Crisálida entregan un notable EP-formato cada vez más agradecido- de cinco temas grabado bajo la tutela de Rafa Domínguez durante el septiembre del pasado año. La mano de Rafa Domínguez-responsable de algunas de las mejores producciones que hemos disfrutado últimamente por estas tierras- se nota en la limpieza de sonido y la elegancia con la que la voz marca su primacía en las canciones. Crisálida atiende a referencias clásicas, el rock en español de finales de los ochenta, de Desperados a Elegantes o, si buscamos un poco más cerca, los añorados Proscritos de José Lapuente- con el que Alejandro Castro comparte un cierto deje vocal de tipo con la garganta oscurecida por la arena de los Monegros-, letras sencilla de carretera y ansiedad urbanita para un combo numeroso- hasta seis músicos en directo- que desfilan a través de temas como Chicos de ciudad, el que abre el disco, con sus aires country ligeramente fronterizos-impagable el momento slide de Rafa Domínguez y la línea final de teclado- o la sonoridad de aguardiente pecaminoso que es Gritando en la oscuridad. Y no baja el nivel con la rabia ceronoventaiana –permitidme el neologismo músico-granadino- que destila Un final feliz para enganchar una explosión de ricino mezclado con nafta de Adrenalina. Y cerrando, nada mejor que un medio tiempo reposado, de esos que estremecen las largas noches que uno sabe terminan complicadas de bourbon en el Páramo, No creas que es el final.
Se disfruta el disco de Crisálida, es un paladear clásico que siempre es bienvenidos si la mezcla está bien preparada y si hay que poner un pero ese es la excesiva saturación de instrumentos y arreglos que a veces inundan el tema, diluyendo lo que es verdaderamente importante en una banda rock como Crisálida: la pura canción.
Nada más, espero pronto más noticias vuestras.
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