Quiero comenzar con una anécdota, una
casulidad que define, de manera emocional y subjetiva, la propuesta
de Mister Hyde: me acompañó al concierto del pasado sábado en la
Casa del Loco el cantante y letrista de uno de los grupos más
míticos e interesantes de la historia del pop aragonés, Santi Rex
de Niños del Brasil. Santi lucía orgulloso una chapa de Mister Hyde
con el verso "He cometido un error", un recuerdo a las
primeras canciones de la banda. Cuando Alejandro Elías, voz y
guitarra, hizo su aparición en el escenario de la sala zaragozana en
su chaqueta vaquera llevaba el logo de los Niños del Brasil en una
chapa. Tradición y modernidad en confluencia absoluta. Mister Hyde
presentaba su primer LP, Iluminando los colores, un disco que
juguetea con las formas clásicas con aderezos sintéticos, aunque
las máquinas solo silbaron en la intro del primer tema, a partir de
entonces todo fue electricidad y una sección rítmica que te hacía
enmudecer. Jorge Morgan, crítico musical y batería, asentía con la
cabeza frente a la descarga de temas como Manchester, Corazones
automáticos (nuevo guiño generacional) o la versión majestuosa de
De música ligera de Soda Stereo (o cómo mezclar Bloc Party con el
rock sónico argentino). Hubo tiempo para recuperar clásicos de la
banda y sonó Fantasmas, el tema que daba título a su anterior EP,
aquel con el que la banda dio un salto cualitativo en composición y
arreglos. Remake y Sombras Chinescas, Brando y Difícil de explicar,
en el mutismo contagioso de una tripidación constante, un público
entregado, lo mejor de cada estigma generacional surgiendo desde la
piel de los que bailan y aman. Otra mirada al pasado sin rabia,
Vulnerable, y el primer cierre con Laberintos en la tierra, un
magnífico tema en el que intercalaron con gusto There is a light
that never goes out de The Smiths (con ritmo electrónico, elegante y
bailable, no sé qué dirá Morrissey de esto, supongo que los
encontrará muy guapos) y Love will tear us apart de Joy Division. Me
llamaréis carca, me diréis que pasó mi momento, disfruté con la
sudoración incontenida de unos rockeros aferrados a sus canciones y
guitarras, de niños que han crecido viendo vídeos en youtube de
Brett Anderson al frente de Suede, que han afinado la máquina del
tiempo hacia las calles de la Inglaterra de la Tatcher y John
Constantine, que volvieron para descargarse el inencontrable disco de
Días de Vino y Rosas, que entiende que Duncan Dhu son estupendos y
que guiñarle un ojo al Columpio Asesino no hace más que acrecentar
su leyenda. Me gustaron Mister Hyde, me gustaron con el cierre de
Romper a bailar y con ese puntito mórbido y mesiánico que encumbra
a El silencio entre nosotros como una de las grandes canciones de la
historia del pop aragonés. Larga vida, chicos, esto no ha hecho más
que empezar.
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