El primer EP de Nureyev (una mutación en español de los ya míticos Silent pasados por el tubo catódico de El Niño Gusano al que homenajean en su propio nombre) son cinco temas de pop cristalino perfectamente ejecutado. William C. cosido a base de dulzura acústica y meticulosos guiños es un tema redondo donde la voz atrapa la melancolía de la letra en cada fraseo. Ciudades griegas con un tono más épico nos recuerda a bandas como los nunca bien reivindicados Deneuve o incluso los oscenses Kiev cuando nieva y cuando el bajo se mezcla con los ambientes sintético el panegírico para el recuerdo de los hombres mosca, para los alambres y las bombillas es tan evidente que a uno le entran ganas de levantarse y aplaudir mientras grita "Vámonos, estamos a tiempo". Un domingo en Santa Pola es un levísimo extracto del imaginario naif pasado por el filtro donostiarra que tanto calmó las tristezas de los jóvenes en los noventa. Pero con un poco más de mala leche, claro. El tiempo de la inocencia ha terminado porque los mejores se han marchado. Portobello, con su potente beat nos recuerda quién está detrás de Nureyev, con su pulsión británica y su energía imparable, sonríe, algún día te llevaré a Londres y todo lo malo habrá sido un sueño. El cierre del disco, con El último día del año, añade un poco de sal psicodélica a la receta, de la ansiedad anfetamínica de las nuevas olas para cerrar una grabación sorprendente, cargada de referencias pero todavía original. Un debut, el de Nureyev, donde el espíritu de Sergio Algora sobrevuela como un ángel de alas de cristal, es una agradabilísima realidad surgida de la inagotable cantera del pop aragonés cantado en español, con unas letras cuidadas, en esa línea familiar que une a Pulmón con El Polaco y nos hace tragarnos la lengua justo en mitad del bosque.
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