Hay momentos para la
liturgia, hay momentos para dejarse golpear. Compré la grabación en
una página web de tamaño universal. No sé entender el formato como
algo más allá del acetato. Blanco y esquemático, la vegatación
afónica. Ones and Sixes. Era el final de una semana compleja.
Seguimos acumulando momentos sentados en un autobús, con un viejo
discman y grabaciones de Morrissey. Era el final de una semana y Mike
Noga, sobrado de porte y elegancia, era un australiano soñando con
el final de America y la resurrección de JFK. Aperitivo tinto y con
cuerpo. Después Low nos recordaron que son parte del canon. What
part of me, ¿Qué parte de mí prefieres? Hay callejones oscuros
y esquinas para los perdidos. Hay color negro y luces sobre un
escenario. Hay formato trío y hay guitarra, percusión, bajo y
teclados. Está el fantasma de Mo Tucker y esa manera de golpear los
parches, con la vibración perfecta. Aún tiembla el violín cuando
ve su cuerda abandonada. Low en Las Armas. Low esperando el frío del
público. El público pulcro en su silencio. Alan y Mimi enterrando
las larvas del recuerdo en nuestras almas. No comprende suena
como una cuchilla, perfectamente templada, afeitando la mandíbula de
un ángel abocado a la resaca. Low son la caja de arena donde los
nonatos juegan, son, como la canción, una congregación que siempre
espera la llegada del ídolo caído. Rítmica como la chispa pop de
No end. Low ha grabado un disco, One and Sixes, donde las
programación es un color más en la paleta, pero en Las Armas todo
fue orgánico, Into you sonó con una perfidia acuática que
recordó a Cocteau Twins y Steve Garrington, en su faceta de
multiinstrumentista, supuso una compensación, un sostén magnífico
para la pareja protagonista. The innocents es la banda sonora
perfecta para una carretera que se abre en mitad de la noche, junto
al río. La única identidad del eco llega en el momento que se
apaga.
En Las Armas hubo músicos
(entre el público Javier Almazán, Copiloto, Javier Tafalla, Rodrigo
Falcones, Curri de Silent, Hugo de Big City, entre otros...), el
ilustrador Álvaro Ortiz Albero o escritores como Rodolfo Notivol.
Rodolfo me habló de Duluth, en Minesota. Me habló de la nieve que
cubre el recuerdo de Fargo y yo recordé a Gore Vidal. Y la
postmodernidad. Llegué a casa, el termostato ya no estaba encendido.
Ajusté el despertador. Esperé.
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