Termina el año de la distopía. Primero y segundo de ciencia-ficción aprobadas, dentro de veinte años alguien te preguntará qué es esa marca en forma de cruz que tienes al comienzo del brazo. Seremos divinidades atrapadas por el pasado, por los dos veintes repetidos. Como nuestros progenitores, como nuestras mujeres, algunos en doblete vírico. Por limpieza y respeto simularemos ser felices, tendremos juguetes que se implantarán a través de puertos y sensaciones agridulces en función de la limpieza de la zona de conexión. David Albalá, el hombre tras el proyecto The Biomechanical Toy es un veterano de la escena aragonesa: estuvo en el filo, cuando lo analógico y lo digital convivían, cuando subir fotos costaba más que revelarlas en sótanos inmundos o descargar un mp3 podría ser el tiempo necesario para componer la banda sonora de la mayor resaca de tu vida. Ahí, en el recuerdo del mar imposible de la ciudad de Zaragoza, bajista de carácter, experimentador de efluvios sintéticos, entrega dos temas donde podemos reconocer el gusto por la melodía y la superposición, el zumbido indeleble, las programaciones euclídeas que desalojan las discotecas ochenteras con las que soñábamos al ver la Bola de Cristal. Sonar orgánico utilizando máquinas es un ejercicio de habilidad al alcance de muy pocos, y es esa hibridación lo que hace más delicioso el proceso de escucha de The first, que tiene guiños a esa manera étnica de compensar la cibernética, como si en la noche se juntaran Erich Von Däniken y Daniel Melero a pinchar. El segundo tema, The other, arroja una vertiente más caústica, de una ceniza oscura que se ha consumido una y otra vez, pasta base de Peter Baumann, con ese piano que simula lágrimas que, como pintura seca, impregnan los recuerdos del Muro. Dos temas que dejan con ganas de seguir escuchando este proyecto de elegante factura, construido sobre la compleja capacidad de evocación que tiene la música electrónica.
Esto es un proyecto de diccionario de grupos aragoneses de todas las épocas y estilos (sobre todo pop y rock). Es un proyecto de Octavio Gómez Milián.
domingo, 27 de diciembre de 2020
sábado, 26 de diciembre de 2020
Bric-à-brac de Javier Aquilué (La Casa Amarilla, Zaragoza)
La exposición de Javier Aquilué durará desde el 21 de diciembre, 2020 hasta el 20 de febrero de 2021. La galería La Casa Amarilla está situada en la siguiente dirección y su página web dedicada a la exposición es esta
Todo lo que lean a continuación es una interpretación distópica y emocional, en un momento vital devastado, de un devoto de la obra de Javier Aquilué tratando de utilizar sus cuadros para luchar contra el carácter gordiano de su propia vida.
EL RITO_La mañana alisa el collage y lo convierte en una sucesión de pegatinas sobre fondo rojo. Personas que olvidan lo que soñaron, que sueñan con lo que vendrá doce horas más tarde, que hacen del aburrimiento un arte. ¡Qué exigente es la anatomía que obliga a vivir en oscuridad el tiempo del bostezo! Cotillea un instante único el hombre, el autor, el pintor. Polaroid de distancia ordinaria.
BALTASAR_Tabaco negro, como Kevin Magee, /como el falso Baltasar en la cabalgata de Reyes, /duro y directo a los dientes. /Le das fuego a la vida,/hasta que te hace arder, carbón,/ negro como el Rey Baltasar,/ como Kevin Magee,/negro. Como Ortega-Cano, como Javier Aquilué.
EL DEDO EN LA LLAGA_Ese niño en leche nutricia, en chamanismo del desarrollismo, en el curasana hipnótico de una Janine Darcey, el niño es un prototipo de drugo, alisado su cerebro por sofá y pared, esperanza de calcio artificial en contraste fotográfico.
FOSFENOS_Acariciamos los días como el sol nos acaricia las conversaciones, las voces que mutan en el aire de una terraza, distorsiona en la mínima radiación hasta que nos atragantamos de ayuda. Las furias realizando una entrevista de trabajo mientras se desparrama un confetti de pájaros, Altea disfruta del barro tal vez, cocido al fuego de lo útil, como una navaja que desgarra un corazón y lo automatiza.
ESPIRITISMO_Ya hablé de ouijas antes. Planteamiento, nudo y desenlace es la estructura definida para saciar los instintos. Como en el cuadro donde uno se esconde, la forma invisible es más terrible que la que se ve. Lo instintivo, el terror tras las cortinas echadas en los edificios-colmena de Budapest, las hermanas Fox haciendo puntos para la bolsa de trabajo en las oposiciones a exorcista del Vaticano. (Y EL DUNDE DEL HORNILLO VISITANDO TU EXPOSICIÓN, AQUILUÉ, QUE TE CUENTE LA HISTORIA LA RESPONSABLE DE LA CASA AMARILLA).
GERÓNIMO_Nikolái Roerich afeitado y caminando por Salou en busca de habitantes para sus manifiestos angelicales. No tiene lugar para esconder las alas, insertadas en el moreno cetrino de la desvergüenza. Fieltro y mascarilla. Mascarilla de acción quirúrgica, mascarilla que en su azul compite con el cielo. Hay algo de retador y apocalíptico en la instantánea, de supervivencia básica. Todos somos jóvenes castores postmodernos en un mundo que se ha convertido en una novela de Ballard.
LOS INQUILINOS_ Ciertos retos son como un ouija sobre grafito, Simón Bolívar está listo del bocho y Franz tiene picores entomológicos, Ricky se va ayudado por las pastillas porque sueña con un país donde reparten boletos hacia un destino en la marina, menos mal que sin boca todos podemos volver a ser delgados o serlo por primera vez y soñar con una juventud que siempre, siempre se va.
LA CASA MAGNÉTICA_Coney Island junto al parque Grande en Zaragoza, Corazón de Espoz y Mina, ese descenso al círculo de la fortuna, bailarina de la vida, cualquier cálculo arroja una inexactitud euclídea que haría estremecer al mismo Galois unas horas antes del duelo que le llevará a la muerte. Telgopor y viejas mascarillas por el suelo, de los tiempos en los que nadie veía nuestras bocas, inquilinos que se han trasladado hasta esta casa.
UN BUEN CONSEJO A TRAVÉS DE LOS AÑOS (_No digital found_404_) FILM En aquella película de Cronenberg entraron por accidente Ziggy Stardust, Buster Keaton y el puro consumido de Groucho Marx. La mosca impregnó como el Santo Sudario que hay en Campillo de Aragón, el pueblo que separa Castilla de Aragón, el pueblo más alto de la frontera. LA SESIÓN Casa en blanco y negro, un circo sin atracciones, el conejo de la suerte, jugar a la pocha con la vida de tu hijo, ¿te conté que una vez Ramón Acín me susurró en sueños que sus pajaritas estaban llenas de piedra y que nunca podrían volar?
Bonus Track: PINTURA DE HISTORIA III_Hay gritos que desgarran el tiempo y lo vuelven del revés, chirucas que tornan en Shoggoth bajo el influjo del estramonio especial que crece en Caldearenas.
HOMBRE MORDIDO POR SU GATO_ Acostumbrado al clima continental Aquilué místico, en estampa casi devocional, se deja morder por el gato que Edgard Allan Poe regaló a Ambrose Bierce. Noche en la antigua casa Hasta-Aquilué, el gato sobre la cama, en la ropa, en los bolsillos de aquellos trajes guardamos suficientes denarios como para pagar la siguiente cuota del teléfono móvil. (COMÍAMOS ARROZ Y APAGÁBAMOS LOS DATOS DEL MÓVIL DURANTE UN TIEMPO MARCADO. EL QUE TENÍA MÁS MENSAJES AL VOLVER LA CONEXIÓN, PAGABA).
EL AGUJERO DE LA LUNA_De un discípulo pagamos pasamos a un verdadero Jesús. El Jesús que hizo inmortal Sergio Algora como solamente se hace un personaje que aparece en una canción, “Jesús, etc... etc”. Todos atrapados en la caja que se ha convertido el mundo. Jesús es un ente de risa contagiosa, en una pandemia de voyeur, que aumenta la envidia de su acompañante mientras esos espejos que devoran el tráfico, lo atrapan, deforman la muerte como si fuera un simple aviso, actúa el espejo como gorgona atrapada por Perseo.
sábado, 19 de diciembre de 2020
Teoremas de la Máquina de Turing (Autoeditado, 2020)
El EP se abre con un instrumental entre el pulso de Melero y la suavidad de Eno, una mirada al nacimiento del bosón, al sonido del rocío al caer de una vida. Menos de un minuto para que el primera tema , Arañas, arroje una suntuosa iteración de suavidad mantenida como un metrónomo disfrazado de caja de ritmos, se dobla la voz y la guitarra sostiene la voz en un eco que avisa de la llegada del a sección rítmica. Pop que se dobla sobre sí mismo hasta que la voz se eleva como un abismo. La sintaxis como amante pobre del álgebra, el cuerpo como un olvidado axioma de Peano, boca, básico, cuenta con tus dedos en mi cuerpo. Unos arreglos que funcionan en una variedad que nunca da sensación de errática. Recuerda a la parte más naif de Esclarecidos o a un replicante de Amaral despertado para la ocasión. Una guitarra limpia abre “Su lugar” como en una declaración de principios, susurros, chasquidos percusivos y ese lirismo de Antonio Vega mientras llega la base rítmica y el amor estalla como una permutación apreciable solamente para el que la sufre. Aquí perdemos un poco de fuelle con la mirada hacia las estrellas con un solo ligeramente esquelético que no acaba de encajar en el sobresaliente comienzo del tema. El penúltimo corte del EP se llama “Huracán” y el tratamiento de voz haría feliz al Doctor Manhattan, lo enamoraría sin duda, contiene contradicción, juego de espejos y recuerdos y ausencias en una sola habitación, donde la voz arrastra arena desde debajo de la tierra mientras que la base instrumental cumple con sobriedad su labor de sostén. Es la mejor letra del disco pero buscamos un poco más de riesgo, tenemos todavía mucho espacio para indagar entre la perdida Rosario Bléfari o incluso las aventuras de Hilda Lizarazu al frente de Man Ray. La dicción y el fraseo nos acercan a Ely Guerra y la primera Julieta Venegas. El cierre del disco se llama “Huracán” y el nylon y el piano es un susurro atrapado en una caracola, recuerda a los reivindicables Louisiana o la parte menos íntima de Bronski. Las guitarras se abren paso y la sencilla metáfora de la cometa -incluyendo la rima en consonante con trompeta-, funcionan con lucidez, como la guitarra ácida y oscura que raja la partitura en momentos puntuales.
La máquina de Turing entrega un EP de producción cristalina, saliendo airosos del juego de tiempos y combinaciones, con una voz dotada que no abusa de arabescos pero también es una banda a la que podríamos pedir un poco más de riesgo, hay partes de los temas que son un incendio y empezamos a arder y otros en los que la comodidad hace que perdamos el interés. Con trabajo, La Máquina de Turing, con su buen gusto, pueden ser la próxima gran noticia de nuestra música.
Algunas palabras sobre Julio en invierno de Fernando Vallejo Ágreda (Los libros del Mississippi,2020)
Un verso que abre el alma al mundo: “Yo/quería recoger en mis ojos toda una vida”. Un silencio después. El amor que escapa, la juventud frente a la madurez, el sentimiento constante en que no hay compartición ni movimiento, vida cruel, como tango en ciudad de Cierzo: qué cruel el tiempo que va más rápido en un cuerpo nuevo que en uno ajado. El amor a distinta velocidad. En su libro, Fernando Vallejo sabe que el vacío se puede atrapar en un poema, que la entropía es una imagen especular que aumenta el sueño y seduce la pesadilla. Así, los síntomas de la enfermedad son un ruido que rompe a la muerte. Escucho y leo, punto y amargo: “un mensajero con gárgaras en las pupilas” y cualquier comparación entre el hombre y el absoluto nos devuelve una derrota inapelable, un salto cualitativo: la Nada que se ha ganado los galones de la mayúscula, el Espacio, la Luz, el Tiempo, la Voz. Las sombras siempre deslumbran: “Todos están en tus labios/nadie te pronuncia. El altar del tiempo”. Los fantasmas son amantes de la oscuridad y allí demuestran que la soledad es un acto de constricción que define el absoluto. “Nunca me he alejado de la muerte./Creo que nadie/Siempre es tarde para empezar a vivir.”. El verso corto, como una epístola entrecortada, un salmo incompleto, donde la voz se impone a la metáfora, la sangre a la imagen manida, la vida como un deseo inacabado: elegir el desastre como quien elige la palabra exacta, seleccionar el amante que se niega como quien señale el lugar vacío donde permanecerá lo que la vida decida dejarle vivir. Por eso “Julio en invierno” es un libro en el que la existencia es un juez en el deporte sacro de la vida que, atada eternamente, se esfuerza por alejarse de la muerte. Como el poeta que se aleja del cuerpo amado, aún confuso, aún esperando una remontada épica: “Muerta por muerte” o la imagen que es la vidriera divina del libro: “Los monos montan a caballo cuando están de vacaciones”. Sexualidad violenta, el cuerpo como un desgarro en el tiempo, como un estocada convenida y deseada: “Abdicar es vencer para siempre”. Como el antídoto que es más veneno que antídoto: “En la muerte se establecerá vuestro turno”, el poeta es parte de una tribu que se engaña, pues, como dice Fernando Vallejo: “Nuestro tiempo no tiene fin”. 'Julio en invierno' es una nueva entrega del electrón libre Vallejo Ágreda, salvaje dandy, elegante y espiritual como un whisky reposado, postrado frente al abalorio terrenal se deja acompañar por las ilustraciones de Federico Contín, que se lanza hacia una mixtura de oscuridad antieuclídea, que pivota entre lo santidad de Antonio Saura, la locura del tinte plúmbeo de Francisco de Goya y el sacrilegio arterial de Lina Vila. Un libro que sacude, que deja marca en el camino nevado que lleva hasta las montañas donde la locura y el amor arden ateridos de deseo, ausentes, desconocidos el uno frente al otro.
domingo, 13 de diciembre de 2020
Algunas palabras sobre Haga lo que haga en la tierra de Vicente Muñoz Álvarez (Canalla ediciones, 2020)
En su último poemario Vicente Muñoz escribe: “como si hubiera/envejecido mil años/en solo unos días/perdido/en mi laberinto”. Vicente Muñoz acaba de editar 'Haga lo que haga en la tierra' con Canalla Ediciones. Son poemas tras la tormenta, un poemario distópico que atrapa lo que le rodea, ahora todo humo y lágrimas y lo convierte en el misterio de la vida. El tiempo, el cambio, la vida como una mutación salvaje que acabará en muerte, la fortuna como un contrincante que juega con los dados cargados: “La solicitud como una condena que asfixia tu corazón”. Jean Grey enamorada del cuervo de Poe, la entropía como brújula para los que quieren perderse con conocimiento de causa, la tripulación que canta, muy borracha, la lista de los capitanes que se perdieron en el camino a Ítaca. Este poemario de Vicente es la carta en la botella, es el mar como esperanza de olvido, el arrecife como sustento de las sirenas. Vicente se sabe tripulante solitario de un navío que hace aguas y, a pesar de todo, achica con la fuerza del amor, de la familia, de los poetas a los que una vez guio: “me pregunto/ esta tarde lluviosa/ de otoño en la Tierra/ cuento las bajas/por pérdidas”. En el libro el poeta sigue vivo porque es otro, el que fue hace mucho que se ha perdido, no mejora, simplemente engaña a la tormenta. Pero su luz es inconfundible: “lo he dado todo/mi corazón al desnudo/latiendo en sus manos/arden los restos”. La segunda parte del libro, Vórtice, es un destilado de versos, microdosis de ácido, restos de veneno, Kafka y Sísifo, Ovidi Montllor y la lluvia de la que se protegían los replicantes en Blade Runner. Tres versos, múltiplos pánicos, drugstores vacíos de amor y llenos de ginebra, mujeres dentro de mujeres. La gasolina de la vida en múltiplos de tres. Tercera es la parte donde uno se ahoga, Aguas profundas. Se abre con una cita de Poe, como antes lo fue Kerouac, santos de un panteón eterno. Un mundo que acelera y un hombre que tiene tatuado el mapa en la dermis, un hombre que suda su vida, que la mece en noches largas que son aviso de jornadas todavía más largas, cuando el zapato es un objeto que es pan y es sal, hombre de ruta, hombre lobo sin luna llena, escritor porque el silencio es la muerte y cantar lo que escribes es señal que sigues vivo: “quién sabe qué espera/en la siguiente estación”. Un fugado de la poesía, un rapsoda de ultramar, un fantasma de motel que sigue mirando la luna esperando su amor no correspondido. Los libros de Vicente Muñoz son cada vez más confesionales, no hay avidez por fama o bulimia del éxito, solo la autenticidad del malabarista, que va y viene, hace amistad con los diablos de cada encrucijada y sabe que le van a perdonar el peaje tras tantos años juntos. El final es, claro, Llegar a puerto. Ahí está todo, Ulises, el país de nunca jamás, las islas Marquesas, el retiro de Rimbaud, la soledad del amante que construyó un palacio para habitarlo solo y ahora no quiere retirarse allí, hogar de ángeles y de proscritos por igual, “como si ninguna otra/hoguera en la Tierra/pudiera iluminarnos/más fuerte”. La ceniza, pariente pobre del fuego, la coda, el remedo del te quiero silenciado: “Nada más puedo pedirle al cielo”.
Algunas palabras sobre Ir al norte de Fernando Sanmartín (Editorial Libros del aire, 2020)
Ir al norte de Fernando Sanmartín es un libro donde la búsqueda se confunde con el encuentro. La ciudad es la que elige al poeta porque envidia el cariño con el que trata a otras como ella. El pasado es sepia y en las fotografías hay tabaco y colores sepia y unos pocos coches aparcados junto a la playa en los veranos de los setenta con una matrícula que pone CH, como una promesa de remanso y dulzura de relojes. El poeta que está sediento desde el primer poema y seguirá así hasta el final del libro: “Una promesa es desnudarse cuando ya no hay ropa”. El dinero falso hecho de trapos, las planchas del hotel, mandar a Última Thule un vinilo que entre sus surcos estén grabadas las medidas del hombre perfecto, medidas que cuentan sílabas como en los poemas de los libros. El poeta Sanmartín es poeta del silencio, porque el sonido en el espacio es solo eso, una mentira de la ciencia podrida, el sonido siempre interrumpe, sobre esa interrupción se define, el sonido no adivina ni se esconde, así que prefieres el silencio. Poeta que elige silencio y noche, disfraz conocido para un Carnaval perpetuo. El uno de enero es el falso comienzo, el uno de septiembre, sosias, que mezcla ilusión y terror. Una ciencia inexacta es esa que habla del comienzo. ¿Cuándo comienza el amor, con el primer beso o la primera mirada con respuesta es ya aniversario? Sanmartín es joven y sueña con uno monstruo al que opositar. Es la niebla de Sofía una pista del lugar donde ocultarse, es el hogar de aquel Kleinman kafkiano que entre sombras buscaba amor y compasión. Sanmartín nace con el Ebro y comparte armas con su amigo muerto, un ángel que hablaba de pistolas, pero amaba las piscinas. Sofía, vuelvo a Sofía porque es nombre de mujer, como lo es Praga y Budapest, como son todas las mujeres que ocultaban su belleza tras el telón y ahora florecen entre desconocidos que las pasean, Sofía está invitada al baile de la muerte, es una más en la crisis entomológica que nació en Praga y se extendió con la delicadeza de la larva por todo el organismo. Sanmartín ha destapado en 'Ir al norte' un vino de buena cosecha, sentencias contundentes que demuestran su dominio de todos los registros líricos: Dios es un vagabundo, el Rey de la Atlántida caminando por las calles de Babilonia con una barba larga, olvidada su sangre azul o verde o amarilla, hasta que la Johny Storm lo hace recordar. Escuchen el verso: “Soy el que no diferencia/las razones de la sed”, ahora mismo la poesía es un ente sediento al que no sacia ningún verso o si lo hace vuelve la sed con más angustia que antes. Sanmartín acumula retazos y recuerdos, colecciona fotografías en los lotes del Rastro y se declara: “Soy un horizonte reparado”.
En la segunda parte de libro los viajes siguen presentes pero los versos tienen una delgadez casi enfermiza, personajes del Transiberiano, lugares lejanos, extremos desconocidos, el comienzo y el final: “Cuando sabe que en un día cabe toda la vida”. Como un ente divino, como semilla de deidad, tiene el poeta el poder de conservar la extenuación, ser el viajero que agota los viajes, los lugares que visita, atrapados, colecciona las derrotas en combate singular con las ciudades como trofeos. En uno de los poemas Fernando Sanmartín habla de los suicidas descalzos, la sutileza del álgebra como ciencia de lo desconocido. El álgebra es el arte del rompecabezas, la matemática que encaja y da sentido a las bases y los sistemas generadores. Sanmartín se detiene en los ángulos rectos de la existencia y allí encuentra el descanso que no le dan los zocos. ¿Será la muerte la incógnita que cierra la ecuación de la vida?: “La verdad es un rostro sin afueras”. Entre el Álvaro Valverde de 'Más allá Tánger' y el Aute que busca en el cielo protección, el tiempo de Sanmartín colecciona noches de nieve, esas en las que el niño duerme con la esperanza de no tener escuela al día siguiente. La muerte del tiempo es el instante en el que todo se detiene, temblor y desencaje, mecánicas básicas sin mecánicos, mecanismos terrestres, mecanismos únicos que se expanden como una mancha de aceite desde la aldea de los fermiones hasta el pozo misterioso del agujero negro. Sobre lo que niño no pueda entender que ningún dios ejerza cátedra. Quizá el mejor poema o el poema sobre el que se sostiene el libro.
Pero Sanmartín vuelve a la humedad de Venecia, engaña a París con su desprecio puntual, emerge en la medianoche, es un eremita que ha conocido suficientes incendios como para no evitar las cenizas que deja la lubricidad a su paso. Poeta cautivo, poeta que se deja viajar por encima, que se encuentra y que alimenta a las llaves con su propio cuerpo. Poeta que permite que sea el veneno quien decida qué mar asesinar, qué lejía, qué amoníaco, qué purificación química haga de los versos un blanco donde volver a empezar.
sábado, 21 de noviembre de 2020
Reseña de Manifest y Arena EP´s de Pablo Malatesta (Autoeditado, 2020)
La aparición de estos dos EP´s marca un punto y aparte en la trayectoria del músico y productor Pablo Malatesta. Es un salto adelante, un reflejo fidedigno de su evolución hacia espacios compositivos donde resulta complicado destacar y una vuelta de tuerca en cuanto a lo que uno puede encontrar en la actualidad cuando buscar encuentros entre músicos del pop y la electrónica. Es un salto adelante porque es la primera vez que encontramos a Pablo firmando con su propio nombre un proyecto solista, donde da rienda suelta a sus últimas obsesiones, la electrónica orgánica, aquella en la que las máquinas y el hombre encuentran una simbiosis que va más allá del proceso de almacenamiento y secuenciación: Pablo Malatesta ha tocado las notas, fusionando sus pupilas con las luces rítmicas y sus huellas dactilares impregnan los sintetizadores para dar forma a atmósferas cambiantes, ritmos sincopados y música que pivota entre lo ambiental y lo bailable. Pablo Malatesta había demostrado ya su habilidad como compositor de espacios sonoros en distintos proyectos, además de generar melodías y arreglos para los grupos donde ha desarrollado su trayectoria previa, pero es cierto que es la primera vez que se enfrenta a la abstracción musical, al lienzo puro, al cassette virgen...ahí donde solamente importa la música...y dónde está la música, ¿en los cables?
La propuesta de Malatesta está dividida de manera muy inteligente en dos EP´s, no hay primero ni segundo, se complementan y mezclan sin confundirse. Si uno decide indagar primero en Manifest encontrará seis minutos de música bailable en la pieza que da título para luego volcarse en el loop hipnótico de Kampai, donde el averno espacial se mutila en un aparente nerviosismo formal, como si el universo fuera un animal adicto a la ketamina que empieza la noche. Wish imita las imperfecciones del vinilo, como en una lluvia de electrones golpeando una televisión sin ajuste de antena, sobre una pulsión casi entomológica crece la tempestad como en una banda sonora de videojuego maldito en 8 bits. Olas y olas de sirenas cibernéticas saludan y esperan, haciendo de los mantras una excusa para la dispersión de arreglos aceitosos hasta que a mitad del deseo la oscuridad de una carretera perdida impregna todo. Como si Baladamenti hubiera capturado un parásito de Tron llegamos a OGI, un tema de más de ocho minutos, donde las olas electrónicas se ven sacudidas por una oscilante lluvia concreta, cristal, cristal líquido, alma de casiotone, caja de ritmos que resuelve la ecuación de la vida. La vida como imitación de la vida. OGI tiene esa tonalidad brumosa del oriente seductor que se llevó el alma de Mick Karn mientras deshacía el maquillaje de una bella replicante. Manifest concatena en cada pieza elementos bailables, agresivos unos, fríos como lunas de Saturno en otras ocasiones, con sacudidas espasmódicas al robot que duerme y sueña con fusibles quemados donde insertar sus conexiones.
El segundo EP, Arena, se abre con el tema del mismo nombre, un piano nos recuerda que Pablo Malatesta es un instrumentista dotado que ha sabido experimentar las posibilidades de las cuerdas y la electricidad cuando se unen con cables a cerebros digitales. Por eso este Arena tiene un sabor de oscuridad ambiental, de melancolía por el paso del tiempo, de exploración tardía a una nebulosa extinta. Blitzliebe, el segundo tema del EP, ya había aparecido en versiones primerizas en antiguas propuestas de Pablo Malatesta, y nos recuerda aquellos tiempos a mediados de los noventa en los que Bowie giraba con Nine Inch Nails y Trent Reznor aparecía en el escenario para interpretar con su saxofón Subterraneans, el oscuro tema con el que se cerraba Low. Mi favorita de todas las piezas. Las razones quedan entre Pablo Malatesta, el Solina String Ensemble y un servidor. Resilience es una pieza más accesible, casi relajante dentro de la trepidación general del material, hay algo de esa síntesis cercana que con la base rítmica resulta familiar y provocadora. Es la sintonía de la aventura, de la exploración. El cierre con Infinity_and_Beyond, es un alegato a la apertura de miras en lo musical que ha supuesto estos dos trabajos de Pablo Malatesta, con ecos que se pierden de un público que ha crecido, los teclados que se apagan en la lejanía como piezas que deben de volver a su lugar, el ritmo de las baquetas que piden una más, una voz que aúlla la vuelta de los ángeles, el muro que crece y echa raíces. Somos tan débiles y pensamos que al desnudarnos nadie querrá mirarnos.
La vuelta de Pablo Malatesta a la actividad musical, con una libertad absoluta como ha demostrado con estos dos trabajos, es un anticipo, una bocanada para seguir respirando en esta distopía vital en la que nos encontramos. Pablo es un creador libre, exquisito y trabajador, con un nivel de exigencia y perfeccionismo que, como todos los grandes artistas, bordea lo paranoico. Eso hace que si se ha permitido liberar este material la esperanza de volverle a ver sobre un escenario, tras la mesa de producción o simplemente acompasando nuestro corazón al ritmo de sus pads y secuenciadores sea una realidad.
sábado, 17 de octubre de 2020
Reseña de MECANISMO UNIVERSAL de MECANISMO DE KOZAI (Autoeditado 2020)
Mecanismo de Kozai es una de esas nuevas olas que con regularidad llegan hasta las playas aragonesas. Olas que son necesarias para arrastrar propuestas repetitivas y capaces de dejar una huella permanente durante el tiempo suficiente. En su primer largo uno encuentra una producción muy cuidada, con la voz en primer plano, melodías que juegan entre lo cristalino y lo ambiental, textos de lírica libre con un aderezo épico coherente con lo celeste de su nombre. El Vuelo, tema con el que abren el LP es una buena muestra de ello, guitarras punzantes y garganta preparada para demostraciones solventes. El sonido de Mecanismo de Kozai nos remite a algunas de esas bandas que en los noventa siguieron la senda de letras cuidadas y selectas incursiones en la oscuridad como En Pecado o Gazza , pero también tiene algo de esa contribución al universal libro pop que hacían Distrito 14 o los recordados Días de Vino y Rosas como en el tema Química. Agosto fue uno de los primeros temas que mostraron al público bajo su nueva encarnación, con temática de amor a la Madre Tierra, tiene la fuerza de la reivindicación apocalíptica y en Astrolabio dan rienda suelta a una levedad enternecedora (a pesar del atrevimiento lírico de rimar labio con astrolabio, pero no nos vamos a poner ahora puristas, que todos hemos caído en la rima consonante alguna vez) , El pulso del viento juega con tonalidades más aceleradas para volver con Polvo a una delicadeza de ensoñación que remite a bandas como la Dama se esconde. Estatua de sal tiene un trabajo de guitarras preciosista que frisa el rock medieval y Domesticando mariposas vuelve a cultivar con arreglos épicos una forma de entender la música de larga tradición en nuestra tierra. Dogma/Axioma tiene algo de esa cadena que une a Las Novias con la versión menos tóxica de Parálisis Permanente. Una letra muy original, donde la banda juega con mucho gusto con conceptos habitualmente muy poco usados en la canción pop. El final no es la última canción, que con su sección rítmica trepidante, queda reservado a Éxtasis, una manera de entender el cielo como argumento, la vida como sucesión de estadios...Mecanismo de Kozai han entregado un primer LP de factura notable que picotea en su paleta con estilos muy diversos, destacando el trabajo con la voz y un equilibro entre baile disfuncional y medio tiempo confesional.
Más información y escuchar disco en el blog amigo Aragón también tiene sed
domingo, 27 de septiembre de 2020
Vida EP de Stabilito (Autoeditado, 2020)
Uno siempre tiene la sensación de ser un interino en su propia vida. Estar guardándole el sitio a tu yo que crece, a tu yo adulto, a tu yo padre, a tu yo abuelo. No sabes quién se quedará esa plaza definitiva y mientras, imitas el lugar de tus progenitores o preparas el camino a tus descendientes. Aquel que entiende la vida como un interino suele dejar en la espera mensajes y recuerdos: canciones y poemas, películas y juguetes, guitarras con marcas que a su vez son historias. Mil vidas que se multiplican casi de manera fractal.
Así uno se acerca a un disco final que es un principio, a una muda primordial como es esta Vida de Stabilito. En tiempos de concentración y usura emocional, se agradece una reflexión en cuanto a arreglos y voces. El disco se abre con Benson, con un sampler y una guitarra trepidante, una guitarra de la tercera nueva ola: abres la boca y te imaginas intoxicación o lucidez, tú eliges. Sigue con Hiroshima, se abre con el aullido de una habitante de las pesadillas de Oppenheimer para desgarrar el espacio tiempo a base de una sección rítmica que se desliza como los tentáculos de Shoggoth abriéndose paso en la madrugada a través de las grietas que dejó la destrucción. Hay un momento de ceniza en el texto, una forma de deshacer muerte y darle color, con las guitarras y el aullido que nos recuerda a aquellos grupos ochenteros españoles de nombres prohibidos, grupos que nadie quiere recordar que existieron, como 429 Engaños o Minuit Polonia. Un actor invisible nos lleva por latitudes acuáticas y estancadas que activan pasajes de la memoria que son como el beso de una madre antes de dormir, abriendo de nuevo el cielo a la electricidad, con esa variedad de registros de Guillermo Esteban. No solo por estar cantado en catalán pero es evidente que los mecanismos llevan a la acidez de Ricardo Solfa cuando abusaba de la ayahuasca con Adriá Puntí y, completamente pasados, invitaban a anchoas al oso polar disecado que guarda Dalí solo para sus favoritos. Están los momentos menos sacados de El columpio asesino y los restos de hidrocarburo que dejan Nudozurdo cuando vuelven de resaca, está el Miracle el aire, con esa fatalidad de las bandas que surgían de los prefabricados de Manchester, como Durruti Column o la parte más post punk de Cabaret Voltaire. Salmodia en el texto, el camino de Ray Loriga, no saber distinguir el sabor del congrio seco, no tener lo que se quiere, solo lo que no se puede evitar. En el gran libro de los días extraños, la dicción de Stabilito, de Diego, el vocalista, nos lleva a los momentos más alucinados del Indio Solari de Gulp! para acabar en Funeral, convirtiendo el final en una especie de ecuación cuya resolución se pinta en las paredes con sangre. Funeral abre los pulmones, expande los instrumentos, Dios es una pelotón de fusilamiento y la cama de un hospital una barcaza conducida por Caronte. Me guardo la última moneda para pagar la zona azul o invitar a ese espectro de buenas piernas. ¿Se parece un poco a Nico o son las lágrimas que no me dejan ver?
Stabilito es un producto de su época, de una época posterior a los noventa, una época en la que todo volvía a parecer ordenado y entonces la exigencia se convirtió en un problema y la originalidad ya no servía como bandera. Prohibieron el cigarrillo y el katovit y dejaron la merca y el ansiolítico. Así que nuestra vida siguió siendo una montaña rusa pero como todos íbamos montados no nos dábamos cuenta. En física se le llama observador no inercial y uno tiene que echar mano de fuerzas ficticias, como la de Coriolis para tener la sensación de que su parte en el mundo está en su lugar. Este disco de Stabilito puede ayudar.
lunes, 14 de septiembre de 2020
Mirada al pasado de HombreLobo (AUUU!!! Records,2020)
Son dos viejos conocidos de la escena musical aragonesa: por un lado la voz y la capacidad compositiva de Alejando Mariona (Alx Estige en su encarnación de principios de siglo) y la habilidad como alquimista de la electrónica de Ricardo Ponce (Räro dj en EIDN, la última época de Nubosidad Variable o Louisiana). Cinco temas para un EP que se abre con Galáctica con sus fibrosas vellosidades sintéticas acompañando una voz sobresaliente, una mirada a las cenizas que dejan como huella los monstruos del espacio, tristes en los noventa. Hombre Lobo es un abismo de enanas blancas, una entropía con sonido de fondo, ecos de lo que pudimos ser y que no volveremos a contemplar como fracaso. El paso a Ruido nos ofrece un pasacalles mucho más lúdico, de ángeles que alucinan como devotos de la trepidación de Martin L.Gore y las producciones de los satélites del Carlos Berlanga más tóxico. ¿Es Tino buscando a Billy Boy? ¿Es John Foxx contemplando Europa después de la lluvia?. El tercer tema, Camino hacia la luz es una de esas letras maduras que esperábamos de un compositor de como Alex Mariona, con uno de esos fraseos desbordados, un gen mutante que no se aprende, se recibe directamente de los habitantes de Oviformia o los besos de una bandada de gaviotas. Atmosférico como su nombre indica, como un expedición en busca de la Lemuria perdida, las sirenas soplan al oído de los roland y los fugaces devaneos de M83 con Jean Michelle Jarre. Bucear es volar en silencio, soñar sin miedo a mojarse. Los arreglos acompañan perfectamente la voz y no hay un brillo de más ni un alma sampleada que se pierda...incluso con el aviso final de bombo a negras que promete un directo jugoso y bailable. Sencillamente perfecto. Ricardo Ponce demuestra un manejo en la sala de máquinas que significa una evolución cualitativa en estos últimos años, acercando su paleta a los grandes, cuidando cada detalle. El final para Sol, en contradicción la parte más oscura del disco, entre Azul y Negro y los Iniciados, sabiendo que uno no se convierte en vampiro hasta que llega el día. El resto del tiempo bailas o te inyectas TB-303 hasta que tu corazón encuentra la secuencia correcta para el quinto profeta.
Un disco sobresaliente, pulido con un diamante, fino como una placa de korg recién salida de una caja olvidada en un almacén de Manchester por el nieto de Bernard Summer, en el decimoséptimo cielo hay una parada para estos licántropos. Descubran sus arterias, traen los dientes afilados.
viernes, 11 de septiembre de 2020
Reseña de Amor Olímpico EP +DEP los Crápulas single de Mediapunta (Sonido Muchacho,2020)
Mediapunta ya no juegan en divisiones inferiores, han creado su propio campeonato en una división paralela de aullidos, picaduras y delanteros con el cerebro quemado que no asumen su decadencia. Mediapunta es al deporte como Maradona a la vida, intoxicación y aceleración. No sabes si estás siguiendo a un ídolo o estás siendo parte de la función de un clown. Tengo cuatro canciones, me prometieron dos más. La dosis anda escasa, pero Fantasma lleva el ritmo adecuado para ser píldora asesina, de leche y drugos pasados de vueltas, guitarras afiladas y una sección rítmica contundente con Diego Ibáñez emulando al mejor Jam Albarracín juntando su voz con la de Francho y cía. Traición suena ochentera, suena a los Vegetales o a los Zoquillos cuando iban de pervitín y se disfrazaban para destruir con un tratado de Adolf Loos en la mano. De Tumbaos hay videoclip, porque Mediapunta es la generación que lo registra todo, trabajando el workinprogress sin descuidar los detalles, el fraseo de Francho ha mejorado desde los tiempos del Gol de Nayim y es uno de los mejores activos de la banda junto a la solidez instrumental, sencilla y funcional, Tumbaos es una nueva revisión de La Playa de los Planetas en clave tóxica y sin metáforas, una canción tormentosa, cuando ya no hay que escuchar la voz de nadie para sentirse abandonado, vale con una mensaje de whatsapp. Boca de serpiente es el cuarto tema de Espíritu Olímpico y es un medio tiempo energético y macarra que solamente se desluce en una indecente rima consonante, pero siendo que Nacho Canut o Abraham Boba lo llevan haciendo décadas, quién soy yo para decir nada, ni que me dedicara a los sonetos. Yo me escapé de las fauces de la noche y ahora recibo avisos de madrugada de generaciones posteriores. Por eso agarro a Román, que tiene nombre de canción, y bailo en mitad de una habitación perdida de un pueblo lejano de cualquier lugar de ojos en blanco y puños en alto, pero sigue valiendo al aceleración primigenia cuando uno escucha Una gran cacería. Eran dos canciones que no iban en la botella que me llegó a esta orilla...la otra, El parque, ya avisan en las redes que tiene parte del cruce entre los Teenage Fanclub y Big Star, entre el Glaswow Rangers de Brian Laudrup y Jon Auer tratando de despertar a Alex Chilton porque tiene que acabar de producir a los Cramps. En El parque la riqueza melódica y las capas de guitarras y voces crecen con elegancia y demuestran que Mediapunta puede seguir dando mucho juego en los próximos años, quizá sea uno de los mejores temas de la banda, que pivota con gracia entre los garajes y los áticos, entre el subterráneo y la psicodelia alucinada.