Un segundo disco siempre es un proyecto complejo: pasas de plasmar las mejores canciones que llevas escribiendo toda una vida a tener un año para volver a componer doce temas que estén a la altura. Copiloto lo ha logrado, recogiendo una sucesión bellísima de segundos luminosos, como un orfebre pop, acodado en la barra de la inspiración. Y para ello se ha rodeado de un plantel de lujo, sobre todo si concibes la vida como guitarras y melodías: tres de los mejores guitarristas aragoneses lo acompañan a lo largo del LP: Juan Aguirre de Amaral, Javier Tafalla de Nubosidad Variable y Rafa Domínguez de Muy Poca Gente o Guisante. Y eso se nota, vaya si se nota, como la mano de este último, uno de los mejores productores que hay ahora mismo en España, desde su Cafetera Atómica, dando color a las canciones, salvándolas de la inexorable entropía con el que estuvo a punto de devorarlas Paco Loco en el primer LP. Pululan también Juanjo Javierre armado de teclados extraños y sapiencia, los Domador aportando su inercia apocalíptica o Mi Pequeña Radio como el reflejo en el espejo.
Copiloto (y sus chicos, los que van sentados atrás: Javi Polo en batería, Jorge Pérez en bajo y Javi Tafalla en guitarra) arman un disco de indie elegante, curtido en las referencias y lúcido en la originalidad. Moleskine abre el repertorio, con las voces en primer plano, casi devorando el estéreo, la pandereta sixtie, la luz que exige su lugar en el pop, las promesas (“Todo irá bien mientras sigamos haciendo pie”). Fin de curso crece con la épica de lo confesional, con un colchón de arreglos que casi hacen que los coros te mastiquen el corazón. Siempre hay tiempo para el vodevil, para la historia de Marta y los Escaparates, para el ritmo circense en todo aquel que haya leído con un poco de cuidado el manual del pop. Una línea de bajo postpunk para La Conjura de los Necios, un tema puramente Copiloto (yo tendría miedo a los talibanes del costumbrismo indiedeluxe, ya sabéis a lo que me refiero). La primera vez que escuché Gracias, suficiente fue en la Lata de Bombillas, con Javier Almazán protegido tras la acústica y una armónica dylaniana, entonces me pareció más ácida, ahora, grabada, tiene el punto de la reflexión adolescente tardía que con tanta magia es capaz de modelar Fran Nixon, en el Interludio aparece otro luminaria de la música aragonesa, Mi pequeña radio, el proyecto de David Tabueña (ex Less) que nos hace pensar en la belleza global de un álbum conjunto (¿Y por qué no?) escondido dentro de esta miniatura. Sidecar nos trae a la mejor Habitación Roja, la de aquel disco perfecto que fue 4, con una letra perfectamente ensamblada, sin florituras líricas, sólo lo que hay que decir cuando hay que decirlo para que el mensaje se nos quede grapado a las zonas del cerebro que nos emocionan y esa pequeña muestra de gospel para modernas final (con los Domador y parte de las más bellas representantes de la intelligensia pop aragonesa). Ser un libro abierto funciona de nuevo a todos los niveles, la acústica del songwriter con los detalles en la segunda incursión en los mandos de David Tabueña. Jornada de Reflexión busca la metáfora planetera en su temática, el día a día entre los mitos que también se levantan y hacen café y se sientan por la tarde para componer las canciones que nos hacen seguir creyendo (¿En qué crees tú, Copiloto? No lo sé, pero si a ti te vale, a mí me vale, hoy soy uno de los vuestros, mañana seré leyenda). Ni otro seroxat es una canción melancólicamente costabravista, imperfecta y confesional, mi favorita del disco, construida a base de las imágenes que todos hemos vivido ya antes. La canción oscense lleva años de enhorabuena... por alguna razón se me ocurre que Vendrá Cantando es la canción Domador del disco, evidentemente sin el toque tóxico de los hombres farola, pero cada pincelada es como la de un calamar en busca de amor mientras deja pasar las horas subiendo y bajando el bulevar. Cerramos con Un golpe maestro, recobrando al mejor Copiloto, el que se sienta junto a nosotros en el autobús y nos susurra hasta que se acaba la batería del mp3, zumbando como un incontinente eléctrico, preguntando, siempre preguntando... Un segundo luminoso es un disco de interrogantes, de notas escritas en la nevera, un disco que busca la belleza en los huecos del día, en los cinco minutos de descanso, en el tiempo que se toma el té hasta que se queda tibio. Un disco que se abre y se cierra y consigue dejarnos mejor que la primera vez que lo escuchamos.
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