¿Qué hay en los peldaños de este
libro? ¿Quién espera arriba? ¿Quién se ha quedado en la parte de
abajo? Los versos de Sebas Puente son el resultado de un cincel
robusto que juega al despiste, eliminando broza y buscando el
laberinto en el inexperto que se acerca al libro silbando
“Introduciendo un vacío impecable/en los bronces y las
conversaciones”, como el Cohen de Tower of song, el salmo apócrifo
y urbano reluce como una pepita de oro: “Cómo podéis dormir
tranquilos/cuando es el cielo/lo que esperáis”. Como un ángel de
Handke y un desesperado forajido de Sam Shepard, Sebas captura
“Alguien tendrá que hacerse cargo/de nuestras próximas
apariciones” y devuelve el gris aletear de los pájaros sin nombre
y los monstruos que se esconden bajo los puentes, ministerios vacíos,
ciudades vacías, cuerpos vacíos “Abandonamos nuestras
habitaciones/para buscar un espacio nuevo/desde el que observar sin
ser vistos”. Una espiral se convierte en una cinta de Moebius donde
se confunden principio y final: “Las palabras y la vida/no hacen
contacto, fallan”. Entre las cúpulas y las figuras, entre el pan
dorado y las columnas que rascadas arrojan el poco gusto del
policromado, como si la visita fuera a Astaroth “Varias estatuas
que custodiaban/la entrada principal de la ciudad/han sido abiertas
siguiendo el surco/de sus principales vetas”. El alcohol y el
viaje, las estampas de Hopper, terminales de autobús y tren, la
huida como un empate con la vida: “Puede que consideremos una
retirada a tiempo; /puede que, después de todo, conquistemos/una
apurada victoria”. Sebas ahonda en la sociedad de fantasmas, en la
vida de los ausentes, hay una compañía invisible con la que
compartir alivios momentáneos: Una mujer, un amigo, las palabras:
“En los días de asuntos propios/dejamos que el ambiente se
enturbie/y bebemos a conciencia, /pagando, cuando hace falta,/precios
desorbitados”, esa compañía sobrevuela el libro, lo hace cercano,
alimenta: “Porque desde hace meses,/nos movemos en silencio por la
casa y asentimos/ante cualquier pregunta”. No hay sed suficiente
para todo lo que falta por celebrar, sea un espejo, Man Ray o
Cadaqués.
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