Uno siempre tiene la sensación de ser un interino en su propia vida. Estar guardándole el sitio a tu yo que crece, a tu yo adulto, a tu yo padre, a tu yo abuelo. No sabes quién se quedará esa plaza definitiva y mientras, imitas el lugar de tus progenitores o preparas el camino a tus descendientes. Aquel que entiende la vida como un interino suele dejar en la espera mensajes y recuerdos: canciones y poemas, películas y juguetes, guitarras con marcas que a su vez son historias. Mil vidas que se multiplican casi de manera fractal.
Así uno se acerca a un disco final que es un principio, a una muda primordial como es esta Vida de Stabilito. En tiempos de concentración y usura emocional, se agradece una reflexión en cuanto a arreglos y voces. El disco se abre con Benson, con un sampler y una guitarra trepidante, una guitarra de la tercera nueva ola: abres la boca y te imaginas intoxicación o lucidez, tú eliges. Sigue con Hiroshima, se abre con el aullido de una habitante de las pesadillas de Oppenheimer para desgarrar el espacio tiempo a base de una sección rítmica que se desliza como los tentáculos de Shoggoth abriéndose paso en la madrugada a través de las grietas que dejó la destrucción. Hay un momento de ceniza en el texto, una forma de deshacer muerte y darle color, con las guitarras y el aullido que nos recuerda a aquellos grupos ochenteros españoles de nombres prohibidos, grupos que nadie quiere recordar que existieron, como 429 Engaños o Minuit Polonia. Un actor invisible nos lleva por latitudes acuáticas y estancadas que activan pasajes de la memoria que son como el beso de una madre antes de dormir, abriendo de nuevo el cielo a la electricidad, con esa variedad de registros de Guillermo Esteban. No solo por estar cantado en catalán pero es evidente que los mecanismos llevan a la acidez de Ricardo Solfa cuando abusaba de la ayahuasca con Adriá Puntí y, completamente pasados, invitaban a anchoas al oso polar disecado que guarda Dalí solo para sus favoritos. Están los momentos menos sacados de El columpio asesino y los restos de hidrocarburo que dejan Nudozurdo cuando vuelven de resaca, está el Miracle el aire, con esa fatalidad de las bandas que surgían de los prefabricados de Manchester, como Durruti Column o la parte más post punk de Cabaret Voltaire. Salmodia en el texto, el camino de Ray Loriga, no saber distinguir el sabor del congrio seco, no tener lo que se quiere, solo lo que no se puede evitar. En el gran libro de los días extraños, la dicción de Stabilito, de Diego, el vocalista, nos lleva a los momentos más alucinados del Indio Solari de Gulp! para acabar en Funeral, convirtiendo el final en una especie de ecuación cuya resolución se pinta en las paredes con sangre. Funeral abre los pulmones, expande los instrumentos, Dios es una pelotón de fusilamiento y la cama de un hospital una barcaza conducida por Caronte. Me guardo la última moneda para pagar la zona azul o invitar a ese espectro de buenas piernas. ¿Se parece un poco a Nico o son las lágrimas que no me dejan ver?
Stabilito es un producto de su época, de una época posterior a los noventa, una época en la que todo volvía a parecer ordenado y entonces la exigencia se convirtió en un problema y la originalidad ya no servía como bandera. Prohibieron el cigarrillo y el katovit y dejaron la merca y el ansiolítico. Así que nuestra vida siguió siendo una montaña rusa pero como todos íbamos montados no nos dábamos cuenta. En física se le llama observador no inercial y uno tiene que echar mano de fuerzas ficticias, como la de Coriolis para tener la sensación de que su parte en el mundo está en su lugar. Este disco de Stabilito puede ayudar.