Gabriel Sopeña volvía a los
escenarios aragoneses con banda eléctrica en la presentación de su
primer material en solitario desde hace casi tres décadas. Las
Armas, un lugar perfecto para la propuesta de poeta electrificado que
es Sangre Sierra, lucía sus mejores galas en una noche de azules y
negros.
La banda solvente, las guitarras
poderosas, como siempre Jorge Gascón efectivo y curtido y una
sección rítmica que acompaña a los mitos de nuestra región de
manera regular: Mata&Fletes. Extrañé quizá una mayor presencia
del hammond, de un órgano fronterizo pero fue la guitarra la
protagonista, la guitarra y la voz de Sopeña que ha ganado en
matices y crece con la madurez de un Neil Diamond renacido. Por
sentir, Esta voz (cercano al crooner que nunca fue, al confesor
espiritual de los grandes, Cohen o Trenet) y Como antorchas, para
repasar el sobresaliente Sangre Sierra, un disco heterogéneo y que
fue la columna vertebral del concierto del sábado. Pinchando el
arpegio con Cass, solo, sin más, enamorando mil veces a su ciudad
con Ella conducía un Chevy Rojo.
La belleza que inunda el escenario
cuando Gabriel vuelve a Lisboa, la rabia de los versos que se
mastican, Muñoz Molina y Jose Alfonso. Más Brel que Brel en la
recuperación de Con elegancia, de aquel hermoso segundo disco de
poetas. La incursión en el repertorio menos conocido de los Mas
Birras llegó con Promesas rotas, con un arreglo de sabor cubano
donde la mano de Ludmila Merceron y la poderosa El hombre del tambor,
donde el espíritu de San Shepard sobrevolaba una interpretación
rotunda.
Sopeña, de paleta plena, es capaz de
agarrar la armónica y la acústica y como un Woody Guthrie
postmoderno estremecernos con Un acto de fe, quizá el momento cumbre
del concierto.
o llevarnos a un éxtasis filial con El
brillo del volcán (la última de las grandes canciones de Sopeña, a
la espera de la siguiente remesa).
El cierre con Apuesta por el rock and
roll, un tema nutritivo, un tema inevitable. Sopeña de blanco y
pulido, de acústica y elegancia. Poco más que decir. Sombrero y
Dharma. El panteón está completo.
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