Le pedí a mi amigo Javier Almazán (Copiloto) unas palabras sobre El Efecto Lupa. Su texto está tan trufado de anécdotas y sensibilidad que me gustaría transcribirlo aquí completamente:
No he sido un fan completista de muchos artistas. Ni me sé todos los discos de memoria de muchos grupos. Cada arreglo, cada coro, cada frase. Pero uno de esos grupos es El Niño Gusano. Y esto es así.
Llegué tarde a su universo. Tarde y desde fuera. Porque no los descubrí con “Bernadutz EP”, ni con “Circo Luso”. Ni siquiera vivía durante esos años en Aragón.
Musicalmente me alimentaba de cosas como Eat Meat, El “Omega” de Lagartija Nick, Peanut Pie, Los Planetas, Australian Blonde, El inquilino comunista, Parkinson DC, La Buena Vida, etc, etc, etc, (por no hablar de grupos de fuera. Además me bailan las fechas un poco). Eran parte de mi aportación a un piso de estudiantes melómanos donde había competiciones por descubrirnos unos a otros nuevos discos y bandas (de ese momento o de otro), y donde lo mismo se escuchaba Neil Young, que Orbital, que Weezer que Sepultura, que Beastie Boys que Marillion. Y donde se forjó gran parte de la banda sonora de mi vida.
Por supuesto que había oído hablar y había leído cosas sobre ellos. Pero no los había escuchado. El día que descubrí a El Niño Gusano estaba en mi habitación, como tantas otras veces, haciendo como que estudiaba mientras oía la radio. Y, como tantas otras veces esa temporada, estaba escuchando “Disco Grande”. Fue entonces cuando Julio Ruiz pinchó (¿todavía se puede usar el verbo “pinchar” al hablar de poner música?) “Sobrinito” y, suena exagerado, lo sé, mi forma de entender las canciones se abrió y cambió. Sonó esa canción, “Sobrinito”, y caí para siempre a los pies inexistentes de El Niño Gusano. Esa voz de Algora (que “no es que desafine, es que da todas las notas a la vez”), esos coros de Vinadé (siempre que cantaba –y canto- por casa las canciones de El Niño Gusano acabo haciendo esos coros contagiosos de Vinadé), ese coro de niños, ese acelerón de Perruca, ese parón, ese silencio y Algora de nuevo… Y esos versos “no pesa más de un gramo todo lo que amo”… Tío, esto era otra cosa… Y era acojonante.
Para mí, lo digo siempre que me preguntan por ellos, la escucha de esa canción marcó un antes y después en mi vida musical. Al día siguiente fui a “la tienda de discos” (no era muy difícil encontrar una en 1996) y compré por primera vez una copia de “El Efecto Lupa”. Debo añadir que la portada, tan… Diferente, ya me termino de agarrar por el estómago, por los ojos y, ¿por qué no decirlo?, por el corazón. Y, oye, hasta hoy.
Digo que compré el disco por primera vez porque es el disco del que más copias hay en mi casa. Lo tengo tres veces en CD (creí que lo había perdido, lo volví a comprar –eran otros tiempos- y luego apareció el primero. Y el tercero es la edición con las maquetas, obsequio de Vizcaíno), dos veces en vinilo y una en casette (Un LP en vinilo y el maxi también me los regaló Vizcaíno, bendito sea, sabedor de mi devoción total por la banda). En total, seis copias originales del LP, más el CD de “Mr. Cámping” y el vinilo de “Veo Estrellitas”. En fin, creo que queda claro que es “mi” disco de El Niño Gusano.
Considero “El Escarabajo más grande del mundo” un trabajo superior. Pero “El Efecto Lupa” fue el que me abrió las puertas al cosmos de Algora, Vinadé, Perruca y Quesada.
El Niño Gusano pasó a ser (son y serán), uno de mis 4 o 5 grupos favoritos con letras en castellano. Y, en mi opinión, (otra vez puede sonar exagerado), uno de los mejores grupos de la historia del pop español. Así como lo digo.
El Niño Gusano y sus descendientes: Tachenko y La Costa Brava han sido grades referentes para mí. He sido y soy muy fan.
El día que fiché por Grabaciones en el Mar (podéis imaginar lo que supuso para un gusanomaníaco como yo fichar por el sello que sacó el grueso de sus discos). Pedro había quedado en un bar cercano con Vinadé para no recuerdo ahora qué. Y me lo presentó. Fue un día perfecto para un fan.
A Algora lo conocí por Fran Nixon, al igual que a Perruca. Con Paco La Higuera he trabajado en alguna ocasión y me cae especialmente bien. A Mario no lo conozco. Ya lo haré.
Tengo una espina clavada. Nunca los vi en directo. La vez que tuve la oportunidad (fuera de Aragón, recordad) yo estaba con 40 de fiebre: Animé a mis amigos (que no conocían demasiado al grupo) a que fueran al concierto. Volvieron de día, con discos, camisetas y una resaca que imagino, compartieron los gusanos por su lado. Porque tengo entendido que vivieron grandes momentos esa noche.
Como fan entregado, me guardo un par de momentos para el recuerdo y para contar a mis nietos si algún día los tengo. Uno, cuando, recién fichado por Gelmar, y antes de que saliera mi primer disco, en un concierto en Madrid, tocamos una versión de “El jefe de las tortugas” y, al bajar a charlar con la gente, se me acercó Perruca (al que acababa de conocer, un tipo encantador) y me dio las gracias. Aluciné! Las gracias se las tenía que dar yo a él! Y se las di, ya lo creo.
El otro gran momento fue cuando, en una ceremonia de los PMA y con motivo de los 15 años de Grabaciones en el Mar (Vizcaíno recogió el premio disfrazado de abeja Maya!), me subí al escenario del Teatro Principal de Zaragoza con, lo que se llamó, “Orquesta Gelmar”. La orquesta éramos Sergio Vinadé, Sebas Puente, Ricardo Vicente, Miguel Yrureta, Enrique Moreno y yo. Yo!!!?? Un fan de todos ellos entre Tachenkos y Costabravistas. Tocamos “Pon tu mente al sol”. Y sólo por ese momento ya mereció la pena haberme metido en todo esto de la música. No os digo más. Está claro, ¿no?
Pues bien, amigos míos, todo esto empezó un día, en 1996, en mi habitación, haciendo como que estudiaba. Cuando escuché “Sobrinito”, “El Efecto Lupa” y a El Niño Gusano. Por primera vez. Marcando un antes y un después.
Decir que El Niño Gusano fueron un enorme pequeño grupo, es de justicia. Y Les estoy muy agradecido por sus canciones, por su imaginario, por su originalidad, por sus portadas, por sus rarezas, por los punteos con una sola cuerda y las escobillas de wáter como baquetas. Por darme ganas de querer hacer canciones, por los muchísimos ratos de alegría que me han dado. Sin saberlo ellos.
Gracias, gracias, gracias, gracias y gracias… Y lo que digo cinco veces es verdad.
Javier Almazán -Copiloto-
marzo de 2013
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