Trino eléctrico para la última noche
en la tierra esta sorpresa de Da Loma. Da Loma es un personaje
mutante. Ha estado en las sombras, ha bebido lágrimas de éxito y se
ha inyectado la bilis del fracaso de algunos de sus mejores acólitos.
Hoy, libre de querubines pasados de mescalina y de unicornios que
friegan los arrabales de los imperios bárbaros, desarrolla una
carrera en solitario donde la lírica tóxica se mezcla con la
brumosidad opiácea con una disolución salina que sirve de
continuidad. Hace lo que quiere y cuando quiere. Sorprende ahora con
cuatro temas víricos en su concepción y desarrollo que, aunque nos
dejan fácil a los críticos las referencias, tienen un poso
nutritivo que a mí, personalmente, me ha dejado soprendido. Se abre
con niebla que dejan las lágrimas del mayor Tom al condensarse en
las puertas de Tannhauser, se llama “Millones de kilómetros”
y es como si la guitarra acústica de Sergio V. dejara entreabierta
su ventana, mirando hacia la luna y Sergio, selenita de Yukón,
descendiera para salvarnos con un disco de Spiritualized bajo su
antena principal. Voces y voces que corrompen, porque la ausencia
duele tanto como el recuerdo y la distancia es una forma que tiene el
sistema métrico de evitar el olvido. Trescientos veinte tres
segundos bajo la Vía Láctea, con la rítmica perezosa del que
alimenta con láudano los motores de su nave espacial. “En vela”
son dientes negros de besar razas ajenas, de compartir sus vicios un
segundo antes de ponerse la escafandra. La rítmica de este tema es
como un ralentizar la vida, con percusiones sacadas del corazón de
Half Japanese y las guitarras vibran en la frecuencia de My Bloody
Valentine. Ciencia ficción para colgados, Philip K. Dick colgado de
ácido explicándole a Stanislaw Lem que la luz que parpadea en la
consola del módulo es el alma atrapada de la primera mujer que nos
amó. Después de la hipnosis llega la pesadilla, el hijo que mete
los dedos en el enchufe y “Soñando con ovejas eléctricas”
enuncia la ley cero de la psicohistoria, orbitales y
estadística cuántica para guíar nuestras vidas. Una vida de
canciones que termina con “Sueño desafinado”, como
un efecto de sonido sacado de un vinilo del rastro, un sampler de un
infante jugando con un casiotone de tercera comunión. Trino
eléctrico para la última noche en la tierra esta sorpresa de Da
Loma.
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