Que Eduardo Zubiaur es uno de los mejores compositores de canciones que tenemos en Aragón es algo bastante sabido. Desde que fue la cabeza visible de aquel maravilloso sueño que fue El Polaco hasta su última encarnación como AER, su voz potente enhebrando melodías perfectas y letras hipnóticas ha servido para inundar de emociones la vida de muchos de nosotros. Después de unos largos años de espera por fin tenemos entre nuestras manos el primer LP de AER, construido a través de una estructura de banda de pop-rock pero con interesantes y bien elegidos arreglos cuerda y voces etéreas. El material de base, las canciones, son de un nivel superlativo, como Todo se puede arreglar, trepidación para una voz desnuda, que se siente poderosa, que selecciona las palabras encajándolas en la melodía como alguien que no conoce las aristas. Que el segundo tema sea Coche, que muestra su enésima encarnación, inundada de violines etéreos y trepidación emocional, masticando la emoción hasta convertirse en parte de nosotros. Y seguimos en el viaje con De verdad, que comienza juguetona para intensificar el discurso hasta casi lo épico, rompiendo con el pop estándar, entrando y saliendo como un mago armado de guitarras. Sabías que tiene el punto de ensoñación que emparente a AER de manera natural con Miss Tragedia (lírica de carrillón y vals extraído de los cuentos), no en vano Patricia Ladera se encarga de los coros junto con Luis Cebrián. Rumba eléctrica, un nuevo filo en el rostro de AER, que suena desbocado, como un chamán urbano, Tanto te dirán, que ya había sido rodada estos años en directo, elevándola ya casi a clásico inmediato. Eduardo Zubiar profundiza en su lado más lírico, más lorquiano, con Ser o no ser, pulsando las cuerdas con la sangre que se filtra a través de la luna, otra canción monumental, carnosa, superlativa. Otra canción antigua, 204 años, grabada siguiendo las guías de la fanfarria y el arreglo circense, si antes hablábamos de chamanismo, ahora nos recuerda a el flautista de NeoHamelin. Una pincelada de pop clásico, Me duele, con unas voces geniales de Luis Cebrián, y a continuación Doble filo, con una dulzura clásica de piano y guitarra acústica que nos recuerda a Luis Alberto Spinetta. Con violencia sureña hace su aparición Aprendiendo latín, que enarbola el sintetizador mántrico mientras burbujean los arreglos y las segundas voces. El cierre con Una vida está esperando, cruza la acidez con el ventilador, casi un canto brumoso de madrugada, una voz que agrieta la oscuridad para que entre la luz del sol...tan hermoso que casi duele.
La magia de AER, de Eduardo Zubiaur en general, es que no se pueden establecer comparaciones con nadie, porque él se ha convertido en una referencia. Acerquen su cuerpo, déjense embriagar por su fragancia. AER, simplemente AER.
La magia de AER, de Eduardo Zubiaur en general, es que no se pueden establecer comparaciones con nadie, porque él se ha convertido en una referencia. Acerquen su cuerpo, déjense embriagar por su fragancia. AER, simplemente AER.
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