En aquel año todo cambió. Pero la
poesía siguió bailando alrededor de la muerte. La siguió cantando
y siguió puliendo su presencia en el bloque de granito que es un
folio en blanco. Porque caminamos hacia la muerte y la sangre que
derramemos será una ofrenda: “Día a día perdemos la vida/la
muerte es la gota que colma el vaso”. El gran poeta que camina
junto a la muerte es Ángel Guinda y su presencia se aprecia en
alguno de los versos de Ricardo Díez, por ejemplo en “Pero y la
muerte/¿cómo habré de vivirla?” o “Rebosa salud la muerte”,
también la ciencia misteriosa, la que escapando de Newton y
Aristóteles se atrevió a bucear en las procelosas aguas de lo
cuántico, de la imposibilidad de la posición y la velocidad a la
vez, dejando las funciones de probabilidad como única antorcha en
exploración del universo donde Dios y la muerte conviven en el mismo
espacio y en el mismo tiempo. Somos como una tercera dimensión donde
atrapados contemplamos reflejos y distorsiones, temerosos de cruzar
paredes y muros. ¿Qué hay más bello y abandonado en este mundo que
reniega de lo analógico que aquellos que “auscultan el fondo de
los buzones”, Ricardo Díez actúa como un demiurgo en esa tercera
dimensión, cruza sigiloso y desbroza los misterios, un chamán que
nos devuelve a la época Hiperbórea, “mi voz no llega sino después
de un eón de mudez”, el silencio es también un buen cliente de la
muerte y el tiempo es un remanso donde la confusión entre estar vivo
y haber muerto encuentra su sitio. La cita de Juan Luis Panero con la
que se abre uno de los poemas no podría ser más acertada: entre sus
seguidores los “juegos para aplazar la muerte” son uno de esos
ejercicios como cambiar los versos -con tu permiso, Ricardo-, “Hay
que hacer arder el frío”. Entre el tiempo donde la recta que en su intersección entre planos decide el cero absoluto, ahí es donde la muerte
adquiere forma de quietud, no saber si es sueño o muerte o
caballitos de mar liofilizados por un dios azteca aburrido. El poema
Especies invasoras es uno de los más poderosos del libro, versos
como “Ellos guardan bajo sus raíces/un depósito de semillas
nuevas,/que tendrán ocasión de germinar/tras el incendio”,
supervivientes que en su interior dejan que la savia fluya hasta que
seca, la muerte ahogada y saciada se eleve, hacen enmudecer al lector
que atraviesa el paraíso perdido hasta llegar a Estiaje donde ya
todo está arrasado “Pero a dónde iremos/cuando hayan ardido todos
los bosques/cuando se extingan las bestias que toman nuestro último
aliento”. Unos versos que recuerdan -y, de nuevo perdonen el
atrevimiento, casi una boutade-al recitado inicial del Mundos en
eclipse “el último árbol sea arrancado terminará la vida y
comenzará la supervivencia.” y lo hago por el cariño y admiración
mutua que se profesan Santi Rex y Ricardo Díez. Mictlán es un
libro depurado, introspectivo, donde cada palabra y cada verso está
medido porque el lenguaje es arma y refugio, protección y hechizo “
¿Sabremos saludar a la muerte sin lenguaje?”, como la matemática
es paz y sosiego, sea a base de axiomas y corolarios, teoremas que
en su demostración imposible no nos permiten encontrar solución a
la muerte. Ricardo encuentra en el azul a los ángeles, aunque sean
daltónicos, y en el blanco, el tiempo de doctorarse en entomología
cuando los gusanos devoren aquello que fue su cuerpo. Por dos veces
aparece Sergio Algora, otro explorador de la muerte desde la vida, en
el poema Renacer o en las canciones que Algora pinchaba, mientras
devoraba la vida para solamente dejar migajas a la muerte, también
hay un bello recuerdo para Emilio Gastón, para muchos el único
ángel verdadero que planea sobre las nubes de nuestro Aragón.
Ricardo Díez es hace mucho un autor imprescindible en nuestra
literatura, en nuestros poemas, una generación que, con Ángel Gracia o Jesús Jiménez, por poner dos nombres muy presentes, ha recogido una
responsabilidad inevitable pero que para el resto nos resulta un faro
fundamental y necesario.
Esto es un proyecto de diccionario de grupos aragoneses de todas las épocas y estilos (sobre todo pop y rock). Es un proyecto de Octavio Gómez Milián.
jueves, 23 de julio de 2020
viernes, 17 de julio de 2020
Algunas palabras sobre Alumbres de Ángel Gracia (Premio Isabel de Portugal 2018, Veruela Poesía)
Que de la ceniza uno pueda extraer una
semilla de vida igual que si la lanzas te lleve hasta el fuego y no
deje nada más que muerte. En el poema Gracia dice “Nada existe
hasta que la luz lo dice”. El mundo ahora cambia y es “Nada vive
hasta que la muerte muere”. O se aleja. En Alumbres la luz que se
prende del alcohol tiene algo de falso, es tinta invisible en una
borrachera de gasolina, como un poema que se enciende y se llevará
todo por delante cuando prendas el primer pitillo de la mañana. El
aire como enredadera que busca su hueco entre la enfermedad, buscando
cualquier espacio donde acomodarse. En Cinerario sobrevuela la
confusión entre hombre y árbol como oscuro objeto de mutación de
la ceniza y en Claridad “Sana tu sien de todo sentido” la
electricidad es un alimento purificador que como sucedáneo de soplo
vital imagina una bisagra entre cuerpo y cadáver que haría las
delicias de los monstruos de Villa Diodati. Y es que en Alumbres el
cadáver alcanza la plenitud en la muerte, el trozo del alma no deja
sitio para una alma que sea semilla “Alcanzas el silencio/cuando te
despiertas/en tu cráneo vacío, /cuando tu hueso recibe/su primera
helada”, al acercarte el escalofrío que te recorre al introducir
tus manos en el terruño es magnífico. Escribía Carlos Bousoño “Ha
visto envejecer el rostro humano muy poco a poco,/tan poco a poco que
nadie fijaba su atención distraída/en el menudo pormenor de una
arruga incipiente”. Cuando la muerte es una apicultora y confunde
con su aliento a las almas que se acumulan alrededor del humo y sus
dedos huesudos penetran para atrapar...el qué, ¿la NADA? Y
llevársela golosa a la boca. No, Ángel Gracia no es bucólico es un
chamán que enarbola las Geórgicas y hace de los panales viscosos
surcos para que las almas encuentren líneas telúricas que las guíen
hasta la nueva cosecha.
Alumbre es la vuelta a lo básico, a
esa ceniza-que yo respiro y guardo dentro, como un asbesto que
mortifica y reconforta a la vez-, que contiene la memoria de todo lo
que fue pero es inútil para hacer crecer nada. Las imágenes de
Ángel Gracia son como el instante en el que las larvas eclosionan en
un tejido muerto y arrastran su esperanza, una esperanza desconocida
para todos nosotros “Respiras lluvia y toses tempestades”. Sin
repulsas, simétrico como un campo bien arado, como unos racimos de
luces que la tormenta desperdiga: “Únete a la raíz de los
muertos”.
En la tercera parte llega la muerte y
se ausentan los animales, escribe Carlos Edmundo de Ory “Aguarda en
este hondo valle la llegada de los grandes lobo./Tus únicos testigos
de hambrienta soledad”. El reflejo del folio resuena como el canto
de la sirena, que atrae y asusta al mismo tiempo: “Escribir es
enamorarse del blanco/dejar que la nieve me ciegue”. El poema
Blanco es un monumental texto sobre el acto creativo, un acto donde
coinciden notas moribundas y desiertos ciclópeos, donde la luz de
las estrellas más lejanas y potentes es luz intensa que ilumina,
pero luz que es aliento de una estrella muerta. El alma es un objeto
al que le han arrancado todo lo que era semilla en la hora de la
muerte: “Seré viejo vagar/pasadizo entre planetas”. La paradoja
del árbol que se derrumba en mitad del bosque, un hombre que recita
unos versos en su cabeza, las palabras que son proyectos de poemas en
la mina de un lápiz. No hay poema más puro. Avanzamos en la
aritmética de la muerte ”La proporción necesaria/es que haya
dos vivos para cada muerto”, el cadáver es uno diamante que fue
vidrio barato y tuvo que esperar un millón de años: ¿Qué tendrá
que ver esta noche Nick Cave con lo que leo y escribo? ¿Serán solo
las malas semillas? ¿Será la idea de los cuerpos atrapados como
gemas en lo más profundo del suelo y sus manos y las tuyas que en la
misma dirección buscan encontrarse? En la Santa Compaña no hay
confusión entre vivos y muertos porque son lo mismo y Dios la excusa
para seguir en el negocio: “Dios, confiesa si cada noche/pides
ayuda los muertos/para que el mundo no se acabe”.
¿Quién me iba a decir que tras casi
dos décadas las ubres de Roger Wolfe tan insípidas o los
santuarios de Manuel Vilas repetitivos con la rítmica de repostar
nafta en una gasolinera? Será el silencio de la noche en Ateca, un
silencio de verdad, donde la temperatura de los ríos al mezclarse
susurra una tonada distinta audible incluso para los que arruinamos
nuestros sentidos con las máquinas de música metálica. Termino,
otra vez, con Carlos Bousoño: “Todo está allí, la sombra, el
esplendor del sol entre las ramas/bajas de los cerezos/nuestros pasos
que van por el sendero/junto al seto de moras”. El final, el
comienzo, el canon. Ángel Gracia que completa después de Valhondo
y el Libro de los Ibones, tras Arar, una tetralogía de naturaleza
como trasunto de la existencia humana en un ejercicio el de Alumbres,
donde la muerte, pero también lo que hay antes y la huella que
queda, son el motor y el temor de la vida.
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lunes, 13 de julio de 2020
Algunas palabras sobre Abrir la puerta de Ramón Acín (Ediciones Traspiés, 2013)
Me prohibieron escuchar música con
cascos en la última revisión del carnet de conducir. Decía el
médico que tenía problemas con los graves. Podría haber hecho un
juego de palabras pero como me habían tomado 16 de tensión la cosa
no iba por los derroteros del humor. Podría haber hablado del miedo
a las batas blancas o de José Guardiola cantando Sixteen Tons, por
16 y por seguir siendo pop en una revisión médica para renover el
carnet. Ahí es donde mi di cuenta de que quizá no era yo el que
estaba sentado en aquel cubículo prefabricado donde te trasladan, de
oca a oca y tiro porque me toca. Quizá era otro Octavio, uno que se
apellidara de segundo Millán en vez de Milián. Y busqué al volver
pastillas naturales que me bajaran la tensión y también diazepán 5
mg que me colocara el ánimo en su lugar y finalmente busqué un
libro que hablara de otras personas y de sus vidas trágicas, pero
que lo trágico fuera cómico y quizá un poco mentira. Por cierto,
ahora uso cascos todo el día, cuando escribo conectados al ordenador
y, sobre todo, cuando paseo por el pueblo unidos al móvil, pero no
suena nada por ellos. El silencio es el mejor aislante. La gente que
me habla piensa que los confundo con otra persona. Entre eso y las
mascarillas soy anónimo. Ahora solo quiero ser ausente y vivir la
vida de las personas de Abrir la puerta de mi admirado Ramón Acín.
En casa de mis padres hay un ejemplar de Manual de héroes, pero esa
es otra historia entre Acín y yo. Hoy nos centramos en 2013.
Y en
Abrir la puerta. ¿Es Ramon Acín un seductor o un cazador de piezas
sabrosas? La Cioconda entre el Molino y el Renacimiento, como en una
canción de Jonathan Richmann. La seducción de las carnes tersas son
como el alimento perdido de los fotógrafos. Ascaso estuvo en el
Consejo General de Aragón y aquella mesa del Rey Salomón o mueble
de Ikea marca Artúrica fue arrebatada por balas anarquistas y
revolucionarias. Es del gusto del idelista recibir balas en el pie
del pragmático, si lleva una camiseta de Stalin suele ir abrigado.
Cuando en Zaragoza había mil periódicos en Jaca iban por mil y uno.
Cierren su paso a los cainitas y Líster, Juan Negrín poniendo
Gobernadores Civiles antes que Franco (con perdón, Gobernador
General de Aragón). Hay una frontera entre el Nescafé y Venezuela,
de color rojo y negro. A Sergio Algora y su catálogo de libros
inventados le hubier encantado añadir alguno de estos artistas a su
colección. Cuando latinoamérica es realista y fantástica a la vez
y los nombres se mezclan como la bebida de cola y el pisco.
Marlene
Dietrich trató de sedudir a Greta Garbo en varias ocasiones. La
Garbo se dejab querer pero no quería resbalar por aquella terraza
inestable que era la fama recién fregada. Ser bisexual puede ser
atrevido pero no vinculante ni en aquellos tiempos ni ahora. Una
noche, cuenta una historia apócrifa -que no sale en este libro, por
cierto-, Marlene Dietrich consiguió seducirla a base de ginebra y
barbitúricos pero cuando iba a bajarle la ropa interior en la lujosa
habitación del lujoso hotel que solo dos divas como ellas se
merecían la Dietrich sintió una punzada de desagradable al
contemplar la poca higiene de la ropa interior de la Garbo. Esta
historia la podría confirmar Pere Gimferrer que espiaba desde la
ventana a un millón de pies de altura mientras enhebraba los versos
de “La muerte en Beverly Hills”. Es uno de los mejores textos del
libro, te hace pensar en las letras de Hollywood, en la colina,
convertida en un partenón con ruinas policromadas. Durante un tiempo
estuvo a la venta en Internet, subastada por un napolitano anónimo,
una pastilla de jabón hecha con las grasas, con las mantecas que le
habían sacado a Silvio Berlusconi en su última liposucción. A
veces uno piensa que es mucho mejor no limpiar la ropa si no sabes
con qué carajo la estás frotando.
Piensen en una imagen tan
poderosa como cadáveres descendiendo el Ebro, con todos los
uniformes cubiertos de sangre y barro, unificando el dolor. La muerte
no distingue entre la mezcla de sangre y barro. Mientras en los dedos
se acumulan las astillas, las astillas también se llenan de sangre.
Pero es otra sangre, la del que trabaja y tiene hambre. Si tus manos
están llenas de sangre seca es que te estás ganando la vida
honradamente, los asesinos solo tienen sangre en las manos si son
descuidados y tras lavarse se dejan algo bajo las uñas. Hay una
sangre que tiene muerte y otra sangre que tiene hambre. Una se mezcla
con el barro en los uniformes y otra en las astillas de los que
afilan madera en los aserraderos. Ramón, espero que sigas leyendo a
estas alturas de reseña. Porque ahora voy a hablar de la resina y de
los pinares. Como un disco que se repite, de vinilo, claro. Una aguja
de diamante, pequeña. Es diamante, pero es de tamaño minúsculo. Un
disco que se repite y se repite y te acaba atrapando. Es el
alzheimer, como si el tiempo diera una gran zancada que recorriera
décadas enteras, hacia delante y hacia atrás. Una canción es un
año y un disco una vida. Puedes estar dándole la vuelta para que no
se termine pero eso no evita que la muerte se junte con el
nacimiento. Entre medio las mismas canciones.
El entomólogo seguro
habitante de los tomos y las enciclopedias. Ser entomólogo te
asegura doble diversión cuando consultas una de esos libros
ciclópedos que nadie quiere, ni las bibliotecas ni las librerías de
lance: por un lando aprendes sobre la clasificación de los
artrópodos y por otro puedes acabar descubriendo entre las páginas
un nueva lepisma del azúcar con extra de patas (o voracidad). Aquel
entomólogo de tu historia tenía alma de PRI (institucional y
revolucionario) y mucho de vampiro, por lo eterno de su mandato (y
ese apetito por la sangre en mitad de un caluroso Termidor). Ramón,
¿sigues por ahí? Estoy en el cementerio, trato de escapar de la
bruma y porque sé que con ella moldeas la historia. El tercer hombre
se escondía en sus novelas pulp y traficaba con penicilina diluida.
El tercer vértice hace el triángulo y marca la zona de las Bermudas
donde uno puede perderse.
Desde Ateca a Villafeliche hay 35,6
kilómetros exactamente. Villafeliche fue un canódromo de moda en la
Zaragoza sobre la que escribo en una novela en tránsito. Me encanta
ese tono a lo Alberto Sordi para un pueblo que se derrumba entre
esquirlas aragonesas. Errata en la página 60. No se me lo tome a mal
maestro. Intoxicado, como un canción de Aute, pero no de las
mejores. Sale en un disco, Slowly, que termina sin un cielo
protector, Hafa Café. El Santo Bebedor fue una obra de teatro, un
monólogo con Alfonso Desentre y Jordi Lord Sassafras que prometí ir
a ver todas las veces que se representó. Pero esto solo viene al
caso porque esto no es una reseña ni un crítica, son solo unas
palabras que te debía, unas líneas que engordan mi verano triste.
Poeta apócrifo como todos los buenos, bebe como Paul Bowles y ama
como Rimbaud. O quizá sea al revés. Me gustaría poder
preguntárselo a Félix. Seguro que ti también. Estoy casi
terminando.
Como pienso de putero y como fotógrafo enumera
meretrices, como en una lección de historia que cualquier apocado
profesor de instituto evitará. Hurtará a la realidad a sus alumnos.
Una razón podría ser la pura vergüenza y por otra la sátira
incómoda de lo políticamente correcto. No sé si queda mucho margen
para temer a lo políticamente correcto tras una pandemia, un
apocalipsis o un verano distópico...retrasé maestro Ramón Acín
desde el 2013 hasta hoy la lectura de este libro que usted me regaló.
En 2016 empaqueté todo y lo guardé en un almacén. Estudié cuentas
y álgebra para aprobar unas oposiciones y amar y ser amado. Tuve un
hijo. Hasta hoy, julio de 2020. Y en el antepenúltimo capítulo de
este libro imposible hay un texto, una carta, un artículo futurista
escrito en un periódico de su invención justo en este mes de julio
de 2020. Usted no lo corrige y hace bien. Como a trozos y a mordiscos
este libro tuyo, lo empiezo en Ateca, lo llevo a Chodes -sueño que
Antonio Saura se me acerca de noche y me susurra al oído: “Ramón
Sender tiene los bolsillos llenos de arena.”-, va en la mochila
hasta Zaragoza y vuelve a Ateca donde me he reservado el final. Una
vez mi padre nos llevó por una carretera del Pirineo y detenidos en
un recodo dijo: “Esto es la garganta del demonio”. Y volvimos al
Renault 12 verde camino de Hecho. En Hecho enfermé de anginas y
tuvieron que pincharme penicilina, no la del tercer hombre, de
verdad, de la que guardaba el maquis. ¿Qué queda del maestro? Mi
padre en Luesia, yo en Ateca. Escribo sobre el número ocho porque
tumbado es el infinito y de pie, guillotinado (volvemos unas líneas
más atrás, a la época jacobina) son dos ceros que no suman nada.
Yo que conozco las estaciones por las que no pasan trenes no temo a
las paradojas. Estén vacías o quietas siguen siendo necesarias. Y
termino, termino pensando en la península del Yukón, en las
marionetas del Mago de Oz que siempre olvidan a Toto, en la cócteles
de anfetaminas y hormonas que llevan siglos dando a Judy Garland,
Joselito, Messi y, si te descuidas, la familia Culkin al completo. Es
ya tarde, le dijo a mi hijo, te leo un cuento, uno de Disney. ¿Por
qué Goofy no y Pluto sí? ¿Por qué Donald lleva una toalla cuando
sale de la ducha? ¿Habría perros en el zoo de los Bowles? Volvemos
de nuevo atrás. Volvemos a Félix, a su último cuento. A la palabra
ocelote, a los perros de Virginia Woolf. Buenas noches, maestro.
Cierro la puerta.
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domingo, 12 de julio de 2020
Unas palabras con Copiloto, una entrevista a Javier Almazán (16 de Julio, Lata de Bombillas)
El próximo jueves vuelve a uno de sus escenarios favoritos, uno donde todo buen compositor e intérprete disfruta, La lata de bombillas. El artista llevaba un tiempo alejado de las tablas. ¿Qué ha consumido a Copiloto estos años? ¿Qué consume Javier Almazán estos años?
Más información sobre el concierto en facebook
¿Vuelve Copiloto o tocará
Javier Almazán algunas canciones de Copiloto?
Como bien sabes, aunque
parece ser un misterio para muchos incluso después de tantos años,
Javier Almazán y Copiloto son la misma persona. Respondiendo a tu
pregunta; Javier Almazán, es decir, Copiloto tocará canciones que
todavía no ha concretado consigo mismo. Pero sí puedo contarte que
será la última vez que cante algunas de ellas.
Padre, trabajador,
empresario, autoeditado, producido. El sesgo de tu vida cada vez le
dejaba menos espacio a la estrella del pop. Y cada vez había menos
cielo para tanto aspirante a estrella. Ahora se enciende una
bombilla. No es los mismo, pero tendrá que valer. ¿Quién lanza el
guante, Javi Lata o ya habías avisado que te apuntaran en una lista
de posibles antes de la pandemia?
Poco antes del
confinamiento mi situación personal cambió drásticamente, me
reencontré conmigo mismo y con un tiempo para mí del que antes no
gozaba. Podía pegarme panzadas de series o empezar a hacer algo con
mi vida. Llevaba casi 4 años sin tocar ningún instrumento y menos
de un año desde que volvía a ser capaz de escuchar música y
disfrutarla de nuevo. Me veía capaz pero necesitaba una meta volante
que me mantuviera a flote y nadando así que, con las manos vacías
contacté con amigos y les dije; “Hola, he vuelto, si tienes un
hueco en tu sala o en tu estudio necesito fechas y crear y trabajar
contrarreloj o volveré a hundirme en la apatía”. Javi fue uno de
ellos y me llamó caso de inmediato.
Conozco tu discografía,
conozco las canciones que has tocado y las que has dejado de tocar,
cómo sonabas con banda y con guitarra solo, también te he visto con
un piano...hacías versiones de gente que no las había grabado y
tocabas trozos de herencia sentimental algoriana...¿el repertorio se
hará por el formato o el formato llevará al repertorio? ¿Habrá
banda mínima?
Concibo estos
conciertos como una exhibición pública e impúdica de mi vuelta. El
público será testigo de un momento crucial para mí. Quiero que
vean como me reencuentro con esas canciones, cómo me despido de
algunas de ellas. Cómo tomo contacto de nuevo. Voy a ver cómo me
siento en el escenario. Será como si la audiencia se sentara en el
salón de mi casa mientras yo me enfrento a mi pasado y planeo mi
futuro. Y ellos verán la mejor parte: el presente. Un tipo al que le
han pasado demasiadas cosas en poco tiempo y necesita volver a
agarrarse a lo que un día le hizo salir de casa y vivir: Hacer
canciones y compartirlas.
Una de las incógnitas que
llegaba en el anuncio del concierto venía con el regalo de un LP en
la puerta. ¿Un single soberano sorpresa? ¿Uno extraído de las
cajas de cedés con las que tus hijos ya no quieren jugar a hacer
fuertes? O has estado grabando a escondidas, bueno a escondidas de
mí, que igual lo sabe todo el mundo menos yo...
Mis hijos respetan
todos los soportes físicos en los que hay música, porque respetan y
aman la música. Al menos de momento porque tampoco les ha quedado
otra teniéndome a mí de padre. Por supuesto saben pinchar vinilos y
poner CDs, casettes e incluso DVDs y cintas de VHS y un montón de
cosas que en realidad no es más que parte de un ritual de algo tan
maravilloso como escuchar música. Últimamente estamos recuperando
el noble arte de escuchar música en CD porque tengo como 300, muchos
no están en plataformas y además se escuchan mucho mejor. Por no
hablar de que, hojeando los libretos, leen los créditos y toman
conciencia de la cantidad de trabajo y gente que participa en la
creación de la música para consumo. Autores, músicos, productores,
técnicos, diseñadores, fotógrafos etc etc etc La educación es la
mejor herramienta para que las nuevas generaciones pongan en valor
ciertos trabajos que se dan por hechos. Esa es mi opinión.
He grabado 4 LPs como
Copiloto de los cuales se han editado 2 en LP. Me quedan algunos de
ellos que son de mi propiedad así que puedo y quiero que la gente
que lo desee pueda llevarse a casa “El inicio, el desencanto y el
círculo de confianza” o “Los Puentes Hundidos” en vinilo.
He estado y estoy
grabando a escondidas de todo el mundo. Sólo lo estoy comentando en
mis RRSS. Pero soy bastante reservado con ese asunto y yo marco los
tiempos.
Si la respuesta a lo
anterior es NO, ¿directo para testar nuevos temas que podrían
llegarse a grabar? ¿Me das el título de dos canciones nuevas? ¿Me
dices quién crees que las podría tocar/cantar tan bien como
tú-valen bandas disueltas y gente muerta-? No hemos podido hablar
porque estabas en un estudio de grabación, así que...no te me
puedes escapar.
He estado testando
canciones para otras personas. Me encantaría poder escribir para
otros y quiero explorar el universo de las voces femeninas. Ahora que
lo pienso, sería una alegría para mí hacer un disco en el que
cantaran mujeres. Así a bote pronto me viene a la cabeza Elvira
Vallés, Ana Muñoz, Carmen Boza, Zahara y, viniéndome muy arriba,
Luz Casal, Christina Rosenvinge y, por supuesto, Eva.
Escribir canciones para
voces femeninas es un reto muy serio y muy estimulante para mí.
Intentar ponerme en su lugar (algo que ya he hecho antes. En “Ella
dice” o “No me reconozco” por ejemplo). Podría resultar
patético porque no soy mujer pero como ejercicio de empatía y
respeto me seduce profundamente.
En estos años de
distancia has tratado de mantenerte al día de lo que se hacía,
vamos por partes: tu generación, ¿ha sacado buenos discos? , los
que eran jóvenes cuando nosotros dejábamos de serlo, ¿han cuajado
en este mundo de desconcierto? , has hecho como los clásicos,¿ te
has vuelto conservador y te has dado cuenta de que ahora matarías
por tener los vientos y los metales que tenían los discos de los
setenta que la gente del indie consideraba aborrecibles? Madurez lo
llaman.
El último disco de
León Benavente me ha gustado mucho. El que más de ellos. El último
de Tachenko también, las letras de Sebas siempre me han parecido muy
buenas pero en éste último disco su crecimiento como letrista ha
sido notable. Ahora cuenta cosas “muy de verdad” en algunos
momento tengo esa sensación de que “este tío habla de mí”.
Obviamente no es así pero eso es lo que hace grande a un escritor.
Y, para mí, Sebas lo es.
El caso de “Kiev
cuando Nieva” merece un estudio aparte. Nunca decepcionan y siguen
mejorando y mejorando y sus directos son una maravilla.
Y “Santoral” que,
aunque son una realidad, tienen todavía potencial y recorrido y creo
que nos van a dar alegrías.
Los trabajos de
“Cupido”, “Sen Serra” y “Le Parody” me gustan mucho.
Si salgo de lo
estrictamente actual, yo estoy escuchando mucho:
“American Utopia”
de David Byrne. O cómo un tipo de 69 años sigue asombrando al
mundo mientras la gran mayoría de sus contemporáneos languidecen.
Lo de Byrne no es de este planeta. Sus trabajos son una luz de guía.
“The Visitors” de
ABBA, me lo ha descubierto Guille Mostaza y es una obra maestra.
“Ruminatios” de
Connor Orbest
“Ultra” de Depeche
Mode
“Yeezus” de Kanie
West
“Live from KCRW” de
Nick Cave and The Bad Seeds
“Buchla Concerts
1975” de Suzanne Ciani
“Several Shades of
Why” de J Mascis
“Ukulele songs” de
Eddie Vedder
“12 Songs” de Neil
Diamod
“The very best of”
Crowed House
Todo de James Blake
Todo de Billie Eilish
“By my side” de Ben
Harper
“Pure McCartney” de
Paul McCartney
No te voy a preguntar si
hacía falta que volvieras a tocar en directo, con que tengas a una
persona que lo considere es suficientes . Así que me despido
pidiéndote algo más sugerente, ¿Si no puedo ir a verte tocar esa
noche, qué libro me recomendarías que leyera cuando mi hijo se
quede dormido? ¿Y si estoy más por ver una película o una serie?
Metadona de Copiloto.
Con que lo considere
yo, es suficiente. Yo lo decido, alguien lo acepta (Javi Benito en
este caso, que me ofrece su casa para exhibirme) y es el público,
acompañándome o dejándome solo, el que me da la razón o me la
quita. Si gustas gustas y si no gustas no gustas.
Y con
Personalmente opino
que, con que haya una sola persona en el público, ya tienes
motivación suficiente. Así que, con que esté el propio Javier
Benito, pues ya está. Un concierto puede cancelarse por dos motivos
y ambos tienen que ver con la supervivencia: Problema de salud o
riesgo confirmado de perder dinero. Los artistas amamos el arte pero
no debemos ser temerarios ni estúpidos.
Puedes, venir al
concierto y no por eso dejar de leer “Diarios 1984-1989” de
Sándor Márai y/o “Las luces de un avión” de Antonio Romeo.
Antonio es un escritor
audaz y divertido, poeta y novelista y recomiendo a los que lean esta
entrevista que entren en su obra. Uno de los mayores talentos de su
generación que hay que reivindicar y descubrir
De películas te
recomiendo “Sing Street” de John Carney y/o “Frank” de Lenny
Abrahamson
En cuanto a series,
ahora estoy con “The Mandalorian” perome estoy quitando de
series. Sólo de 20-30 minutos o de 1-2 temporadas. Las hay de una
calidad abrumadora pero me quitan demasiado tiempo y tiempo es lo que
no tengo. Prefiero invertirlo en otros asuntos como escribir, leer,
tocar o estar con mis hijos.
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