Este segundo LP de Facundo ha ganado en
pegada, en producción, en trepidación. La base rítmica nos lleva a
aquella épocas en la que pensábamos que ya no quedaban olas por
venir y decidimos volver a bailar. ¿El mensaje es una cuestión de
actitud? ¿O la actitud transmite el mensaje? Miles de amistosos
monstruos de Lovecraft que se dibujan como fondo en una ciudad
imposible, mezcla de distopía mediterránea y montaje fotográfico.
El pop como píldora infalible, las guitarras pueden subir como en
400 000 excusas o llevarte a la lírica del asesinado nocturno en
busca de su bala por toda la ciudad como en Blanco. Lo nuestro es
para siempre tiene ese toque naif de Aerolineas Federales cuando
Miguel Costas llevaba la gorra de capitán y Encadenados lleva
cuchillos afilados con un punto lúbrico, una forma geométrica
bizarra, con las esquina con restos de sangre fresca. Un momento de
reposo con Funambulista, con la voz solista de Javier Tafalla nos
devuelve a la imaginería de los Nubosidad Variable, aislados en su
propia paranoia, donde el abismo es el vientre y la la ciudad el
cielo prometido. El bajo Peter Hook con el que se construye
Pluscuamperfecto te hiela la columna vertebral, una especie de
terapia de choque de las Slits cuando salieron del pantano y
decidieron volver a la pista de baile como Ladytron. Tsunami de amor
hace perder un poco de fuelle al LP por lo repetitivo, con algún
verso memorable (ese guiño a Copiloto de “Aún no han puesto las
aceras”) pero volvemos con fuerza con Todo lo que odias, esa
psicosis impredecible que hace del placer culpable las canciones de
la Bien Querida y agotan las de la Rosenvinge en su trascendencia. No
tengan miedo a escribir sobre ello, nadie le va a leer y todos los
que se enfaden se les pasará en unos pocos minutos, justo los que
cuesta que llegue La maleta luminosa, un De viaje planetero, un Yukón
cuando estrenas bañador, los esquimales en pelotas, Nureyev, el
Señor se ha enfadado y terminaremos en Tripodisón, donde se
acumulan los recuerdos, de nuevo con Tafalla a la voz, cerrando a
base de arpegios y con la mejor letra del disco, tan sugerente que
duele. Buen cierre sin duda.
Un disco que maneja modas y ánimos,
que juega con manuales usados pero no manoseados, que en producción
e instrumentación la exquisitez es predominante, Facundo sigue
subiendo categorías a base de buen gusto y paciencia. Disfruten.