Si me preguntáis cómo terminé viendo el concierto de los Niños del Brasil en la inauguración para el público mundano de la gran obra faraónica que ha tenido a los zaragozanos pendientes de obras durante tantos años no sabría muy bien qué contaros. El caso es que a las doce y media y después de una absurda prueba de sonido casi cara al público aparecieron los Niños del Brasil en el Balcón de las Músicas.
Todo oscurísimo, todo en la onda elegante de los Niños del Brasil, todo eso frente a un pueblo de maduros visitantes resistiéndose a dejar de amortizar uno solo de los euros que les había costado la entrada, más niños, despistados y demás fauna -por supuesto, freaks de los Niños del Brasil, esos nunca fallamos- y un balcón de las músicas demasiado iluminado para semejante concierto. Eso fue un punto negativo, pero nada comparado con el tipo que llevaba el sonido, que no fue capaz de enterarse de lo imprescindible que resulta subirle el volumen al invitado en sus temas, una pena porque los Niños del Brasil empezaron fuerte, con la versión de Me gustaría darte el mar, de Joaquín Carbonell. Tan fuerte que incluso el mismo Carbonell subió a cantar, pero claro, si no le subes el volumen al micro no hay manera. Menos mal que Santi Rex está preparado para estos menesteres y se pudo salvar. Me temía lo peor para el segundo invitado de la noche y así fue, pero no adelantemos acontecimientos.
Un repertorio arriesgado, con Estrella Fugaz, X -emocionante cómo canta Santi Rex este tema de la banda Polyzones- o el nuevo single -compuesto por Enrique Bunbury, aunque, reconozcámoslo, eso es lo de menos- Nunca se convence del todo a nadie de nada. Después unos cuantos clásicos -sólo eran cuarenta y cinco minutos y el riesgo de apagón sónico impuesto pululaba en el aire- con Sed de Venganza, El Mundo de la Imperfección, Recuérdame y dos pedazos de tema: Amor y Espinas más Las Curvas del Placer. No me acaban de convencer los arreglos de estos últimos dos temas, demasiada programación para unas canciones que piden el sosiego que la letra merece. Así, con un material tan bueno y con un Santi Rex totalmente sobrado de voz, los conciertos se salvan, aunque ni el ambiente ni el técnico acompañaban.
Los Niños del Brasil se van pero no nos queríamos ir a dormir sin los hits de toda la vida y, además, habíamos visto entrar a Sergio Gran Puzzle Cózmico y los bises, claro, fueron Al Oeste y Party Party. Allí ya nos saltamos las sillas y los abuelos por encima para colocarnos en primera fila y pegar unos cuantos berridos. De nuevo el técnico fue incapaz de captar la necesidad de subir el volumen del micro cuando salió el Gran Puzzle Cózmico -con el texto del homenaje Al Oeste nos encontrarás, con el que montó junto a Pablo Malatesta de Polizei en la producción- y nos perdimos ese impagable vestidos de fulana. Qué le vamos a hacer. Ya repetirán.
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