Todos los raros fuimos al concierto... pero no al de John Boy, preferimos a Eduardo Zubiaur y a su nueva encarnación como AER. Era en la Ley Seca y lo organizaba la nueva productora de conciertos Gustaff Room Lives. AER, Eduardo, guitarra española en mano, abrió el concierto con Todo se puede arreglar para continuar con Santos. Efluvios rumberos para un narrador ecléctico de las miserias y las luces de la humanidad. De fondo las imágenes de un Berlín modernista ahogado tras las sombras chinescas de los estados transitorios. Después de Negativo, Los 30, impresionante reflexión de la postadolescencia. No hay un talento como él en Aragón, Eduardo Zubiaur con un dominio absoluto de su voz, sólo necesita del acompañamiento de una guitarra de palo para reivindicarse como un intérprete y compositor sobresaliente. Tocó una hermosísima canción dedicada a Madrid, la del exilio autoimpuesto y las esquinas de La Latina, recicló las obsesiones del solitario en una tenue e hipnótica Maratón para cerrar los nuevos temas de Vegija de Pez, su primer disco como AER, con Una vida está esperando, que, con una base lanzada desde el ordenador, regaló matices de baile a la propuesta. Un par de pinceladas más en los arreglos y en la instrumentación y la intensidad lírica hubiera sido histórica. Tenemos ganas de ver a AER con los Recuerdos del Futuro para poder comprender y paladear la propuesta al completo. En los bises, algunos sueños cumplidos para los que éramos demasiado jóvenes en el momento de la cresta de la ola, cuando El Polaco era una referencia y nadie le tosía en imaginería y originalidad en la música aragonesa: primero Gustavo, el primer teclista de la banda, subió para acompañar a Eduardo al piano en la mítica Luna, después llegó Coche, como un éxito incuestionable del andergraunz patrio para terminar el éxtasis circense con Hit. Gracias por los regalos, gracias por las canciones.
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