Mostrando entradas con la etiqueta reseñas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta reseñas. Mostrar todas las entradas

viernes, 7 de mayo de 2021

Lázarus, el ángel que quiso ser payaso (concierto Teatro de las Esquinas, 7 de mayo de 2021)

 


FOTO de Jaime Oriz

Antes de la aparición de Lázarus en el escenario del Teatro de las Esquinas, Virginia Canedo y Anazul debutaron en directo tras publicar varias singles de manera digital. Acompañados a la guitarra por Eduardo Galán aka Draco, conjugaron bases electrónicas con una voz superdotada y el añadido sapiencial de las seis cuerdas, colorista aportación que nos recordó a proyectos como Thievery Corporation o la parte más tropicalista de Stereolab.


La espera se había hecho larga, como todas las esperas. Lo demás es confusión y sorpresa. Por eso cuando Luis Cebrián apareció en el escenario, vestido de negro, parapetado con una guitarra acústica de color alma, el tiempo se detuvo. Por el aire surcaban flechas que se detenían a su alrededor. Era Jacques Brel volviendo de Las Marquesas, era Sam Shepard recién bajado de un vagón de la línea Zaragoza-Canfranc. Era Lázarus, la encarnación enésima y definitiva de Luis Cebrián. Aunando pasado, presente y futuro, solo con el sonido del nylon y la rítmica emocional de arrancarse la nariz roja de Lenny Bruce, atacó un viejo tema de Nubosidad Variable, Pasayo de su LP “Futuro Perfecto” que comienza con “He dejado de ser una larva y me he convertido en el gusano que ves”, y que fue como el tránsito hacia a esa zona donde la muerte se mezcla con los sueños, recordándonos que, con los años, tuvimos que devolver las pieles que no nos cabían. Terminó con un fragmento de otro de tema de Nubosidad Variable, En memoria del esquimal, parecía Germán Coppini visitando con Nacho Cano el lugar donde las trompetas tumbarán las puertas de los palacios de cristal. “Danzad, danzad, hadas, tengo sidral y diazepam para todas”. Fue la última vez, te lo prometo, antes de entonar uno de los primeros temas del proyecto Lázarus, Déjame subir, una polaroid concreta del tiempo que todos pasamos en el motor de un autobús, confundiendo la química con el amor y el cariño con las pieles que nos dejaban huir del invierno. El frío se funde cuando sale a escena Anazul que regala unas líneas de melódica para decorar Congelados, otro de los temas que mejor resumen la puesta en escena de Lázarus, el hombre que permaneció en un bloque de hielo mientras sus demonios arañaban desde fuera, esperando el momento para ofrecer su ternura musical al mundo. La guitarra en primer plano, con el fraseo de uno de esos destornilladores de la noche que reinaron cuando los noventa morían (elijan entre Fernando Alfaro, Javier Corcobado o el primer Nacho Vegas). La elegancia de un hombre solo, micro y acústica por línea es comparable a la valentía de un vocalista al frente de una banda tan potente como la que le acompañó en los temas finales: Suso Lasso en la guitarra solista, Raúl Baquedano en el bajo, Daniel Becerril en las percusiones y la vuelta de Daniel Cebollada, viejo compinche en aventuras como Nubosidad Variable o Louisiana. Cuando comenzaron los primeros acordes de Crisálida el Teatro de las Esquinas entró catarsis, solo unos compases antes de que la voz segara las penas y prendiera los mejores recuerdos, las chispas de los cables, los matices percusivos de Daniel Becerril, la sección rítmica orgánica y desafiante...todo era una burbuja de rock en marmita atemporal. Crisálida es un tema confesional, un tema que sabe a una ciudad que se acabó, a un tiempo que decidimos quemar para salir reforzados. El siguiente tema contó con la presencia de Elem como segunda voz y teclados. Cuando uno ya no pensaba que podría mejorarse el sonido, Elem añadió unos matices muy a lo Mike Garson al sonido de la banda, demostrando una pericia que mezcla lo intuitivo con lo reglado, capaz de llevarse llevar y acoplarse a la manera de un Billy Preston pasado de noches y tabernas mientras la voz sostiene con cierta inocencia a Lázarus. Issa comienza con la fuerza de la guitarra y la voz y cuando la banda lleva el sonido hacia un estadio superior, donde se aprecia la magnífica letra del tema, llena de dobles sentidos y que demuestra la maestría semántica de Luis Cebrián. Aquí es cuando llegaron las lágrimas, con la pandereta, con el “Pero solo quedó en eso/solo quedó en todo/todo quedó en nada/nada porque hay agua”, con la garganta de Luis Cebrián a la altura de los acólitos de Richard Hawley. Es una canción, “Issa”, que funciona a todos los niveles, desde el humo de una cocina de madrugada hasta el escenario de un café-cantante. Los días anteriores al estreno de Lázarus en directo llegaba la grabación en estudio de Gracias por todo, quizá el tema que más lo emparenta con el autor de “La gran broma final” con más coherencia pero menos capacidad mediática. Con esa capacidad de autoparodia “incluso por el día que casi conozco a Bono” que emparenta con los devotos de la religión de los Panero, con un piano y una percusión monótona velvetiana que se transforma en acidez de las dos dulces mujeres: Kane y Jane. Lázarus es un proyecto que tiene tantos niveles a nivel de escucha y lírica que resulta imposible diseccionar y es mejor disfrutar el hechizo completo, las voces, las palmas y la distorsión...el cierre, como no, una versión con banda de un tema mítico, Órbita de Nubosidad Variable, un tema que ELEM ha llevado a su terreno en una reciente grabación y que en este caso funcionó con un dueto que iba más allá de la distancia tonal y entraba en al generacional. Órbita es heredera, como muchas otras cosas, de la inocencia lunar, de los tiempos sin más redes que las de los circos ni más amigos que los que podías abrazar todos los días y por eso es perfecta muestra de la capacidad melódica de un combo que pudo haber reinado y que prefirió la amistad al fracaso con retardo. Decía el viejo Bob, “Debe haber una forma de salir de aquí/le dijo el payaso al ladrón”. En este caso, no sé quién era el ladrón y quién el payaso. Pero está claro que la tormenta fue perfecta.

sábado, 17 de octubre de 2020

Reseña de MECANISMO UNIVERSAL de MECANISMO DE KOZAI (Autoeditado 2020)

 


Mecanismo de Kozai es una de esas nuevas olas que con regularidad llegan hasta las playas aragonesas. Olas que son necesarias para arrastrar propuestas repetitivas y capaces de dejar una huella permanente durante el tiempo suficiente. En su primer largo uno encuentra una producción muy cuidada, con la voz en primer plano, melodías que juegan entre lo cristalino y lo ambiental, textos de lírica libre con un aderezo épico coherente con lo celeste de su nombre. El Vuelo, tema con el que abren el LP es una buena muestra de ello, guitarras punzantes y garganta preparada para demostraciones solventes. El sonido de Mecanismo de Kozai nos remite a algunas de esas bandas que en los noventa siguieron la senda de letras cuidadas y selectas incursiones en la oscuridad como En Pecado o Gazza , pero también tiene algo de esa contribución al universal libro pop que hacían Distrito 14 o los recordados Días de Vino y Rosas como en el tema Química. Agosto fue uno de los primeros temas que mostraron al público bajo su nueva encarnación, con temática de amor a la Madre Tierra, tiene la fuerza de la reivindicación apocalíptica y en Astrolabio dan rienda suelta a una levedad enternecedora (a pesar del atrevimiento lírico de rimar labio con astrolabio, pero no nos vamos a poner ahora puristas, que todos hemos caído en la rima consonante alguna vez) , El pulso del viento juega con tonalidades más aceleradas para volver con Polvo a una delicadeza de ensoñación que remite a bandas como la Dama se esconde. Estatua de sal tiene un trabajo de guitarras preciosista que frisa el rock medieval y Domesticando mariposas vuelve a cultivar con arreglos épicos una forma de entender la música de larga tradición en nuestra tierra. Dogma/Axioma tiene algo de esa cadena que une a Las Novias con la versión menos tóxica de Parálisis Permanente. Una letra muy original, donde la banda juega con mucho gusto con conceptos habitualmente muy poco usados en la canción pop. El final no es la última canción, que con su sección rítmica trepidante, queda reservado a Éxtasis, una manera de entender el cielo como argumento, la vida como sucesión de estadios...Mecanismo de Kozai han entregado un primer LP de factura notable que picotea en su paleta con estilos muy diversos, destacando el trabajo con la voz y un equilibro entre baile disfuncional y medio tiempo confesional.


Más información y escuchar disco en el blog amigo Aragón también tiene sed

domingo, 27 de septiembre de 2020

Vida EP de Stabilito (Autoeditado, 2020)

 


Uno siempre tiene la sensación de ser un interino en su propia vida. Estar guardándole el sitio a tu yo que crece, a tu yo adulto, a tu yo padre, a tu yo abuelo. No sabes quién se quedará esa plaza definitiva y mientras, imitas el lugar de tus progenitores o preparas el camino a tus descendientes. Aquel que entiende la vida como un interino suele dejar en la espera mensajes y recuerdos: canciones y poemas, películas y juguetes, guitarras con marcas que a su vez son historias. Mil vidas que se multiplican casi de manera fractal. 

Así uno se acerca a un disco final que es un principio, a una muda primordial como es esta Vida de Stabilito. En tiempos de concentración y usura emocional, se agradece una reflexión en cuanto a arreglos y voces. El disco se abre con Benson, con un sampler y una guitarra trepidante, una guitarra de la tercera nueva ola: abres la boca y te imaginas intoxicación o lucidez, tú eliges. Sigue con Hiroshima, se abre con el aullido de una habitante de las pesadillas de Oppenheimer para desgarrar el espacio tiempo a base de una sección rítmica que se desliza como los tentáculos de Shoggoth abriéndose paso en la madrugada a través de las grietas que dejó la destrucción. Hay un momento de ceniza en el texto, una forma de deshacer muerte y darle color, con las guitarras y el aullido que nos recuerda a aquellos grupos ochenteros españoles de nombres prohibidos, grupos que nadie quiere recordar que existieron, como 429 Engaños o Minuit Polonia. Un actor invisible nos lleva por latitudes acuáticas y estancadas que activan pasajes de la memoria que son como el beso de una madre antes de dormir, abriendo de nuevo el cielo a la electricidad, con esa variedad de registros de Guillermo Esteban. No solo por estar cantado en catalán pero es evidente que los mecanismos llevan a la acidez de Ricardo Solfa cuando abusaba de la ayahuasca con Adriá Puntí y, completamente pasados, invitaban a anchoas al oso polar disecado que guarda Dalí solo para sus favoritos. Están los momentos menos sacados de El columpio asesino y los restos de hidrocarburo que dejan Nudozurdo cuando vuelven de resaca, está el Miracle el aire, con esa fatalidad de las bandas que surgían de los prefabricados de Manchester, como Durruti Column o la parte más post punk de Cabaret Voltaire. Salmodia en el texto, el camino de Ray Loriga, no saber distinguir el sabor del congrio seco, no tener lo que se quiere, solo lo que no se puede evitar. En el gran libro de los días extraños, la dicción de Stabilito, de Diego, el vocalista, nos lleva a los momentos más alucinados del Indio Solari de Gulp! para acabar en Funeral, convirtiendo el final en una especie de ecuación cuya resolución se pinta en las paredes con sangre. Funeral abre los pulmones, expande los instrumentos, Dios es una pelotón de fusilamiento y la cama de un hospital una barcaza conducida por Caronte. Me guardo la última moneda para pagar la zona azul o invitar a ese espectro de buenas piernas. ¿Se parece un poco a Nico o son las lágrimas que no me dejan ver?

Stabilito es un producto de su época, de una época posterior a los noventa, una época en la que todo volvía a parecer ordenado y entonces la exigencia se convirtió en un problema y la originalidad ya no servía como bandera. Prohibieron el cigarrillo y el katovit y dejaron la merca y el ansiolítico. Así que nuestra vida siguió siendo una montaña rusa pero como todos íbamos montados no nos dábamos cuenta. En física se le llama observador no inercial y uno tiene que echar mano de fuerzas ficticias, como la de Coriolis para tener la sensación de que su parte en el mundo está en su lugar. Este disco de Stabilito puede ayudar.

viernes, 17 de julio de 2020

Algunas palabras sobre Alumbres de Ángel Gracia (Premio Isabel de Portugal 2018, Veruela Poesía)

Ángel Gracia presenta 'Alumbres' - Literatura en Zaragoza, DPZ e ...



Que de la ceniza uno pueda extraer una semilla de vida igual que si la lanzas te lleve hasta el fuego y no deje nada más que muerte. En el poema Gracia dice “Nada existe hasta que la luz lo dice”. El mundo ahora cambia y es “Nada vive hasta que la muerte muere”. O se aleja. En Alumbres la luz que se prende del alcohol tiene algo de falso, es tinta invisible en una borrachera de gasolina, como un poema que se enciende y se llevará todo por delante cuando prendas el primer pitillo de la mañana. El aire como enredadera que busca su hueco entre la enfermedad, buscando cualquier espacio donde acomodarse. En Cinerario sobrevuela la confusión entre hombre y árbol como oscuro objeto de mutación de la ceniza y en Claridad “Sana tu sien de todo sentido” la electricidad es un alimento purificador que como sucedáneo de soplo vital imagina una bisagra entre cuerpo y cadáver que haría las delicias de los monstruos de Villa Diodati. Y es que en Alumbres el cadáver alcanza la plenitud en la muerte, el trozo del alma no deja sitio para una alma que sea semilla “Alcanzas el silencio/cuando te despiertas/en tu cráneo vacío, /cuando tu hueso recibe/su primera helada”, al acercarte el escalofrío que te recorre al introducir tus manos en el terruño es magnífico. Escribía Carlos Bousoño “Ha visto envejecer el rostro humano muy poco a poco,/tan poco a poco que nadie fijaba su atención distraída/en el menudo pormenor de una arruga incipiente”. Cuando la muerte es una apicultora y confunde con su aliento a las almas que se acumulan alrededor del humo y sus dedos huesudos penetran para atrapar...el qué, ¿la NADA? Y llevársela golosa a la boca. No, Ángel Gracia no es bucólico es un chamán que enarbola las Geórgicas y hace de los panales viscosos surcos para que las almas encuentren líneas telúricas que las guíen hasta la nueva cosecha.

Alumbre es la vuelta a lo básico, a esa ceniza-que yo respiro y guardo dentro, como un asbesto que mortifica y reconforta a la vez-, que contiene la memoria de todo lo que fue pero es inútil para hacer crecer nada. Las imágenes de Ángel Gracia son como el instante en el que las larvas eclosionan en un tejido muerto y arrastran su esperanza, una esperanza desconocida para todos nosotros “Respiras lluvia y toses tempestades”. Sin repulsas, simétrico como un campo bien arado, como unos racimos de luces que la tormenta desperdiga: “Únete a la raíz de los muertos”.

En la tercera parte llega la muerte y se ausentan los animales, escribe Carlos Edmundo de OryAguarda en este hondo valle la llegada de los grandes lobo./Tus únicos testigos de hambrienta soledad”. El reflejo del folio resuena como el canto de la sirena, que atrae y asusta al mismo tiempo: “Escribir es enamorarse del blanco/dejar que la nieve me ciegue”. El poema Blanco es un monumental texto sobre el acto creativo, un acto donde coinciden notas moribundas y desiertos ciclópeos, donde la luz de las estrellas más lejanas y potentes es luz intensa que ilumina, pero luz que es aliento de una estrella muerta. El alma es un objeto al que le han arrancado todo lo que era semilla en la hora de la muerte: “Seré viejo vagar/pasadizo entre planetas”. La paradoja del árbol que se derrumba en mitad del bosque, un hombre que recita unos versos en su cabeza, las palabras que son proyectos de poemas en la mina de un lápiz. No hay poema más puro. Avanzamos en la aritmética de la muerte ”La proporción necesaria/es que haya dos vivos para cada muerto”, el cadáver es uno diamante que fue vidrio barato y tuvo que esperar un millón de años: ¿Qué tendrá que ver esta noche Nick Cave con lo que leo y escribo? ¿Serán solo las malas semillas? ¿Será la idea de los cuerpos atrapados como gemas en lo más profundo del suelo y sus manos y las tuyas que en la misma dirección buscan encontrarse? En la Santa Compaña no hay confusión entre vivos y muertos porque son lo mismo y Dios la excusa para seguir en el negocio: “Dios, confiesa si cada noche/pides ayuda los muertos/para que el mundo no se acabe”.


¿Quién me iba a decir que tras casi dos décadas las ubres de Roger Wolfe tan insípidas o los santuarios de Manuel Vilas repetitivos con la rítmica de repostar nafta en una gasolinera? Será el silencio de la noche en Ateca, un silencio de verdad, donde la temperatura de los ríos al mezclarse susurra una tonada distinta audible incluso para los que arruinamos nuestros sentidos con las máquinas de música metálica. Termino, otra vez, con Carlos Bousoño: “Todo está allí, la sombra, el esplendor del sol entre las ramas/bajas de los cerezos/nuestros pasos que van por el sendero/junto al seto de moras”. El final, el comienzo, el canon. Ángel Gracia que completa después de Valhondo y el Libro de los Ibones, tras Arar, una tetralogía de naturaleza como trasunto de la existencia humana en un ejercicio el de Alumbres, donde la muerte, pero también lo que hay antes y la huella que queda, son el motor y el temor de la vida.

martes, 2 de abril de 2019

Mil demonios EP de Mil demonios (Autoeditado, 2019)





El debut de Mil Demonios es un EP de siete temas con inequívoco sabor clásico. Y es que de casta le viene a los galgos que forman la legión: por un lado, en la guitarra solista, Fernando Navarro, clásico de la escena aragonesa desde antes de que fuera escena y que compagina este con su banda madre, Los Modos (amén de otras mil presencias en directo y colaboraciones) y en la rítmica y voz, Jorge Martínez, conocido habitante del este del Moncayo que además de líder y compositor de Despierta McFly hace poco debutó como poeta a través de la editorial Olifante. Mil Demonios comenzó como un grupo de versiones de a dos, un dúo que revisaba con gusto canciones de sangre y carretera, de luz y oscuridad, de madrugadas baldías. Resto de aquello es la versión exquisita de Esta noche de los 091 incluida en el disco, alimenticia y mesiánica, escalofriantemente bella. A veces uno no cree posible extraer más jugo de la flor del recuerdo, pero aquí el terreno conocido devuelve barro de experiencia. De dos han pasado a banda completa para una disco de temas propios. La banda base, con una sección rítmica de lujo, Guillermo Mata en el bajo y Carlos Gracia en la batería, rock resolutivo para un tren que se mueve a distintas velocidades: el pop energético de Arcadia, con un fraseo marca de la clase, que gestionan un texto sobresaliente apoyados en los deslizantes teclados del productor, Cuti. Las percusiones con las que se abre Mustang 72 susurran al oído el recuerdo de la tierra quemada que dejó tras de sí Mauricio Aznar, voces empastadas, conversos del rock cuando uno entiende que las décadas son nutritivas (quizá rechina un poco los coros hooligans que aparecen en mitad del tema, pero eso ya son gustos personales). Hattori Hanzo puede funcionar como entretenimiento punk ibérico pero parece un poco sacado de contexto en la temática del disco, tanto en lo formal como en lo estilístico. Satélites hereda la sapiencia pop del compañero de Fernando en los Modos, Michel Gracia, y el nylon abrasa con gusto, pasando del hedonismo culpable a los coros y los solos, en esa mezcla de Elegantes y incluso la dupla melódica Puente/Vinadé cuando son más prosaicos. En Malditas películas no hay duda desde el principio, el desierto de Monegros no se detiene en ninguna de las paradas, vacíos de Lorca y Kerouac, que aparezcan dos lunas en la letra de la canción, me llevan a la época en la que uno soñaba con que los Proscritos de Jose Lapuente nos salvaran. Canción fundamental en el proyecto Mil Demonios, que mezcla lo mejor de los dos mundos en herética unión, bourbon y botines, gafas de pasta y chupas de cuero. El final con Quise ser dios, nos devuelve a la dualidad, cielo e infierno, un Jorge Martínez sobrado de voz, las guitarras y las teclas dando colchón a los estribillos, un tema que atestigua la realidad de una banda que es mucho más que la unión de dos colegas plenos de talento y gusto musical.


Un disco de factura perfecta, con todo lo bueno y lo malo que esto tiene, uno no encuentra fallos en esta primera entrega de Mil demonios pero se queda con las ganas de un poco más de pantano y suciedad en la próxima remesa de canciones, pedales de metal y hammond, recemos por ello.

Maravilloso por cierto la versión física de la grabación, con un elegante diseño de Pío Lázaro e ilustraciones de Guillermo García que hace muy apetecible adquirir el disco como objeto analógico de culto.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Quebranta de Calavera (Autoeditado, 2014)


Secreto a voces, las canciones pasan frente a ti como arrastradas por el viento. Calavera utilizar el descanso, la respiración, como un instrumento más. Salvaje golpea con delicadeza en la memoria a través de filtros y filtros de recuerdos. Escalador incide en la faceta más pop de la banda, con juegos de voces, reflejos del sol en la nieve. ¿Una mixtape para la biografía de Gino Bartali? Dicen que los grandes campeones pasan por la Casse déserte del Izoard en solitario. Yo lo creo. Como creo que Meridiano mira hacia el oeste. Con precisión milimétrica se traza la línea clara en un mapa. Como un tipo que escribe poemas en los márgenes del libro de geografía de segundo de bachillerato...algún día tendremos que parar, pero por hoy, nos conformamos con sobrevivir, la verdad. Una cumbre perdida es lo más cerca del cielo que uno puede estar y una estación espacial el último lugar del mundo donde esperarías encontrar a un antiguo Dios en pleno ataque de ansiedad. A través de las ventanas de la nave puedes ver un planeta que no es el tuyo y susurras la letra de Antipánico mientras Calavera interpreta en riguroso playback la tonada. Y el cierre para la perplejidad: si uno no se reconoce a sí mismo en su propia foto de carnet, quizá lo mejor sea evitar los Fotomatones. Una y otra vez, el nylon es tu amigo, el eco te recuerda a tiempos mejores que nunca pasaron. No hay fiebre si tu piel está cubierta de mercurio.


Envuelto en un diseño delicado y sugerente obra de Álvaro Ortiz y Erica Fustero, el disco de Calavera se convierte en un objeto inclasificable, como un tesoro escondido en una biblioteca desconocida. Grabación del año, sin duda. Belleza incalculable.

martes, 3 de diciembre de 2013

Residual de El Hombre Lento (Siamm, 2013)

Este texto apareció originalmente en el blog Zaragozafelizfeliz

Yo rezaba a la Virgen del Pantano. Yo comía cuchillas cada noche para que de mis labios saliera la oración adecuada.

Yo escribí sobre el libro primero:
y sobre el libro segundo:

y ahora, con todos los sacerdotes muertos, busco algún fraile que atraque conmigo la farmacia. Por lo del hábito, claro.

Hubo en tiempo en el que los ángeles jugaban con los dados de Dios. Donde los violines se elevaban sobre nuestras cabezas para seccionar el alma de los muertos. Mirábamos el Horizonte como si tuviera tatuado en sus entrañas el destino. Guitarras narcóticas para el recuerdo tembloroso. Entre tus manos se deslizan las canciones. El Hombre Lento. Abrimos el gas y sobre la Estepa rusa se elevan un primigenio, las imágenes poéticas de Castejón en Estepa rusa son tan poderosas como mezclar plutonio con la pasta base. Moteles de carretera, armas cargadas, woody guthrie, las arterias saliendo de la sangre. Cada canción que escupe, adicto a la munición de alta graduación, se escapa como el aceite usado entre los resquicios de la sociedad. Así es el Hombre Lento, punk rock de escuela vieja, de cinta de cassette, si sigues con la mirada la trayectoria verás cómo el suicida se eleva desde el suelo hacia arriba: Francotirador. En el camino siguen quedan vagabundos del Dharma, entropía líqueda en botellas rotas, el mito perdido del hipercubo: usar una cinta de Moebius para hacerse un chute, hacértelo con una bruja, hacértelo con todas las brujas del mundo, volver a la cinta de Moebius, apurar el chute. Todo es Hiperconsumo. Te he hablado de la Luz eléctrica encendida en mitad de la noche ahogando todos los sueños, te he hablado de las voces de No vuelvas a mi lado, del apocalipsis de tus ojos y de los suyos. Nadie te esperará y pronto la riada será tu única amiga y, de verdad, colega, no te gustará dormir cada día junto a ella. En la boca del estómago, máxima en el reservado del Páramo, primero golpear. ¿Por qué no me quieres? Porque tu aliento no me alimenta.


El Hombre Lento no salva, el Hombre Lento no limpia las aceras de cadáveres nipones. El Hombre Lento tiene las guitarras más afiladas del mundo, El Hombre Lento es mejor que plastificar la revuelta y disolverla en el láudano de tu abuela. Las cuerdas chirrías, las proclamas tienen sentido, la guitarra, la guitarra de José Javier que arde cada noche de madrugada y al día siguiente aún ves el humo saliendo de sus cenizas, la sección rítmica de Guillermo Mata y Carlos Gracia, como un tanque sin armamento, que da miedo sin disparar. Y Castejón, penúltimo apóstata de la poesía culta, con los dedos agrietados de tanto firmar con sangre.


El Hombre Lento tienen el mejor directo de Aragón. Todas sus piedras preciosas son falsas y el aliento les huele a gasolina. Amo al Hombre Lento.  

Todo lo contrario de Minerva (autoeditado, 2013)

La belleza de la electricidad surgiendo de cara poro. En los cables está la verdad de Minerva. Mucho se ha dicho del panteón particular de Miriam Brunet: desde los comienzos de diva inditrónica al frente de Bronski pasando por el silencio amplio de sus primeros tiempos de solista con la guitarra de palo como aliado. Hoy Minerva abre la caja de las esencias y todos los truenos son bellísimos. De carácter divino, como la naturaleza incorruptible, la voz de Miriam llena cada esquina del plástico: Grietas que correrán es un loop infinito, un eco que se repite en el tiempo y en el espacio, una voraz declaración de intenciones. Rugosidad de ciudad en llamas con Círculos, trepidación en El único lugar y todas las guitarras del mundo afinadas en el tono elegido. La producción exquisita de Rafa Domínguez, las cuerdas, todas las cuerdas del mundo. Minerva es una roca sólida contra la que se golpea la eternidad, las canciones más redondas de Miriam, con unas letras sobresalientes, como la de Fotos ardiendo. ¿Por qué hablas de PJ Harvey no hablas de Anita Lane? Yo te daré más nombres, Fabiana Cantilo, Susana Cáncer y el ritmo de sangre de Mick Harvey. En un rincón, con sus guitarras perezosas, es una canción de habitación cerrada, de garganta primigenia. El conejo del otro lado del espejo está intoxicado. Bésalo en la boca y se convertirá en rana. Sólida sección rítmica, con parte de la aristocracia pop de la música aragonesa. Arena y sal, como una combinación antigua que no deja resaca y los sintetizadores que también tienen sitio en esta fiesta (no de cumpleaños, que ya nos hemos hecho mayores). Una Nina Simone electrificada, la Rosenvinge perdiendo el rastro de ñoñería que trajo de Nueva York. Minerva, corazón de león, por favor, sube el amplificador.  

miércoles, 17 de abril de 2013

Formas de matar el tiempo de José Ignacio Lapido (Pentatonia Records, 2013)


El Apocalipisis eléctrico ha llegado. Todas las gotas que mojaron nuestras botas se están evaporando...la lava amenaza con regurgitar nuestras lágrimas con más fuerzas. Así abre la caja de los truenos con Día de perros. Susurro acústico, casi a pelo, comienza Muy lejos de aquí. Enésima canción confesional del maestro Lapido. Ninguna cansa, porque cuando jugamos en la misma liga los recuerdos de los momentos buenos son alimento para el alma: Somos noctámbulos en noche de tormenta, versos estremecedores para una canción que se columpia entre los pianos imaginativos y las percusiones celosas. Alas de moscas transparentes perfilan nuestra vida: soplamos y el hammond resiste el envite, porque es el momento de enchufar los amplificadores y llegar a Cuando por fin. La misma didáctica de siempre, veteranos curtidos en la carretera y el negocio destilando en un alambique bien engrasado algunas buenas canciones. Cosas por hacer recupera esa lírica mesiánica, bíblica, de cantautor beatnik en la que tan bien se maneja Lapido. Rugoso rockandroll de escuela americana pero tan familiar que se filtra hasta el tuétano. 40 días en el desierto está escrita para ser cantada mientras respiras la mezcla de la gasolina y el cuerpo de Gram Parsons. No hay vuelta atrás, en medio tiempo, más al oeste que al este, con un órgano nutritivo y un ritmo de camino sin retorno. La ciudad que nunca existió incide en esa electricidad de los vagabundos del Dharma y nos trae la herencia granadina, esa que mezcla a los Clash con el color blanco del Albaicín. Delicioso el tono íntimo de Desvaríos, de nuevo en la onda de nada madura, con batería sutil: la reina de Saba, Salomón, Lapido mira de cara a la postmodernidad...él siempre fue más de formación clásica. Magnífico Está que arde, poesía de alto octanaje, plomo en las venas, esa veta rockabilly, desafiante: no hay lugar para escapar, así que mejor nos quedamos aquí mirando al enemigo de frente. El cierre, con Al azar, nos deja claro que no hay normas, solamente podemos esperar.

Este nuevo disco de Lapido es como una copa en un garito de confianza, es como tomarse un bourbon en el Páramo: sabes que el hielo estará a la temperatura correcta y la música que sonará cuando le eches el primer trago será la adecuada. No engaña y no da sorpresas, bajo batería, electricidad, hammond, acústicas confesionales y una voz.


Lo de que Lapido es un letrista superlativo no deja de ser un tópico inevitable cada vez que se habla del compositor granadino pero es que en este, su  quinto LP en solitario, afina su voz hasta rebasar con la lija del tiempo una garganta que ya no puede ser considerada precaria. Un disco pulcro, preciso, como un mármol pulido por el cincel del rock, no hay palabras que lo expliquen, solo contar los días para poder verlo en directo.

Lapido estará presentando este LP en Zaragoza el próximo sábado 25 de mayo en la Sala López

domingo, 20 de enero de 2013

Signos en el tiempo de Juan Verón (Discos Locos, 2012)


El cantautor bilbilitano Juan Verón tiene un nuevo disco. Tras su anterior entrega del año 2009, Itinerario, donde ponía música a los versos de José Verón Gormaz,  el músico aragonés entrega Signos en el tiempo, un LP en el que vuelve a trabajar su faceta más íntima, un disco cocinado a fuego lento, en el que el antiguo miembro de Tan frágil u Objetos perdidos incide en su pasión por la poesía encajada en las melodías. El disco, Signos en el tiempo, se abre con un tema muy enérgico, de pose rockero, que demuestra que la poesía no está reñida con el buen rockandroll...y es que se trata de un texto de Ángel Guinda, nuestro querido Ángel Guinda, su generacional Escribir, de Poemas para los demás(2009), en la voz de Rodrigo García Melero. Y es que este es un disco ecléctico...con textos de Mariano Castro (uno de esos poetas que deberíamos reivindicar, elegante y maldito), de José Verón Gormaz (al que Juan Verón había dedicado el disco anterior) y del mismo autor. Una producción madura, que nos trae lo mejor de las bandas de los ochenta (guiños a Radio Futura en el tema Signos en el tiempo o a La Mode en el Ángel de los sueños), con una variedad de registros en las voces, adecuando las melodías a cada uno de los artistas invitados... como Ángel Petisme arrastrando su garganta hasta encontrar el fruto que se canta en El Bulbo o el brumoso recitado (acompañado de un saxo de whisky) del mítico Pedro Elías. Hermosas letras, arreglos imaginativos en un trabajo heterogéneo, épico, de poesía y buen rock.