viernes, 23 de agosto de 2013

The way the trees are de Big City (Gran Derby Records, 2013)

Búsqueda, un pasillo larguísimo y cientos de habitaciones a los lados: en una duerme el hombre de la pandereta, en la otra un arlequín abrazado a su moog, más adelante el señor medicina lleva colgado dos toms del cuello... al final los árboles se agachan y te dicen: bienvenido.


El nuevo disco de Big City se abre con Hello Winter, donde todas las piezas encajan en una postal perfecta que sirve como declaración de intenciones: guitarras empastadas, los teclados que se rebelan en un sonido polisémico para pasar, sin solución de continuidad a A whole new level of suck, de cristales cortantes en la boca a la la calidad acústica de (They had) beards, donde los pianos y los violines elevan la oración a Stephen Stills una vez más. La sutil reverberación de My fondly Fahrenheit tiene algo de inditrónica escandinava, de aguanieve entre los dedos, un acierto, la verdad. Cerrando la cara A, el instrumental The Future. Le damos al vuelta al vinilo y entramos en la parte más británica del disco, Your war games, con ese tono de vodevil de los años noventa. El menú es variado y es fácil adentrarse en los rescoldos acuáticos de Better badges, el aderezo de ácido eléctrico de The useless sea o la miniatura espacial de Sandy Denny Called. Abordamos la parte final del disco con Dear tourist, en la línea del manual perfecto del compositor de canciones, como una habitación ordenada, la habitación de un treintañero harto de sentirse un adolescente. Cuando uno llega a Green lips parted piensa que debe tomarse un descanso, beber una copa de vino y dejar que las canciones buenas se defiendan solas, que no hay nada malo en pensar que Gram Parsons era lo más, que el folk es el jugo de la vida y que embotellado puede servirse tibio. Llegamos al final, bajo la puerta entran y salen, van muy deprisa, solo necesito las teclas del piano para dibujar el mapa. Buscando la palabra salida encontramos Ants y cuando pensamos que ese pasillo es el último alguien trae un viejo magnetófono de cinta abierta y nos dice: haz lo que puedas. Espero que estéis preparados, porque el viaje va a ser largo: Falls on big city.

Un disco, que como el anterior, Celebrate it all, hay que ir preparado, con hambre de melodías y sin miedo a la polintoxicación. Si en Celebrate it all había un pulso urbano reconocible, en The way the trees are los caminos son más abiertos, de la ciudad dormitorio al resguardo rural, es un disco de recovecos, de puntos de fuga y búsqueda del tesoro.


La banda de Javi Vicente lleva años facturando discos de producción cristalina, llenos de esquinas punzantes y remansos bucólicos, siempre con la mirada puesta en un pasado mítico, pero sin dejarse llevar por el mezquino combustible del revival. Un universo propio, donde lo que realmente vale es la canción.  

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