Va más allá de una simple ensoñación
basada en un partido mítico, más allá del dónde estabas tú
aquella tarde, de una manera lúcida, teje una historia, la de un
equipo, que es mi equipo, por los años y los sufrimientos. No es una
humorada aunque el trazo nos lleve a la comicidad heredera de los
artistas del Jueves, no son aquellos álbumes de Eric Castel que
leíamos cuando se acababa Iznogould ni, por supuesto, tiene nada que
ver con los mangas de Tsubasa Ōzora (Oliver Atom para los no
iniciados),
todo lo contrario, Óscar Sanz remueve corazones con
sencillez, buen gusto y una documentación de la época que me ha
dejado completamente impresionado: la impagable escena inicial con
Miguel Beltrán y Valeriano Jarné es antológica, como también la
de la negociación del gran Zalba con la gente de Newell's Old Boys
para fichar a Sirakov, el señoritingo de Andreas Brehme (yo la
historia la recordaba de otra manera, Brehme jugaba en el inter de
los alemanes en la banda y cuando ya no pudo más, Víctor Fernández
lo puso de organizador, ni por esas), Solans hijo avisando de la desidia posterior...el álbum rescata la ilusión que todos
teníamos con Sirakov, los parches de Iskrenov (aún conservo el
cromo arrancado del mundial 86 con el que jugaba antes de que
existiera el PC Fútbol y mucho antes del FIFA), Crespín u Ordiales
(que era el bueno, Poyet era el malo),
mi padre explicándome que
Juan Señor jugando de libre era una locura, que era demasiado
bajito, y los siete que nos metió el Madrid para dejarlo claro, el
momento de gloria para el malogrado Sergi (es preciosa la página
completa y el recuerdo que hay para él, de lo mejor del álbum),
otra manera de ver el fútbol, como la cena del equipo y cómo
después de vacilar a Solans por Iñigo Lizarralde es el mismo Solans
el que les trolea, Los cigarrillos fumados en la banda, Avelino
Chaves recordando que trajo a Arrúa, el carismático Esnáider,
niño grande y salvaje, Ildo Maneiro, la promoción contra el Murcia,
el partido de vuelta en el que Víctor Muñoz corrió como un mihura
de por todo el campo (aquel partido yo estuve en general de pie, como
mi padre,claro), Pedro Herrera jurando por su hijo Ánder, las
semanas que estuvimos a punto de fichar a Brian Laudrup, el corte de
mangas de Chilavert (yo estuve el día del gol de medio campo tras el
penalty), Nayim, Cáceres y Aguado, Santiago Aragón, el profesor
Pardeza..el chucho Solana y Alberto Belsúe...
Solo me ha faltado un
instante, aquella estampa del presidente Solans embutido en la
camiseta del Real Zaragoza, en mitad de la Romareda, camino de
aquella final.
No es solo la historia de un partido,
es la historia de un equipo, de una época, para los que nacimos a
finales de los setenta, que vivimos junto a nuestros padres, lágrimas
eternas, belleza absoluta. Cuando uno se acerca a un libro esperando
una historia plana más y se encuentra un desarrollo ágil, un
anecdotario que hila todo el conjunto, mezclando la intrahistoria con
lo mediático, las bilis con las lágrimas, uno disfruta como he
disfrutado yo, que abandoné el zaragocismo hace años, pero siempre
guardo sueños y tengo preparado el corazón para el aguijón de la
avispa.
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