viernes, 23 de agosto de 2013

Commit to the ligth de The Patinettes (Autoeditado, 2013)

Llega a mis manos el segundo LP de la banda aragonesa The Patinettes. Si el primero era un catálogo deslumbrante de canciones apoyadas en una voz maravillosa, este segundo se abre con el regusto a costa oeste de los pianos de This time we will fall in love que parecen espolear la garganta de Patricia Destoky y los metales que aparecen para abrazar la vida en forma de canción redondean un tema donde parece que Carla Thomas vuelve a sus años en la Stax. Killed us es un requiebro, te rompe en menos de un minuto y medio la cabeza: vampiros, como si Janis Joplin fuera la cantante de los Banshees...y de pronto aparece una armónica luminosa para devolvernos la carne y la tierra, se llama The sun of your eyes y Alberto Matías toma la voz solista siguiendo el camino de Steven Earle en la búsqueda del último polvo del camino, los coros de Patricia, como una Linda Rondstadt a la orilla del Ebro. All your remains maneja un tempo potente, de Carly Simon a Emmylou Harris. Y llegamos a Waiting for the last train, maravilloso ejercicio de estilo, pivota entre la parado de Lee Hazlewood y el revival rockabilly de los ochenta...bien, si lo pides levantaré mi copa y brindaré por la gente que se fue. Impresionante A discoteque song, con el efluvio Honky tonk y esas guitarras punzantes a lo Credence Clearwater Revival: la luna está sobre nosotros y luce esplendorosa. Let´s get lost es un maravilloso tema de voz perezosa, una nana imposible para evitar que el día termine. Un acordeón, unas escobillas y el piano, siempre ese piano que ha estado en todos los sitios del mundo y ha vuelto para contarlo. Un guiño al powerpop anglosajón en Girl made of Cinnamon para acercarnos al final en Down&Down, un resumen perfecto de un disco sobresaliente, lleno de especias olorosas, de juegos malabares con la mejor de las armonías...un verdadero placer, como el cierre delicado de We are the wind lights, una demostración palpable de que no hace falta más que una voz y una guitarra cuando las canciones son buenas. Silbemos mirando el amanecer, son los últimos placeres de esta vida.



Da la sensación que en este segundo LP The Patinettes han abandonado el soul y la música negra, mucho más presente en su anterior grabación, para entregarse a los brazos de John Fogerty y su culto a las Vírgenes del Pantano. Pero The Patinettes siguen siendo una de las mejores bandas que hay ahora mismo en Aragón, por su versatilidad en los arreglos, por el buen gusto en la composición y un acabado formal en el estudio que los hace realmente recomendables.  

The way the trees are de Big City (Gran Derby Records, 2013)

Búsqueda, un pasillo larguísimo y cientos de habitaciones a los lados: en una duerme el hombre de la pandereta, en la otra un arlequín abrazado a su moog, más adelante el señor medicina lleva colgado dos toms del cuello... al final los árboles se agachan y te dicen: bienvenido.


El nuevo disco de Big City se abre con Hello Winter, donde todas las piezas encajan en una postal perfecta que sirve como declaración de intenciones: guitarras empastadas, los teclados que se rebelan en un sonido polisémico para pasar, sin solución de continuidad a A whole new level of suck, de cristales cortantes en la boca a la la calidad acústica de (They had) beards, donde los pianos y los violines elevan la oración a Stephen Stills una vez más. La sutil reverberación de My fondly Fahrenheit tiene algo de inditrónica escandinava, de aguanieve entre los dedos, un acierto, la verdad. Cerrando la cara A, el instrumental The Future. Le damos al vuelta al vinilo y entramos en la parte más británica del disco, Your war games, con ese tono de vodevil de los años noventa. El menú es variado y es fácil adentrarse en los rescoldos acuáticos de Better badges, el aderezo de ácido eléctrico de The useless sea o la miniatura espacial de Sandy Denny Called. Abordamos la parte final del disco con Dear tourist, en la línea del manual perfecto del compositor de canciones, como una habitación ordenada, la habitación de un treintañero harto de sentirse un adolescente. Cuando uno llega a Green lips parted piensa que debe tomarse un descanso, beber una copa de vino y dejar que las canciones buenas se defiendan solas, que no hay nada malo en pensar que Gram Parsons era lo más, que el folk es el jugo de la vida y que embotellado puede servirse tibio. Llegamos al final, bajo la puerta entran y salen, van muy deprisa, solo necesito las teclas del piano para dibujar el mapa. Buscando la palabra salida encontramos Ants y cuando pensamos que ese pasillo es el último alguien trae un viejo magnetófono de cinta abierta y nos dice: haz lo que puedas. Espero que estéis preparados, porque el viaje va a ser largo: Falls on big city.

Un disco, que como el anterior, Celebrate it all, hay que ir preparado, con hambre de melodías y sin miedo a la polintoxicación. Si en Celebrate it all había un pulso urbano reconocible, en The way the trees are los caminos son más abiertos, de la ciudad dormitorio al resguardo rural, es un disco de recovecos, de puntos de fuga y búsqueda del tesoro.


La banda de Javi Vicente lleva años facturando discos de producción cristalina, llenos de esquinas punzantes y remansos bucólicos, siempre con la mirada puesta en un pasado mítico, pero sin dejarse llevar por el mezquino combustible del revival. Un universo propio, donde lo que realmente vale es la canción.