Unas percusiones sintéticas, la
melancolía de los teclados, Gafas de sol es una
apertura perfecta, para LP y para directo, en la que se revisa
melódicamente a las bandas de finales de los ochenta, las que ya
eran maduras cuando nosotros éramos jóvenes. En este disco ya se
avisa desde el principio que habrá que masticar y habrá que
contactar con los espíritus presentes y ausentes. La primera postal
abiertamente cotidiana en la trayectoria de Tachenko, Domingo
de resurrección, con xilófonos y coros, de nuevo ese
acercamiento cada vez menos oculto a la lírica de Serrat, con esos
arreglos que parecen despistados y resultan laberínticos. Ese
residuo amargo que trae la distancia, un poco Nouvelle Vague y
un poco negros cielos en noches de letanía. El single de
presentación es Rápido, que casi contextualiza el disco en
su propuesta: tradición y estribillo, pero escorzo con la sobriedad
del texto y el arreglo, una segunda cápsula de efervescencia
controlada. La voz de Vinadé alcanza su máxima emoción en temas
como Los estilos, cuando se acerca a la épica de las
bandas sesenteras que erigían su leyenda a base de EP´s y
producciones de Trabucchelli, jugando con las orquestas sintéticas
que siguen utilizando tubos de vacío que florecen como amapolas en
mitad de un estudio. Suave conmigo: aspergios casi de
americana, momentos de lúdica reflexión, sábado al acabar la
tarde, ritmo que invita al baile, fuera de la ley, cuatreros del pop
con mucha hambre de noche todavía. Aparece ahora la trepidación
rockera en Justo y necesario: que los emparenta con
compañeros de generación como La Habitación Roja, en esa afónica
combinación de espacios y sección rítmica, incluso en esa
inflexión de la voz que suena a mañana de viernes. El solo de
sintetizador vuelve a demostrar que aquí las capas y los antifaces
son intercambiables pero al final queda la sonrisa del nylon y
el eco de una banda para la que todo son espejos que devuelven caras
guapas. Dos extraños nos devuelve a los Tachenko más
clásicos. Los más pegados a su propio libro de estilo. Madurando a
base de pastillas legales y ritmos pop, como en los tiempos del Coche
Real, Dos Extraños está llamado a ser un nuevo
clásico en su repertorio en los próximos años. Y todos sabemos que
sacar la cabeza entre semejante puñado de candidatos tiene mucho
mérito. Los santos protectores, el masticar
fronterizo, Calexico y los Tindersticks pasados por la imaginería
del mariachi, la lírica de Sebas Puente se revisa a sí mismo,
reduciendo las imágenes y atrapando la sencillez Coheniana cuando
abraza a las vírgenes con humor. Desértica como aquella banda
rosácea en la que ahogaba sus penas Chris Hillman, La pena
capital ofrece algo
confesional y sagrado, como el perfil de la banda a contraluz,
los hombros muy juntos, haciendo una ofrenda a la música calmada.
Nos despedimos, se despiden más bien, con una pieza excelsa, una de
las mejores letras del último pop aragonés, como sin licuáramos
las despedidas en tres minutos de canción pop, como si lixiviáramos
el recuerdo en melodía y arreglo, en voces y redobles. Los
listos es Emoción para concluir el disco más ecléctico de
Tachenko, picoteando en estilos y agrandando la paleta sin más
ínfulas que la diversión y la pasión de amanuense, voces,
guitarras y la instrumentación como esa mezcla de hierbas y especias
que hacen más sabroso cualquier estofado.