Estaban en el escenario, estaban fuera
del escenario. Nubosidad Variable, las partes confluyen en el todo,
sea con un huevo relleno de percusiones (o percusiones rellenas de
huevos), unas anginas enormes (y el sudor frío que anuncia el final
de los tiempos) o una guitarra acústica, una camiseta estrecha, un
Tafman en busca de una rulot, voces de ayer y hoy y mezcla otra vez.
Nubes con la mente se atrevieron con las grandes canciones de
Nubosidad Variable. Meditaron los arreglos, hicieron que BasketLátex
sonara acúatica, que Órbita fuera el loop circular e inconcluso
(como un hipercubo elevado a la enésima potencia), Javier Tafalla se
sabe las canciones del Hombre Burbuja mejor que Julio de la Rosa,
Luis canta las canciones de Santi Balmes porque en realidad fueron
Nubosidad Variable los que dejaron su sitio en el autobús de la fama
a Love of Lesbian. Extrañé las cenizas de los cigarrillos en el
café frío, ya no quedaban combustiones, dije una vez más y no
vuelvo, Nevermore, nevermore (un agujero llamado Nevermore, como en
la canción The Raven)...dos estrofas de Jesús, porque si todos
estamos callados alguien nos escuchará al rezar. Eran las canciones
más hermosas del mundo, era un jueves por la noche, un jueves que
sabía a bolero de ginebra, a los amigos de siempre, a la gente que
ama el pop porque en las canciones están todos los pedazos de
alegría del mundo. Yo estuve en la Ley Seca escuchando las canciones
de Nubosidad Variable y tú no. Deberías arrepentirte, debería
admitir que no tienen ni puta idea de nada...se acabaron las
mentiras, dejemos paso a las estrofas y los abrazos. Gracias por un
rato en el cielo, ya no tengo miedo a volver. El tipo en el que me he
convertido me cae mucho mejor que ayer.
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