martes, 20 de noviembre de 2018

La noche del becerro de Gabriel Sopeña: Un viaje en el tiempo

Gracias a Gabriel y Antón por ayudarme en el camino.


Resultado de imagen de la noche el becerro gabriel sopeña
La noche del Becerro de Gabriel Sopeña


Gabriel Sopeña ya era doctor en historia, había grabado un puñado de discos y sus primeros poemas habían aparecido en la revista Andalán. Pero La noche del becerro es su primer libro de poemas, llegamos a mitad de los noventa con un libro clave, un libro que es majestuoso. La primera edición aparece en el año 1995. Gabriel Sopeña le pide a Javier Losilla, uno de los grandes periodistas de la época que escriba en la contraportada. Losilla habla de palabras rabiosas, de oraciones y de plegarias. Veamos pues si tenía razón:

La vida de Gabriel Sopeña en el momento de publicar el libro: “Había abandonado la docencia, ya no me incorporaría hasta el año 2000. Solo me dedicaba a la música. El Frente estaba vivo aún. Hacíamos conciertos, vivía en Barcelona (la Gran Barcelona, universal y cosmopolita, no la de hoy), en Latinoamérica, en los Estados Unidos, en escribir con y junto a Mauricio, pero es verdad que el Frente me comenzaba a pesar como proyecto, porque mi visión era ya muy amplia.”

En aquella época dirigía la editorial Olifante Antón Castro y no es casualidad encontrar en las anteriores entregas de la colección libros como Seré breve y parecerá que no te amo de Magdalena Lasala (a la que une una relación muy especial con Gabriel Sopeña que quizá no mucha gente conoce, sensibilidad compartida y una poesía con muchos puntos en común, además de una admiración mutua), En la noche más transparente de José Luis Rodríguez García (admirado por Sopeña y autor de la letra de Cass que popularizaron los Mas Birras), Abisal Cáncer de Miguel Labordeta (sobre cuya obra Gabriel trabajaría años más tarde) y tras la edición aparecen libros de Ángel Guinda y Manuel Estevan y también de Jesús Jiménez y Sergio Algora. Resulta curioso repasar la salida de esos libros cronológicamente y cómo marcan un proceso de cambio en nuestra poesía aragonesa.

Hablamos con Antón Castro: “Recuerdo que era el primer libro de Gabriel y que lo trabajó mucho, estaba muy ilusionado. Le dimos muchas vueltas a la edición, una experiencia muy bella para los dos, se creó una gran complicidad. Hacía y hace una lírica llena de sensualidad, de refinamiento y de ecos culturalistas, con extravíos hacia el misticismo, la antigüedad, el amor y los viajes. Ya entonces le interesaba mucho introducir en su lírica ecos árabes, el poso de la historia de las religiones y la arqueología. Ya entonces estaba fascinado con la obra de Luis Alberto de Cuenca, especialmente 'La caja de plata', creo recordar.”
Cantores (El frente)

El libro: Las palabras y las canciones

Algunas pistas solo para entendidos: el subtítulo del libro Poemas y canciones de viaje y carretera (1990-1994) lo emparentan claramente con los dos discos que ha publicado a principios de los noventa con su proyecto El Frente: Otro lugar bajo el sol y Barcos. Sobre todo con el primero, en el que la huella de Jack Kerouac y la revisión del Eclesiastés, de la Biblia, casi concebido como un libro de carretera y amor alimenta sus poemas. Pero en Aragón teníamos el desierto de Monegros. También sin duda en poemas como El libro de las palomas que se abre con una cita del Cantar de los Cantares ese libro de la Biblia que siempre resulta chocante por su sensualidad nada contenida.

Como nos cuenta el mismo Gabriel: La clave son las canciones. Muchas se perdieron en el camino; pero otras tomaron forma en la carretera. No hay compendio. Los poemas están escritos de intento. Las canciones, no_: se iban demorando, corregía y recorregía... Faltan muchas

Guardé tu prenda con referencias Marruecos, el Magreb que había alimentado las palabras de William Borruoghts o Paul Bowles...incluso ecos de la banda Proscritos (José Lapuente, letrista y poeta, tiene una relación intensa con Gabriel en aquella época) y su Viajar. La Menorca que remite al Mediterráneo idealizado de Robert Graves o la isla de Hydra donde huía Leonard Cohen, la cultura clásica en No hay luciérnagas en Grecia. Hay arrebatos de experimentalidad casi heredada del Alberti de Sobre los ángeles/Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos en Intento frustadísimo en favor de Cecil B. De Mille , la herencia de Cohen se hace presente en la maravillosa Versos de Bourbon o en canción imposible. Hay culturalismo, sensualidad, miniaturas y salmodias, hay amor fraternal, reflexiones y salvajismo.


Algunos de los poemas que aparecen en el libro terminarán convertidos en canción como Lisboa (que había aparecido en la voz de Loquillo en el primer disco de poetas, La vida por delante) o Nunca he despertado junto a ti que sería parte de un disco maldito, Mil kilómetros de sueños, editado en el año 1998 por la discográfica PICAP. También hay algunas más, como nos cuenta Gabriel: “Te he marcado las canciones que tenían música en origen en rojo. Te adjunto maquetas (ojo: inéditas totalmente: las tienes tú ahora, y sólo tú. Alguna en directo –Dame una noche, con Mauricio a la segunda voz y yo a la guitarra y la voz; Me llamaste amante, en la desaparecida La Ruelle, en 1994-, otras en un hotel (Bandera Blanca), otras en directo en el estudio, a deshoras... Esa es Versos de Bourbón, que interpreté al piano que no la tengo en este ordenador). Sombras en la luz no está maquetada. Nunca la toqué. La compuse con un sitar.


La salida, las reseñas, el impacto

El libro contiene una fotografía de Gabriel Sopeña, un rockero joven, un poeta, recuerda aquella sesión tanto Gabriel como Antón: “Recuerdo con mucho cariño que quedamos a hacer una foto con Rogelio Allepuz, jefe de fotografía de 'El Periódico de Aragón', y pasamos un rato de muchas risas. Rogelio, que es rapidísimo, disparó casi antes de que se diera cuenta. Gabriel, como en el chiste, "Ya está, Rogelio, mira qué no soy fácil de retratar".

Gran respuesta de crítica y público, el ABC de José María Barrera se hace eco, recuerda también Gabriel y Antón: “Recuerdo también que yo iba a buscar las pruebas en Cometa, en la carretera de Castellón. allí tenían un maquinista, Antonio, que cuidaba mucho las ediciones. Bueno, él y todo el equipo. Recuerdo que fue uno de los libros de los que estuve muy pendiente y tuvo bastante eco, entre los críticos y entre la gente de la música. alguien escribió: "La elegante voz poética de Gabriel Sopeña".

Y Sopeña: La presentación, que yo recuerde, me la hicieron Trinidad y Antón. En la Biblioteca de Aragón y canté después con Mauricio. Y la crítica fue, a mi juicio, excesivamente generosa con el libro. Hice presentación también en Barcelona (yo, prácticamente vivía allí. Al menos cuatro días por semana). También hubo buenas críticas; pero no sé si las conservo... Le preguntaré a Magda Bonet y Alberto Manzano, que a lo mejor las conservan”.
La razón de La Noche del Becerro como canon y salto cualitativo:

Sopeña pues es un enlace generacional, es una generación en sí mismo, en realidad. Une a Magdalena Lasala con Sergio Algora, la poesía y el rock, lo culto y universitario con la armónica y la toxicidad de la noche.

Pero lo que hace a este libro canónico para la poesía aragonesa es su valentía, su mezcla de colores y aromas, Gabriel Sopeña mezcla la tradición que viene de Julio Antonio Gómez y, más cerca, de José Luis Rodríguez García, con la poesía beat (quizá lo más evidente desde fuera), pero también con elementos de oriente y retazos anglosajones. Gabriel Sopeña se encuentra en la encrucijada de su vida, ha apostado por el rock y el rock no le ha sido venturoso, así que vuelve a lo básico, a la palabra y a la construcción como amanuense de unos versos que son memoria y también guía para un lector que se acerca a ellos con curiosidad y emoción.



domingo, 23 de septiembre de 2018

El don del vuelo sin el arte hermano del aterrizaje de Tachenko (Limbo Starr, 2018)




Unas percusiones sintéticas, la melancolía de los teclados, Gafas de sol es una apertura perfecta, para LP y para directo, en la que se revisa melódicamente a las bandas de finales de los ochenta, las que ya eran maduras cuando nosotros éramos jóvenes. En este disco ya se avisa desde el principio que habrá que masticar y habrá que contactar con los espíritus presentes y ausentes. La primera postal abiertamente cotidiana en la trayectoria de Tachenko, Domingo de resurrección, con xilófonos y coros, de nuevo ese acercamiento cada vez menos oculto a la lírica de Serrat, con esos arreglos que parecen despistados y resultan laberínticos. Ese residuo amargo que trae la distancia, un poco Nouvelle Vague y un poco negros cielos en noches de letanía. El single de presentación es Rápido, que casi contextualiza el disco en su propuesta: tradición y estribillo, pero escorzo con la sobriedad del texto y el arreglo, una segunda cápsula de efervescencia controlada. La voz de Vinadé alcanza su máxima emoción en temas como Los estilos, cuando se acerca a la épica de las bandas sesenteras que erigían su leyenda a base de EP´s y producciones de Trabucchelli, jugando con las orquestas sintéticas que siguen utilizando tubos de vacío que florecen como amapolas en mitad de un estudio. Suave conmigo: aspergios casi de americana, momentos de lúdica reflexión, sábado al acabar la tarde, ritmo que invita al baile, fuera de la ley, cuatreros del pop con mucha hambre de noche todavía. Aparece ahora la trepidación rockera en Justo y necesario: que los emparenta con compañeros de generación como La Habitación Roja, en esa afónica combinación de espacios y sección rítmica, incluso en esa inflexión de la voz que suena a mañana de viernes. El solo de sintetizador vuelve a demostrar que aquí las capas y los antifaces son intercambiables pero al final queda la sonrisa del nylon y el eco de una banda para la que todo son espejos que devuelven caras guapas. Dos extraños nos devuelve a los Tachenko más clásicos. Los más pegados a su propio libro de estilo. Madurando a base de pastillas legales y ritmos pop, como en los tiempos del Coche Real, Dos Extraños está llamado a ser un nuevo clásico en su repertorio en los próximos años. Y todos sabemos que sacar la cabeza entre semejante puñado de candidatos tiene mucho mérito. Los santos protectores, el masticar fronterizo, Calexico y los Tindersticks pasados por la imaginería del mariachi, la lírica de Sebas Puente se revisa a sí mismo, reduciendo las imágenes y atrapando la sencillez Coheniana cuando abraza a las vírgenes con humor. Desértica como aquella banda rosácea en la que ahogaba sus penas Chris Hillman, La pena capital ofrece algo confesional y sagrado, como el perfil de la banda a contraluz, los hombros muy juntos, haciendo una ofrenda a la música calmada. Nos despedimos, se despiden más bien, con una pieza excelsa, una de las mejores letras del último pop aragonés, como sin licuáramos las despedidas en tres minutos de canción pop, como si lixiviáramos el recuerdo en melodía y arreglo, en voces y redobles. Los listos es Emoción para concluir el disco más ecléctico de Tachenko, picoteando en estilos y agrandando la paleta sin más ínfulas que la diversión y la pasión de amanuense, voces, guitarras y la instrumentación como esa mezcla de hierbas y especias que hacen más sabroso cualquier estofado.