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miércoles, 18 de diciembre de 2019

Reseña de No podrán de Erizo (autoeditado, 2019)


Siempre es motivo de alegría el nacimiento de una nueva banda en nuestra región, en este caso ellos son Erizo, un combo enérgico con buenas guitarras y una solvente sección rítmica que presenta un EP de cuatro temas para su debut. El comienzo con Destellos, juega con un desarrollo narcótico que te deja suspendido entre efluvios rítmicos y una bruma de todo lo épico que nos recuerda a lo más lacónico del sonido británico de los noventa. No podrán trae una descarga de electricidad de vieja escuela, con sabor añejo y lírica social, un tema directo que atrae con apetencia diabólica y puntual sadismo en los pedales. Erizo bebe también de grupos más cercanos en el tiempo, como la lírica alucinada de Vetusta Morla o el camino exigente de banda como Grises, en Pequeño saltamontes hay una apetitosa muestra de ello, la toxicidad del canto rodado. Para el cierre del EP, Antes de llegar, vuelve esa parte más ambiental, de desarrollo intenso que apuntaba el comienzo del tema, un terreno, el del medio tiempo especiado para estadios, en el que Erizo parece encontrar su ajuste mejor, valiente en la voz Juan Luis Erizo, sus guitarras tienen rigor y atrevimiento a partes iguales y la parte de la sección rítmica, con Francisco Javier Galindo en percusión y batería y Julio Ramos, son el colchón imprescindible para desarrollar un proyecto de estas características.

Erizo es una propuesta que recoge la tradición enérgica de las últimas décadas, con un buen manual de estilo y un sonido contundente que esperamos ver pronto en directo.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Hotel Margot S02E02: Gabriel Sopeña, electrificando los versos

La nueva entrega de Hotel Margot estuvo dedicada al poeta y compositor Gabriel Sopeña.


Podéis descargar desde aquí el programa en Aragón Radio.

Y aquí el guión al completo de la pieza.




Hoy abrimos las puertas de nuestro Hotel para recorrer la trayectoria vital y artística de uno de los más grandes creadores de nuestra región, el poeta y compositor Gabriel Sopeña. Nacido en Zaragoza, su presencia ha sido referente en las letras y la música de nuestra tierra desde comienzos de los años ochenta hasta la actualidad: el verano de 2019 presentó en Logroño, dentro de Agosto clandestino, su libro ‘Antología de canciones, 1983-2000’ editado por los riojanos 4 de agosto. Muchas serán las habitaciones que abriremos en esta ocasión: Ferrobós, El Frente, Mas Birras, Loquillo, Luis Alberto de Cuenca, Gil de Biedma, Ángel Guinda...palabras y música. Bienvenidos al Hotel Margot, bienvenidos a su estancia junto a Gabriel Sopeña



Nos situamos en la Zaragoza de comienzos de los ochenta. Gabriel Sopeña vive en el barrio de Casablanca y toca la guitarra junto a su amigo Mauricio Aznar para soportar los largos estíos zaragozanos. Sueñan con Bob Dylan y Jack Kerouac junto al Canal Imperial de Aragón. Eléctricas y acústicas, armónicas, voces, todo junto. Es el año 1979 y Sopeña monta su primera banda, Ferrobós. Formada por Jesús Trasobares (guitarra y segunda voz), Eduardo Jimeno (bajo), Sergio García (batería) y el propio Sopeña (guitarra y voz). Se presentan en 1982 al I Primer Concurso de Rock Ciudad de Zaragoza y ganan el primer premio ex aequo con Doctor Simón y los Enfermos mentales. La actuación en el desaparecido Rincón de Goya resulta un poco accidentada. Tomates incluidos para el cantante. En 1984 forman parte de la I Muestra de pop y rock y otros rollos, mítico punto de inicio de la modernidad musical en Aragón. Ferrobós tienen un sonido contunidente, herederos del mejor Springsteen y las bandas del nuevo rock americano. Plastifican su primer material en el año 1987, en el recopilatorio Monegros y también en el seminal Sangre Española, disco que toma el nombre el mítico programa presentado por Cachi en el canal 2 de Radio Zaragoza y en el que comparten surcos con Mas Birras, Proscritos, Furtivos y las Lágrimas de Mermelada de Jesús López. Allí aparece ya Si hay una guerra, Me das un minuto y la que quizá es su canción más conocida, Resaca.


El primer y único LP apareció en el año 1988 Círculo de Fuego, grabado por el Sello Interferencias en el año 1988. Poco tiempo después, Jesús Trasobares y Gabriel Sopeña disuelven la banda y emprenden nuevos caminos. Pero antes de eso volvemos unos años antes, volvemos a Mauricio Aznar, compañero de correrías y hermano en la vida de Sopeña. Mauricio forma Golden Zippers en 1981 y ya en los primeros singles de la banda, que practica un rockabilly de manual muy en la onda de Straycats o la movida de Barcelona, colabora Gabriel Sopeña. Pero cuando Mauricio decide ampliar horizones musicales y formar Mas Birras, pasando a la voz solista, Gabriel lo acompaña en la sombra, colaborando en la composición, en las voces y la armónica en directo y acudiendo al rescate en algún momento difícil posterior. Además de Sangre Española, los Mas Birras también graban temas en Los chicos de provincias somos así en 1986 y su primer EP, Al este del Moncayo en 1987 editado por el sello Interferencias: los temas Esa Chica Llamada Soledad u !Oh, Ana! Son compuestos en parte por Sopeña. En esas sesiones de grabación también se registra El próximo eres tú, con Sopeña en la voz solista. La aparición del tema en discos y recopilaciones, las fotos de la banda...siguen siendo sucesos con un halo de polémica. Pero nosotros estamos en Hotel Margot para disfrutar de la música. Y otro de los grandes temas del dúo Aznar&Sopeña, quizá el más famoso es este Apuesta por el rock and roll


En 1988 aparece Otra ronda de Mas Birras donde Sopaña adapta el Summertime Blues de Eddie Cochran (una constante en su obra posterior que le ha proporcionado alguna de sus canciones más conocidas), escribe Isabel y colabora en la composición de temas como Vuelta atrás o No voy a ningún sitio. Aunque el tema que dejará huella en ese disco es la adaptación del poema de José Luis Rodríguez García, Cass, que se convertirá en una canción mítica del repertorio de los Mas Birras y de Sopeña en solitario, además de conocer múltiples versiones de otros grupos y solistas. Más adelante escucharemos alguna de esas versiones. Seguimos ahora con el nuevo proyecto de Gabriel, El Frente. La banda busca un sonido clásico con letras cuidadas, dando espacio a la pasión de Sopeña cor los cantautores eléctricos. El Frente



El Frente es la continuación natural de Ferrobos, un Sopeña mucho más maduro, jugando con la lírica beat inspirada por el Eclesiastés, los metales y los violines que habían aparecido tímidamente en Ferrobos, encuentran su sitio natural bajo la batuta de un Sopeña mucho más confiado en sus posibilidades como compositor, arreglista y productor. Los dos discos publicados bajo el nombre de El Frente son puro Sopeña, un tipo que canta, toca la guitarra y compone con las ideas muy claras. Aparece en el año 1991 Otro lugar bajo el sol y al año siguiente Barcos. Las canciones pelean por entrar en las radiofórmulas e incluso temas como Un corazón como tú llega a la lista de los 40 principales. Recuperamos para este Hotel Margot una sentida versión desnuda de Un corazón como tú . Se trata de un concierto del año 1991 en la zaragozana sala Interferencias, donde grandes compositores e intérpretes de la época (Jorge Reverendo, Mauricio Aznar, Chema Fernández, Josu García, Iñaki de Green Apples o Froncho que estaba entonces en el Bosque y ahora tiene un nuevo proyecto Bandada Marina) tocan versiones y temas propios en un formato desnudo.


Prosigue la colaboración con Mas Birras a principios de los años noventa. Los Birras han fichado por Pasión, un sello madrileño, en la búsqueda de un salto cualitativo. En la Última traición, con Mauricio Aznar en la portada, han abandonado el purismo rockista para dar espacio a otras propuestas cercanas al rock latino o el folklore americano en toda su acepción. En aquel disco hay dos temas compuestos íntegramente por Sopeña como Perla Criolla y La telaraña, acompañando a Maurico en Sinsentido y la bellísima Hay una cruz en el Saso o en la adaptación de Besos dulces como la miel (de la banda The Weavers, donde estuvo Pete Seeger). La historia de Mas Birras en Madrid y la búsqueda del éxito tiene muchos clarososcuros, sobre todo por la situación emocional y física de Mauricio Aznar. Sus problemas para componer y cantar en tiempo y forma hacen que para el segundo y último disco con Pasión el resto de la banda tenga que echar mano de Sopeña en lo que podríamos considerar casi una operación rescate para el disco Tierra quemada, publicado en el año olímpico de 1992 y con producción de Tony Luz, ex de los Pekenikes y que había producido a los Rebeldes y a los Trogloditas. En la banda, por cierto, había entrado Josu García, un camino que continuará en paralelo, el de Josu y Sopeña hata la actualidad. El poso de Sopeña se nota, es el disco más intelectual y compacto de la banda: Promesas rotas, Loreto, Carne de Tren, Blues del hijo de dios o Para llegar a ti llevan en mayor o menor medida el sello de Sopeña:



Llegamos a un momento muy importante en la trayectoria de Sopeña como compositor, un punto de inflexión en su carrera: Altoaguirre, productor de El Frente lo es también de Loquillo y Trogloditas. En aquella época la banda de Barcelona está pasando un momento convulso, la salida-expulsión de su guitarrista y compositor Sabino Méndez ha dejado a Loquillo sin el hombre que lo había acompañado hasta el estrellato durante los años ochenta. Altoaguirre decide pasarle a Loquillo una cinta, una demo con algunos temas inéditos de Sopeña. El Loco elige uno de ellos, Brillar y Brillar que se convierte en un hit de la banda. Son los años de Hombres y aunque lo hemos conocido en la voz del rockero del Clot, vamos a escuchar esta versión original, la demo de Sopeña de Brillar y Brillar.


Sopeña en Hombres y, sobre todo, Mientras Respiremos, nutre a la banda de canciones, consiguiendo, además, con esas composiciones, un salto cualitativo en lo referente a la madurez de los Lps. En Tiempos asesinos aporta la magnífica Ciudad muerta y Compañeros de viaje, Loquillo canta Un fogonazo y Armando al amor en distintas bandas sonoras y caras B, la adaptación de El Hombre de Negro de Johny Cash se convierte en un éxito instantáneo que ensombrece otras adaptaciones magníficas que Sopeña ha realizado, como el No more heroes de los Strangles, Me and Bobby McGee de Kriss Kristofferson o Cocaine de Jackson Browne o Spanish Bombs de The Clash para la voz de Loquillo. Además es habitual en los discos de transición entre Sabino y el final de los Trogloditas que Sopeña ponga música a los textos de Loquillo en varios temas en cada LP. Pero no solo de rock vive el hombre, también de poesía. El final del Frente ha dejado a Sopeña con tiempo para dedicarse a otros proyectos, aparece su primer libro de poemas, La noche del Becerro en 1992 editado por Olifante y además acompaña en el viraje estilístico a Loquillo con la publicación de la Vida por delante en 1995, el primer disco de poetas. La vida por delante, un verso extraído del poema No volveré a ser joven de Gil de Biedma, incluye poeas de José Mateos, Antonio Gamoneda (bastante años antes de que le diera el Premio Nacional de Literatura) o de Cesare Pavese. También un texto extraído del poemario La noche del Becerro, Lisboa. Escuchamos la versión de Sopeña en un directo en Sos del Rey Católico, en el entorno del Festival Luna Lunera. Lisboa en la voz de Gabriel Sopeña



Aquel disco de poetas fue un éxito sorpresivo. Una gira nacional, actuaciones en televisión, quizá es el primer reconocimiento artístico de Gabriel Sopeña fuera de las fronteras de nuestra región. Aunque de nuevo, como pasó con Mas Birras, el poeta permanece en la sobra. La vida por delante es un disco de Sopeña en el que Loquillo se limita a poner su voz a los textos musicados por Sopeña, que se encarga de la producción, los arreglos y la dirección musical de un puñado de instrumentistas de altísimo nivel. El éxito hace que tras años más tarde el proyecto encuentre continuación en Con elegancia, editado por Picap. Con elegancia tiene un sonido más rockero, con adaptaciones de Jacques Brel, Vazquez Montalbán y Luis Alberto de Cuenca (detalle este importante para el futuro), entre otros. Otra maravilla, tanto si a uno le gusta el rock como si le gusta la poesía. Una insuficiente campaña promocional y una discográfica demasiado orientada al mercado cataloparlante hacen que el éxito no se repita, con problemas de distribución incluidos que hacen del disco una rareza hasta su reedición unos años después. Incluye maravillas como esta adaptación de La aurora de nueva york de Federico García Lorca, con las voces de Loquillo y la invitada de Luis Eduardo Aute.


Picap es la discográfica que publica Con elegancia de Loquillo, pero también es la responsable de la edición del primer disco en solitario propiamente dicho de Gabriel Sopeña. Mil kilómetros de sueños aparece en 1998 y resulta un disco ligeramente fallido. Promoción no adecuada (el mismo problema que tuvo el disco de poetas), presiones para que Gabriel vuelva a grabar sus canciones más conocidas con su voz (John Milner para Loquillo, Cass y Apuesta por el rockandroll de Mas Birras) dejando de lado los temas nuevos. De todos modos estas versiones no son simples copias de las originales, la incontinencia y voracidad de Sopeña lo llevan, en compañía de un puñado de músicos de primer nivel, de la escuela jazz rock de Barcelona (Jordi Pegenaute a la guitarra es un ejemplo...) a revisar los arreglos y la perspectiva de aquellos temas, dándoles un barniz completamente nuevo. De todas maneras también se incluyen una serie de canciones completamente inéditas, compuestas por Sopeña en los últimos años, que tanto melódica como líricamente rayan a la altura de cualquiera de los clásicos incluidos en el disco. Uno de esos clásicos que se ha mantenido en el repertorio de directo de Gabriel es este Armando al amor.





Con el final del siglo Sopeña entra en una espiral creativa completamente distinta, prodigándose poco en directo, entregando de manera regular canciones para Loquillo, produciendo a bandas como La Ley, Los Reverendos, El Bosque, pero sobre todo decicando tiempo a distintos proyectos corales en el que aporta composición y producción dejando textos y voces a distintos artistas seleccionados por él: en el año 1995 compone el disco-libro Universo en Ciernes sobre poemas de Mari Pau Domínguez y que cuenta con voces invitadas tan importantes como Miguel Ríos, Mauricio Aznar o Loquillo. En el 98 pone música a poetas latinoamericanas y españolas en el disco Orillas, textos de Magdalena Lasala, Alfonsina Storni o Gabriela Mistral. Las voces que lo acompañan son las de Ludmila Mercerón, Elena Rubio, María José Hernández y Carmen París. Además de para Loquillo hace canciones para María Creuza o María del Mar Bonet, damas de la canción contemporánea, toca en Nueva York, compone para el musical de Juana de Arco, también un libreto para José Sanchis Sinisterra, Misiles melódicos. Colabora con Dos Lunas, participa en los discos tributo a Elvis Presley y Jackson Browne y poco a poco comenzamos a verlo un poco más en directo, acompañando a la CAB (compañía aragonesa de Bluegrass) revisando el repertorio de Mas Birras o en conciertos benéficos. Pero el comienzo de siglo trae la noticia más triste, la muerte de su amigo y hermano Mauricio Aznar. Las canciones que habían vuelto a escribir juntos, los poemas de Mauricio...Zaragoza, Aragón está de luto, Sopeña había perdido a su hermano.


No es la única pérdida vital en el entorno de Gabriel, Guillermo Martín, un mito a la guitarra de nuestra historia musical, fallece en 2006. Hemos escuchado el directo Hermanos de sangre, con el que se despedían los Trogloditas y en el que Sopeña está presente en las voces junto a la guitarra de Guillermo. Con el comienzo de esta década parece que la promesa del nuevo disco de Sopeña en solitario está más cercano a convertirse en una realidad. En 2008 aparece Balmoral, el primer disco en solitario de Loquillo, con la impronta de Sopeña en el tema Cruzando el paraíso que Loquillo graba a dúo con Johny Hallyday o por supuesto hermanos de sangre o La vida es de los que arriesgan, con texto del poeta Juan Mari Montes, una pieza que tendrá largo recorrido en la carrera de Sopeña. Vuelve en 2011 a la actividad poética con Máquina fósil, editado por Olifante y ese mismo año y después de un largo tiempo de adaptación de los poemas a canciones aparece el tercer disco de poetas en la voz de Loquillo. Su nombre era el de todas las mujeres. Este disco será distinto a los dos anteriores: para empezar está dedicado únicamente a un escritor, Luis Alberto de Cuenca y por otro lado la producción y arreglos del mismo corren a cargo de la, por entonces, mano derecha de Loquillo, Jaime Stinus. El resultado es, como poco, irregular. La producción no se ajusta al tono de las letras y Stinus abusa de elementos no orgánicos. Las maquetas que graba Sopeña son un reflejo mucho más fiel de lo que podría haber sido un disco histórico que se quedó en un disco simplemente notable. Así que hoy, en Hotel Margot, escucharemos la materia prima de la que estaba hecho aquel sueño.



La década sigue avanzando y Sopeña sigue trabajando en canciones y canciones, maquetas y más maquetas, puliendo un repertorio que parece inagotable y que aparece en pequeñas gotas, tanto en directo: concierto en el patio de la Infanta de Zaragoza en 2010, en la sala Oasis en un concierto pro-Haití, abriendo para Loquillo en marzo de 2012...en 2014 aparece un disco de Olga y los Ministriles, Es a veces amar, compuesto por Sopeña sobre 11 poemas de autores aragoneses, como Ángel Guinda, Antón Castro o el desaparecido Antonio Pérez Morte. Ese mismo año adapta el Spanish Bombs de The Clash para ser interpretado por Loquillo en su disco en directo El Creyente, grabado en Granada, un directo en el que ya aparece a la guitarra Josu García, aquel joven muchacho que había sido parte fundamental de la última época de Mas Birras. Josu entre en la banda de Loquillo como guitarra y en los discos siguientes ejercerá también la producción, cosa que se notará sobre todo en el magnífico Viento del este donde gracias a la conexión artística y emocional entre Josu y Gabriel las canciones que aporta Sopeña al disco vuelven al lugar que se merecen. Por ejemplo este Las ventajas de perderte


En el año 2017 por fin aparece el segundo disco en solitario de Gabriel Sopeña. Sangre Sierra. Producido como hemos comentado por Josu García y con colaboraciones como las de Enrique Bunbury, Ramón Arroyo de los Secretos o Loquillo, el disco mezcla clásicos de siempre (Cass, Apuesta por el rockandroll, «Yo y Bobby McGee») con canciones solo conocidas por maquetas o directos e incluso alguna compuesta en los meses previos a la grabación del disco. “Veinte años junto a la frontera esperando que floreciera la sangre entre los muros y ahora el Mago ha vuelto y trae una pluma en su sombrero. Sangre Sierra es un disco magnífico, denso como un alcohol que se degusta despacio, de semántica exigente y regusto clásico: guitarras crujientes, órganos que rumian bajo el pellizco del desierto y ese violín que siempre nos devuelve a los romances perdidos en Durango. Gabriel Sopeña: delineante de mapas imposibles plenos de ternura pero también de desarraigo”.


Sopeña monta una banda para la grabación y directo en la que hay nombres como Jorge Gascón, Roberto Montañéz, Guillermo Mata o Laurent Castagnet, más gente como El Niño Bruno o Begoña Larrañaga, mítico acordeón de los Problemas de Enrique Urquijo. El concierto en las Armas de Zaragoza en junio de 2017 sirve para presentar el disco y el repertorio incluye clásicos y temas recientes, momentos de toda su trayectoria, un auténtico festín para sus seguidores. El mejor Sopeña, el más maduro ha vuelto. La síntesis de toda una vida en un puñado de canciones.





Después del final de su programa de televisión Canal Saturno sigue con distintos proyectos en mente, además de ser profesor de Historia Antigua en la Universidad de Zaragoza y vicedecano de la misma en lo referente a asuntos culturales. Sopeña ha presentado recientemente un libro con sus canciones, prepara un nuevo disco de poemas para Loquillo, en este caso dedicado a Julio Martínez Mesanza , en el último disco de canciones de Loquillo es parte de la nómina de compositores junto a Leiva, Santi Balmes de Love of Lesbian o Marc Ros de Sidonie. Seguro que cuando abramos las puertas de este Hotel Margot ya nos habremos quedado atrasados siguiendo la carrera creativa de Sopeña, un chico de Casablanca que jugaba con su amigo Mauricio a ser cantores de la vida. Un verdadero placer este Hotel Margot dedicado a Gabriel Sopeña, espero que lo hayan disfrutado.


domingo, 24 de noviembre de 2019

Magia bajo cero de Fominder (Polar Records, 2019)


Fominder siempre ha escapado a las modas para definir un canon propio. Te puede gustar más o menos, puedes entender que su universo es claustrofóbico o cálido, expansivo o desértico, blanco o negro. Magia bajo cero sigue en esa línea: hay magia, esa que hace que la música recorra los cables desde la columna hasta el parlante, un disco que se abre con Cuando despierto, alegato urbano como unos Décima Víctima con mejor tecnología y más horas de tranvía, en El pacto, la trepidación nos acerca a esas líneas de bajo robóticas que solo pueden ser tocadas por un mutante, con esa devoción alienígena que tenían los A Flock of Seagulls. La canción que da título al disco parece sacada de un descarte de Dynamo de Soda Stereo, como si a los mandos estuviera Daniel Melero soñando con sintetizadores afónicos o revox que repitieran oraciones como en una Ültima noche, con una percusión pesada, fría, una onda que es ceremonial en sus arreglos, como unos New Order que todavía no han superado la pérdida de Ian Curtis, canciones sacadas del catálogo de grupos tóxicos de Limbo Starr, esa Bruma que reivindica la lucidez confesional de La Bien Querida, Elévame que actualiza el sonido de Décima Víctima con referencias a las distopías del S.XIX, síntesis y antístesis en Noche de Arena, solo para los que al llegar los lunes de hierro encuentran en Volubilis el refugio a todas sus plegarias y el final que es una especie de polaroid de Midge Ure y David Sylvian jugueteando borrachos con un Prophet-5 en la Nochevieja de 1985. 

Fominder es sello donde antes había tatuaje, es línea divisoria entre la fotocopia y lo épico. Un solo pero, el tratamiento de la voz, que nos hace perder alguno de los matices emocionales de la interpretación de Juan, que hubieran dado más lustre al LP.

domingo, 10 de noviembre de 2019

Reseña de Lapso de ELEM (Autoproducido, 2019)


Dotada de una voz superlativa, abre con ukelele en Mi yo, que aparece como single de adelanto, con ese reverso ingenuo que vio crecer a su vera a Suzanne Vega o los momentos más atrevidos de Gloria Van Aerssen, que hacían de los cotidiano un experimento sonoro. Laura Cebrián se maneja al piano y sabe quién es Mike Garson -alguna vez lo ha emulado en directo-, se defiende como hacía la Lliso, cuando pedía más violines o confundía los agujas con arpones, en Irreversible, practica la claudicación íntima en Personas alimenta con aires de trip-hop orgánico, con pinceladas confesionales, como en aquellos viejos tiempos cuando se cantaba a Capricornio y los Bronski mandaban en la ciudad que nunca dormía. Dentro de la paleta que maneja la compositora aragonesa hay momento para jugar a la rumba urbana en Quejas (primer videoclip), con una nutritiva guitarra española, palmas y un fraseo que nos recuerda a aquella maravilla que fue Pastora o arremolinarse en el recuerdo familiar de Cretinus, donde recordamos que cuesta más hacer reír que llorar, una oda a todos los Andy Kauffman del mundo, delicados como el cristal del que está hecho el cielo y cortantes como las cuerdas de una guitarra que se desafina con lágrimas. Pop lúcido en Como el lobo a su manada, agua fresca como un abrazo, garganta que exhala un alma cálida que la emparenta en ese arte transitivo que va desde Patty Pravo hasta Amaral pasando por la Rosenvinge de Flores Raras.


Con una producción exquisita a cargo de Chechu Martínez desde Séptimo Cielo, la portada de Jaime Oriz (cada vez más referente en la captura de aquello inmaterial que sobrevuela cuando hay belleza por el medio) y padrinos que son ya historia viva de nuestra música, Laura Cebrián se despereza en mitad del pantano de nuestra escena dispuesta a oxigenar las movedizas arenas que nos aprisionan.

domingo, 3 de noviembre de 2019

Mar de universos de Órbita (Discos del amor y del odio, 2019)



Órbita supone la vuelta de Nacho Saldaña a la primera línea musical de nuestra región. Ataviado por una estética que roza el steampunk, Saldaña, otrora éléctrico mayor del laberinto de los noventa, propone en Mar de universos un acercamiento a la ficción distópica con grandes cantidades de distorsión y una voz, la de Blanca Abad, que rebosa del carisma de una Siouxsie a punto de convertirse en una supernova hambrienta de estrellas. Discos del amor y del odio apuestan por este proyecto con guitarras épicas como las de Gigante pequeño, de momentos de delicadez como Flor herida, con una sección rítmica solvente que genera una estructura sólida a temas como Las estrellas. Mar de universo es un EP áspero, de senderos que se bifurcan en una lírica trabajada y caminos familiares que nos devuelven los mejor de la última década del siglo pasado, cuando lo digital no nos había devorado todavía y el averno nos ofrecía su mejor sonrisa.

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Inicio de surco de Kiev cuando nieva (Repetidor, 2019)





Saturación eléctrica por encima del promedio, bisagra para el banjo, grasa industrial en los aparejos angelicales, multipropiedad bucólica. ¿De dónde salen todos esos sonidos nuevos? La exploración rítmica de Kiev cuando nieva, con Jaime Sevilla asentado en el bajo, ha crecido haciendo que los cimientos de sus canciones sostengan veleidades no permitidas en otros tiempos, cómo fluyen la sapiencial síntesis orgánica de Huerto, o la captura de una voz de Raudive en los bosques letones a base de percusión mínima y teclados afónicos en Briza. Aperitivo luminoso, armonías vocales que tañen y hablan de chasquidos y los sonidos que imaginas al ver viejas películas en super8. Portaladas y pasajes rompe unas cuantas de las leyes no escritas de Kiev cuando nieva, entre ellas la temática aconfesional, pero entrega una burbujeante sensación familiar. El compostaje sonoro arraiga entre urbanitas convencidos como una especie de residuo vaporoso, la batería de Carlos Aquilué, perezosa, los arpegios del nylon, el voltaje controlado de Cómo caen, con ese órgano que aparece como un invitado no esperado acompañando el descenso controlado de las plumas angelicales. Un poco de saturación para Aperos, recordando que Kiev cuando nieva son amanuenses en las distintas versiones del arte, arremangados frente a la lija, no sabemos si vieron la canción dentro del mármol o fue el serrín el que dio forma a sus días. Geométricamente receptivos, vuelven a lo básico: Spinetta, el Algora de la Lengua del bosque, las bandas donde se mezclan los pedales y los susurros, T-Bone Burnett escapando de la Virgen del Pantano en Arrendajo y William Burroughs rebuscando en la bolsa llena de acordes y palabras en Navaja. ¿Lo que huelo es un leve residuo salado flotando en el aire de Arpa? No diré nada, lo prometo, pero sé que en Capri siguen buscando comediantes para pasar el verano. Arpa es mi nueva canción favorita de Kiev cuando nieva. En este tobogán controlado que es Comienzo de surco uno encuentra referentes que hasta ahora no había imaginado en la banda oscense, escuchar Broche, con ese tono de alquitrán, con ese ritmo de Grant Hart pasado de diazepam ,cambio de opinión, ahora también Broche es mi canción favorita, es lo bueno de escribir mientras escuchas un disco. Una penúltima sorpresa, Espiritual, como el colmillo afilado narrativo, nunca me lo hubiera imaginado, los acordes de teclado, las huellas dactilares en comunión con la guitarra, la ornitología como un nuevo veneno. Cerramos con una fanfarria, como si la luz del túnel no fuera suficiente, Gallo es la canción que Lennon escribía a escondidas de Yoko Ono, tan breve que parece un esbozo.

Los matices crecen, el riesgo crece, se mantiene el escrupuloso alimento de los silencios, una banda que propone un cálido espacio en cada una no de sus discos pero la banda fiel a sus postulados, títulos de una palabra, doce temas repartidos en las tareas vocales entre Javier y Antxon, 33 minutos, la cábala perfecta de una banda que es canon de nuestra música. Un gran disco, especiado como nunca, sabroso como siempre.


Inicio de surco se pone a la venta el próximo viernes 27 de septiembre y se puede comprar aquí.

lunes, 8 de abril de 2019

15 Canciones De Amor, Barro Y Motocicletas de Miqui Puig&ACP (elsegell,2019)




Quince canciones en un disco. No sobra ninguna. El metraje correcto: Comic, cuando quedaban quince años para el 2000, antes de la mano de Dios, antes de Rompepistas, con los maxisingles a modo de escudo y la garganta de Pino d´Angio avisando que todavía está lo mejor por llegar. Miqui Puig se abre desde el principio, Miqui Puig colecciona los cortes mejores y los monta en un scalextric imposible , fraseos en mil idiomas, tambores y ritmos, ven que te lo explico otra vez: Montjuic es una canción diez, de belleza estremecedora, para bailar despacio, para acunar los sueños que están por venir: los arreglos a lo Bowie 1983, el corte de Weller fumando negro sobre traje blanco en un reservado de la Diagonal. Conocíamos Raros como primer corte, robots políticos en la cadena de montaje, funcionando a pleno rendimiento. Vamos con Hunos a por el segundo diez de la noche, ensayo sobre los singles perdidos, sobre los cacahuetes para cenar, las voces que no saben elegir pañuelo o corbata, ¿os acordáis de los bares con nombre de cantantes? Íbamos al baño y salíamos más limpios para sorpresa de todos, los botines se deslizaban sobre una mezcla guitarras y suciedad. Estábamos vivos, habíamos aprobado asignaturas básicas, Graduado, como Robert Mitchum y sus discos de Calypso, Desmond Dekker y sus israelitas y Deborah Harry llevándonos de la mano a mojar los pies con la marea. Esas guitarras de Ola, esa sección rítmica, abraza Miqui Puig el soniquete medio macarra, como esas canciones que se compraban en pesetas y uno llevaba apretadas fuerte a su pecho, ese bajo muy de los Pistones, esa suavidad que llega hasta Plum Cake, que acerca el disco a la nacional que une San Sebastián con el Ampurdán, dos mares y entre medio un teclado y unos coros que suscriben que Miqui tenía que seguir contando historias básicas, Plata, una letra original que es Miqui Puig puro, amanuense en Plata Miqui Puig bebe del Mediterráneo que tan bien conoce, cerca de Catania, buscando al pie de volcanes extintos el recuerdo de los que siguieron a Franco Battiato hasta el final. Chill Out es un momento de respiro, de pasar la mano por las estanterías y quitar el polvo de discos que hace demasiado tiempo que no escuchas, una carta de amor convertida en tonada, Miqui abraza solo a quien lo merece, ella tiene nombre, él se disculpa, Jarvis y Richard, Burruezo y Carnicer, tan bello que duele ¿Delicado en el dolor? Amantísimo compañero en el viaje, santificado el sintetizador, vuelve a la pista de baile en Karaoake, ¿sonido Filadelfia con una letra hermanada con el universo literario de Diego Vasallo? Percusiones, masculinidad bien entendida, las coderas desgastadas por el liquido que lloran los vasos al calentarse. Continuamos llevando la paleta a colores que nos son conocidos: Max ilustrando las historias de Juan y del Tonto Simón, la gabardina que llevaba Miqui en aquella fábrica cuando cantaba canciones de John Foxx acabará en la espalda del protagonista de Sobretodo, con las voces femeninas que nutritivas nos llevan, salmódicas, hasta Tinta, confesional y delicada, ¿Podría un bajo así entrar en una canción política? ¿Podría aparecer Chic en una canción con la palabra fascista en su letra? ¿Es la primera vez que Cohen aparece en la obra de Puig? Nunca olvidemos que tuvo su momento partizano y spectoriano. Transición de gitanes y arreglos de Gainsbourg from Loveonthebeat y llegamos hasta Casino Classic, el Miqui más Miqui, dos contra el mundo, funcionando a todos los niveles, teclados como relámpagos en mitad de la canción, motocicletas que suenan como violines, barro y trompetas (en Flandes lo llaman chocolate) y en RegolarItà ecos de danza, clubes que nadie recuerda, fotos de carnet donde no nos reconocemos, los mejores arreglos del norte de Barcelona. Extrañabas las viejas historias de cuando Miqui escribía cartas, cuando nos decía: “Escápate, un solo día.”, como cuando dejamos el tabaco porque el amor había llegado. En las páginas modernas dicen que el estribillo es perfecto, que Doulton es suya, que el barniz sintético es el color con el que se pintaba las uñas Sandie Shaw. No diré yo que no, hijo mío, este señor es mi amigo y no tenía que preguntar por el nombre de las calles porque las calles eran todas suyas.

¿Ha cantado alguna vez mejor Puig? ¿Ha elegido mejor los samplers y las percusiones? ¿Son quince canciones suficientes para completar tres décadas? Lo único que es gris es el Cantábrico y la sed que deja la lengua cuando el vino abandona. Miqui Puig sigue escribiendo la novela de nuestras vidas con anécdotas que son solo suyas. Esos arreglos, las teclas, los ritmos, enhebrando con el ojo tuerto por la aguja que mejor atrapa el tejido. Con gusto y con calor, de té y limón. Para todo lo demás, elijan a Puig, elijan seguir el camino correcto, las libretas con letra apretada, las fotos en blanco y negro, los sombreros y los cortes de pelo, aquel sitio en el que pasamos una buen tarde. Ven, sigue igual. Quizá mejor.

martes, 2 de abril de 2019

Mil demonios EP de Mil demonios (Autoeditado, 2019)





El debut de Mil Demonios es un EP de siete temas con inequívoco sabor clásico. Y es que de casta le viene a los galgos que forman la legión: por un lado, en la guitarra solista, Fernando Navarro, clásico de la escena aragonesa desde antes de que fuera escena y que compagina este con su banda madre, Los Modos (amén de otras mil presencias en directo y colaboraciones) y en la rítmica y voz, Jorge Martínez, conocido habitante del este del Moncayo que además de líder y compositor de Despierta McFly hace poco debutó como poeta a través de la editorial Olifante. Mil Demonios comenzó como un grupo de versiones de a dos, un dúo que revisaba con gusto canciones de sangre y carretera, de luz y oscuridad, de madrugadas baldías. Resto de aquello es la versión exquisita de Esta noche de los 091 incluida en el disco, alimenticia y mesiánica, escalofriantemente bella. A veces uno no cree posible extraer más jugo de la flor del recuerdo, pero aquí el terreno conocido devuelve barro de experiencia. De dos han pasado a banda completa para una disco de temas propios. La banda base, con una sección rítmica de lujo, Guillermo Mata en el bajo y Carlos Gracia en la batería, rock resolutivo para un tren que se mueve a distintas velocidades: el pop energético de Arcadia, con un fraseo marca de la clase, que gestionan un texto sobresaliente apoyados en los deslizantes teclados del productor, Cuti. Las percusiones con las que se abre Mustang 72 susurran al oído el recuerdo de la tierra quemada que dejó tras de sí Mauricio Aznar, voces empastadas, conversos del rock cuando uno entiende que las décadas son nutritivas (quizá rechina un poco los coros hooligans que aparecen en mitad del tema, pero eso ya son gustos personales). Hattori Hanzo puede funcionar como entretenimiento punk ibérico pero parece un poco sacado de contexto en la temática del disco, tanto en lo formal como en lo estilístico. Satélites hereda la sapiencia pop del compañero de Fernando en los Modos, Michel Gracia, y el nylon abrasa con gusto, pasando del hedonismo culpable a los coros y los solos, en esa mezcla de Elegantes y incluso la dupla melódica Puente/Vinadé cuando son más prosaicos. En Malditas películas no hay duda desde el principio, el desierto de Monegros no se detiene en ninguna de las paradas, vacíos de Lorca y Kerouac, que aparezcan dos lunas en la letra de la canción, me llevan a la época en la que uno soñaba con que los Proscritos de Jose Lapuente nos salvaran. Canción fundamental en el proyecto Mil Demonios, que mezcla lo mejor de los dos mundos en herética unión, bourbon y botines, gafas de pasta y chupas de cuero. El final con Quise ser dios, nos devuelve a la dualidad, cielo e infierno, un Jorge Martínez sobrado de voz, las guitarras y las teclas dando colchón a los estribillos, un tema que atestigua la realidad de una banda que es mucho más que la unión de dos colegas plenos de talento y gusto musical.


Un disco de factura perfecta, con todo lo bueno y lo malo que esto tiene, uno no encuentra fallos en esta primera entrega de Mil demonios pero se queda con las ganas de un poco más de pantano y suciedad en la próxima remesa de canciones, pedales de metal y hammond, recemos por ello.

Maravilloso por cierto la versión física de la grabación, con un elegante diseño de Pío Lázaro e ilustraciones de Guillermo García que hace muy apetecible adquirir el disco como objeto analógico de culto.

lunes, 25 de marzo de 2019

El espejo de Da Loma (Limbo starr, 2019)


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Todos podríamos haber sido Da Loma pero no aprovechamos la oportunidad. Solo los que bordean el abismo pueden permitir que sus primogénitos recojan golosos la absenta que se evapora de tus ojos.

El espejo abre el disco con un trote psicótico y confesional, unos ritmos casi psicobilly, la rítmica esquizoide de Suicide, como cuando a Josetxo le daba por escupir en español, Del revés es una de las cumbres del LP, tóxico como las cenizas de un dios olvidado, enumerar los peores vicios permitidos por una sociedad en la que todos chapoteamos desde que a la música le ponían nombre las décadas, lúbrico como la manera en la que engrasaban las agujas en Detroit. El disco de Da Loma tiene algo de postmodernidad bien digerida, con El amor, la fuerza y esos lúcida mezcolanza de carta de amor a Mada Jade , en uno de los pocos estribillos pop de amanuense (silbido y percusión de nova cansada) que encontramos en el disco, porque Da Loma es una sucesión de polaroids tomadas de resaca nada amables, como En el festival, trajín de años, samplers del revés, guitarras que escuecen, madurez mal entendida, sirenas que repican la jaula con las puertas abiertas que trata de atar con pulseritas de colores la juventud. Nunca más es un interludio acústico, de serenidad acústica, en la que sobrevuelan retazos sintéticos sobre melodías. Con De Madrid al suelo podríamos nombrar a los Ornamento y Delito, pero sería demasiado fácil, yo me entrego más hacia Las Ruinas o ese fraseo de a lo Lou Reed que solo mejora Rafa Berrio pero él lleva mucho más tiempo castigando su alma. La parte lúdica, casi el guiño, como si los Parálisis Permanente tuvieran estudios, ese espejo rajado donde se reflejaría autosuficiencia y que es Fin de Semana. Le hemos dado la vuelta al vinilo hace rato y aparece una voz, una segunda voz, una cómplice que ayuda emparentando T_A_M con algunos de esos temas redondos con un punto sádico como los que elucubraba el Javier Almendral de Soy un enfermo y nunca dejaré de serlo. Da Loma, un disco político, un disco contemplativo, un diario que tiene momentos ligeros como Tus mentiras, con esos arreglos para el domingo por la mañana, vaporosos dibujos sobre el telar de la vida, el cierre es Libro de estilo, quizá el más confesional de los temas del disco, como si El Ángel bajara y volviera a juntar a la banda, como si le hubieran pedido una canción para cerrar uno de esos bares que llevan muchos años cerrados, la última canción en un local vacío.


Da Loma tiene un pasado, como todos, pero el suyo está lleno de buenas historias, de saber esperar, de cocer en marmitas lentas las especias más extrañas. Da Loma vio cómo pasamos de la grapa a spotify, del scalextric a la PS4, vio como Ranaldo afinó su guitarra y como Sergio Algora tocó en radio 3 con una sola cuerda. Un disco que destila belleza, poco más se puede decir.