Una Casa del Loco repleta de aficionados al buen rockandroll, lustrosos vinilos de portadas coloristas bajo los focos, el ambiente espeso que precede a una noche de electricidad instrumental. Antípodas Producciones nos lo permite, démosle gracias a las vírgenes de las tierras del Sur.
Los Coronas nos recuerdan que la vida, que la música, siempre necesita una dosis de vitalidad orgánica, venga en forma de pedales saturados, de trompetas carnosas o de secciones rítmicas contundentes. Todo un ceremonial pantanoso en el que caben por igual la Credence Clearwater Revival de un John Fogerty afónico, las bandas sonoras psicóticas de las películas de luchadores mexicanos o las sintonías de analógicos seriales televisivos perdidos en el cajón del olvido.
Los Coronas buscan el mal de Moctezuma en una habitación de motel de la frontera de California, el espíritu de los Desperados por las esquinas de Malasaña, la rumba electrificada que se mantiene siempre firme al avance de los tiempos armada únicamente de metales y amplificadores vintage. Revisitaron Polk Salad Annie —con la única bandera del lamé blanco que retenía la grandeza de Elvis en las Vegas—, sacudieron la sala con el Flamenco de Los Brincos —Fernando Arbex que estás en los cielos—, enarbolaron el recuerdo del Rancho Leone —todos sabemos que la próxima de Tarantino será un spaghetti western y Sancho Gracia tendrá un papel protagonista—, apurando hasta la medianoche el repertorio como sabiendo que, con los malos tiempos que corren para la música en directo, la pasada noche podría ser la última. Una más y nos vamos.
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