Uno no se podía perder una oportunidad como ésta. Dos de las más grandes bandas españolas de los últimos treinta años en un escenario, compartiendo espíritu, canciones y saber estar. Fue delicioso contemplar cómo los temas de los Mestizos seguían haciendo bailar a su público como si el tiempo no hubiera transcurrido lo más mínimo, Juanjo Javierre sobrado de voz y actitud resucitando el rock latino salido del garage que el grupo de Huesca inventó, con esa manera de tocar que es una mezcla de Salvajes, Clash y Grecas pasado por un filtro funkie hasta que destilas la bendita pócima del amor, Machuca muy efectivo en la guitarra y bajos negros, negros, con Otto-ex saxo, reconvertido en batería- perdiendo baquetas cada dos por tres. Ya es hora de regresar, Está en el aire, Por el día y por la Noche o Tirando p´lante, todas perfectas, todas tan sucias y pantanosas como tienen que sonar las canciones de los Mestizos -haciéndonos olvidar el malísimo sonido del último bolo en la Casa del Loco de Zaragoza de unos meses antes. - y las versiones, originales y complementarias, para comprobar la alta cultura musical de los seguidores de los oscenses, Bravos, Vince Taylor, Wilson Pickett y unas gotitas de Ramones. Todo eso y mucho más. Los Mestizos muy grandes.
Y lo que parecía ser el aperitivo terminó siendo el plato principal. Hace dos o tres años subí a la edición del Periferias, una dedicada a los ochenta, para ver a Aviador Dro y Víctor Coyote. El Abudancia me deslumbró con sus gafas de pasta, su rollo psicobilly pasado de bachata y todo ese repertorio mezcla de años gloriosos y nuevas propuestas solistas. Así que un concierto Los Coyotes 1984, cómo rezaba la publicidad, se suponía lo máximo. Um… pues tampoco tanto, la verdad. El rollo surfer inicial, dos destellos con Las Chicas de Las Revistas Guarras, quizá Fiesta Salvaje, con Javierre en el acordeón y poquito más. Sí que la gente bailó con el rollo seudopachanguero de Cien Guitarras, Esta noche me voy a bailar o 300 kilos. Pero si lo que más me agradó fueron los speechs de entre temas es que algo le falló al Coyote. Y no fue el señor contrabajista Fernando Gilabert ni el orondo Ramón Godes. Fue no tocar la Estación del Amor. Sin duda. Como con Auserón en Pirineos Sur, Víctor Coyote es tan grande que siempre hay que pedirle lo máximo. O que el mono lo haga, claro.
Pero claro, con una despedida sonando el Who do you love? de Bo Diddley, A quién quieres tú? Javierre y Víctor Coyote a dos voces… merece la pena, larga vida, chicos, por el día y por la noche.
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