescencia” es fractal, se repite como capas de luciérnagas mutadas en una distopía olvidada en los libros de historia. El acorde repetido tiene algo de lamento, de laberinto sin asfaltar, donde el animal lleva los cuerpos de tauro remendados. La neurosis es afonía de niñas desangradas por el sporothrix que se enamoró de su corazón y avanzó por sus venas hasta llegar al lugar donde el sexo se mezcla con la melodía: es una “Emergencia” en el cielo cuesta distinguir el temblor de las visiones de la epilepsia del amor. Quiebra y quiebra de nylon al electrón somatiza la muerte. En el interior se condensan los versos y como versos fallidos gotean sobre los riñones. Nadie encuentra calma en el “Laurel”, resina y exceso de mar, como en una procesión pagana donde todo el mundo pregunta, clavándose agujas, ¿Qué es eso que reluce? En "W" hay algo de esa abstracción melódica de los primeros tiempos de El Hombre Burbuja, quebrado el tiempo de los valientes, la repetición de una grabadora: golpe de traste y el día como círculo del tiempo, el vaso como espejo de la sed...la obscena variedad de elementos de percusión que abrazan la voz convierten los temas en una dualidad onda-corpúsculo que deja los vinilos como arcillosos elementos del futuro frente a un Cubo de Leslie mientras uno imagina a Dewan Motihar sampleando la voz de Enrique Morente para fundirla con las manos. Lengua y vida, que la muerte es algo que solamente deja suciedad en el exceso y freno a los mares. "Mahmouna" es un viaje de piedra negra, desolado e inerte, de palmas que agrietan desiertos. El final con “Geografía”, nos llevas desde la Catania de Uzeda hasta una cierta deformación de granítico folklore aragonés, cuerdas de bajo y acordes al aire para ver cómo la nieve arde, tierra que de sangre sigue sedienta, como en una rabaleda del Tuerto de las Tenerías.




Hace décadas que nada me había impactado tanto. Desde Sr.Chinarro envasando óperas o la JR amamantando cadáveres de adictos a botellitas de anís, la absenta que destila Les conches velasques tiene parte de menta y parte de ajenjo, es una amalgama de rítmicas que piden paganismo al que reza y fe al que nunca ha rezado. La vida del que vive es una vida distinta. De lagartos que vienen por la noche a devorar a los hombres que no sueñan.

domingo, 17 de enero de 2021

Las canciones de LUX, entre la pista de baile y el sacrificio sintético

 

En Lux hay una mezcla de los Cocteau Twins más tóxicos con ese aullido de la Magdalena que Nacho Serrano, productor, conoció en su época de rumba. La manera en la que las palabras se escupen saben a sangre porque tienen acordes de cuchillas, tienen formateos y fraseos herencia de PXXR GVNG cuando comenzaba su viaje a Islamabad. Como si la vida fuera una mixtape, cada percusión tiene algo de síntesis y algo de orgánico, algo de enfermedad y de placebo, adicción a la Merca-donna, a nuestra Señora del Cierzo, a las guitarras eléctricas, a las preguntas que su erupción pero también hay cromosomas salvajes que demuestran que la medusa de Annie Lennox se puede modernizar. Música para una replicante a la que cargaron los recuerdos de Donna Summer y le redujeron la rítmica del corazón al pitch más bajo de vocoder. En otros momentos es como volver al instante en el que Kylie Minogue le sostuvo la mirada a Nick Cave y se dejó implantar una mala semilla sin dejar de bailar un solo instante. Entre la brillantina y la sangre, la pista de baile se queda lista para un arrebato que nos permita reconciliarnos con las sacerdotisas de Baal. Puede que Lux sea lo más excitante que la ha pasado a la escena aragonesa desde que Will Spector y Los Fatus grabaron la maqueta de “La vuelta a casa”

Desde el Interior, más estramonio y hiedra venenosa, bombo a negras, por favor.

Más música en su canal de Youtube

Soundcloud de Lux