No hay tópicos que bailan...solo
instrumentos precisos, voces de dibujos animados y la experiencia de
miles de vinilos acumulados en el granero. Silbidos y briznas de
tabaco especiado entre los dientes, un disco, el de los Mongolos del
hillbilly perfecto como fondo de armario para modernos con ínfulas a
pinchadiscos sorprendentes, también para los consumidores de la
intrahistoria de la música pop que acaben de comprarse un peto de
saldo en alguno de los colmados del barrio. Sinatra, Bee Gees, Kiss y
Wham...también U2 y Bowie. En los primeros meses de la primera
guerra mundial se repartieron sombreros prusianos...hoy son piezas de
coleccionismo con los singles con el acetato mal cortado de Franz
Ferdinard. ¿Por qué digo esto? Porque este disco funciona solo, sin
letras recargadas ni ambientación de mofeta. Unos tipos (y una
señorita), destilando en un alambique cochambroso algunas canciones
clásicas. A fuego muy lento y con la sustancia que deja el tiempo,
ya sea en forma de óxido o de buen gusto.
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