Han
pasado dos años y siete meses. Lo dice la red. Lo dice mi red. La
vuelta de Fominder a los estudios de grabación. Fominder abre la
puerta a su universo. Y los aparatos de grabación atrapan lo que
sale. Después lo reproducen. Un agujero atraviesa la pared. Puedes
buscar los personajes. El primero, de voz grave y épica, solo ha
dejado un símbolo tatuado en la espalda. Un insecto mutado,
Lupérciga, ha permitido que su esfera se mezcle en el líquido
raquídeo de tu dimensión. En la cola del paro hay un rapsoda que
apunta sus palabras en las manos y el sudor será el mejor olvido. Un
revisor que cambia las estaciones a su antojo y dos astros enfadados
que no pueden llegar a las manos. En la izquierda fantasmal hay un
aullido hay una pintura que se deshace. Fominder cantada mejor que
nunca y el alambre donde se sostiene arde a una temperatura exigente.
Amigos imaginaros que nos abandonan, juventud que arrastra, hay un
minotauro jugando a las cartas detrás de cada esquina. Para huir de
su laberinto hay que utilizar una cuerda de guitarra de las que usaba
Mick Ronson y la lengua arde con el sabor ácido del beso que te da
el Sonambulista. El final, el Circo robado, donde se reúnen todos
los monstruos renacidos es una de las cumbres del disco.
Fominder es único. Es diferente. Sus
imágenes son potentes y a uno, que ha creído en el trío sagrado
Gustavo, Charly y Zeta, no puedo esperar más que pase el temblor.
Más allá de estribillos y de usos más o menos remendados, crea un
panteón propio a su alrededor que no lo emparenta con nadie. Quizá
los arreglos no son tan variados como en su primer LP pero la chispa
sigue. Eso es difícil de ver a nuestro alrededor.
El próximo sábado 31 de octubre Fominder presenta su Circo Robado en la Lata de Bombillas de Zaragoza
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